The West Needs To Embrace Realpolitik in Riyadh

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Occidente necesita hoy abrazar la ‘realpolitik’ en Riad

Por más que repugne la falta de avances en libertades en Arabia Saudí, es innegable que Occidente necesita en estos momentos tener a la principal potencia del islam suní como su aliada

No deja de ser una demoledora paradoja que, en medio de la grave inestabilidad mundial provocada por la invasión rusa de Ucrania, las democracias occidentales traten de aguantar el pulso del autócrata Putin en defensa de los principios y valores del humanismo liberal y que para ello estén fortaleciendo a regímenes autoritarios o dictatoriales como el turco o el saudí, claros beneficiados en la reconfiguración del tablero geoestratégico global. Si en la Cumbre de la OTAN de Madrid se veía sacar pecho a un Erdogan al que ya no se le piden cuentas por sus sistemáticos ataques a los derechos humanos, ante la crisis energética las Petromonarquías del Golfo están haciendo doblar la cerviz tanto a la Unión Europea como a EEUU.

Es en definitiva lo que se ha escenificado en el importante viaje que Joe Biden inició ayer a Arabia Saudí, con el objetivo de recomponer unas maltrechas relaciones bilaterales que tanto para Washington como para la UE son decisivas ahora mismo. Para el actual inquilino de la Casa Blanca esta polémica visita es un mal trago. Pero necesita pasar página con urgencia y que se olvide la imprudente promesa que se permitió hacer cuando todavía era candidato presidencial advirtiendo a los líderes de Arabia Saudí que se convertirían en «los parias que, en realidad, son» como represalia por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, ordenado según la Inteligencia estadounidense por el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman.

De aquellas arengas, Biden ha tenido que pasar ahora a rendir pleitesía a quien es el auténtico hombre fuerte del Reino del Desierto, especialmente crecido por el protagonismo recobrado en la escena internacional. Estamos ante un ejercicio de pura realpolitik por parte del presidente de EEUU. Y, por más que repugne la falta de avances en libertades en Arabia Saudí, es innegable que Occidente necesita en estos momentos tener a la principal potencia del islam suní como su aliada. Biden, como Bruselas, quiere que Riad aumente su producción de petróleo y que influya a los países de la OPEP para que hagan lo mismo -además de empujar al ostracismo a Moscú- con el fin de que se estabilicen los precios a la baja. No se puede combatir en todos los frentes a la vez. Pero bueno sería que EEUU, principal valedor de Riad durante décadas, ejerciera toda su influencia ante un régimen que no puede disociar indefinidamente intereses geoeconómicos y derechos humanos.

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