The Darkest Trump

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Nada consigue desalentar a Donald Trump, empeñado todavía ahora y contra todas las evidencias en reivindicarse como vencedor en las elecciones presidenciales de 2022 en las que Joe Biden le superó en siete millones de votos y en 74 votos del Colegio Electoral. No lo ha conseguido la comisión de investigación del Congreso sobre el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, a la que ha descalificado por partidista, a pesar de que ha ofrecido suficientes pruebas sobre la existencia de un plan organizado por el entonces todavía presidente para evitar el relevo en la Casa Blanca, propiamente un golpe de Estado insurreccional. Tampoco lo han conseguido los republicanos más moderados, en abierta minoría entre el electorado conservador, que todavía compra crédulamente la patraña del robo electoral y, lo que es peor, mantiene su preferencia por Trump como candidato para la elección presidencial de 2024.

Pocos presidentes han conseguido mantener una influencia tan abrumadora en el Partido Republicano tras un gobierno caótico y una derrota electoral indiscutible. Trump todavía no ha anunciado su candidatura presidencial, pero la posibilidad de que se presente gravita muy seriamente sobre los candidatos y la campaña para las elecciones de mitad de mandato.

Trump ha sido decisivo en los nombramientos de los tres jueces del Tribunal Supremo que han sentenciado contra el derecho al aborto, el favor de la posesión de armas de fuego como derecho constitucional y contra la regulación de las emisiones contaminadoras por parte de agencias reguladoras públicas. Y no son republicanos moderados, sino todo lo contrario, los candidatos a disputarle la candidatura en las primarias, el gobernador de Florida, Ron de Sanctis, y el exvicepresidente Mike Pence. El Partido Republicano se enfrenta, en este sentido, al reto de romper la dinámica que ha impuesto Trump y que erosiona fatalmente la democracia. Son momentos en que el contexto internacional de la guerra en Ucrania obliga a reforzar los valores que autocracias como la de Putin pretenden imponer por los peores caminos.

El problema más grave es el extremismo que ha seducido a los republicanos y por eso no resulta extraño que aparezcan candidatos cada vez más radicales para las elecciones de noviembre, muchos pertenecientes a grupos conspiranoicos, antivacunas y violentos como los que asaltaron el Congreso. Ni tampoco la radicalización con tintes apocalípticos del propio Trump, que ha dibujado esta semana el paisaje de un país de fronteras desbordadas, invadido por inmigrantes, atacado por drogadictos y vagabundos, en el que satanistas abusadores infantiles son liberados de las cárceles y en definitiva se halla al borde la guerra civil. Todo preparado para la apelación a la mano dura y al hombre fuerte, a la dictadura salvadora. El peor de los horizontes.

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