The question that millions in the United States are asking in these difficult economic times is whether President Joe Biden is directly responsible for the inflation that is devastating the United States. Unfortunately for the president, the answer according to the polls, without further analysis, is that, yes, to some degree, he is.
For the most conservative thinkers, the president’s original sin was injecting large amounts of cash into the economy, mainly in three areas: spending on infrastructure; support for the fragile economic situation of millions who were at the point of financial collapse when the economy shut down because of the pandemic; and spending to combat the pandemic itself. The huge flows of cash, especially the money destined for families, produced an imbalance in the economy that translated into an excessive increase in demand, particularly for durable goods. In general, the consumption of non-durable goods did not increase in equal measure; people don’t tend to eat more on one day than on another.
According to a number of economists, including Paul Krugman, the price increases were instead due to the disruption in the production and transportation of goods. In recent months, the main inflationary factor has been the increase in the cost of energy, especially gasoline. In this sense, inflation is not unique to the United States, but is rather a worldwide phenomenon. The economic problems that Europe is facing are proof of that. It is worth reviewing and disaggregating some of those factors in order to put the question at the beginning of this article in context.
First, the response of the president to the precarious situation of the economically most vulnerable was to put money in their pockets so they could purchase the daily necessities. More than a few have accused him of being a “populist”; for them, it would be preferable to leave millions of families without anything to fall back on. Those who think this way are the same ones who, with or without the pandemic, never have to do without the necessities, but accuse the president of an assault on democracy for supporting the poor. Curiously, they are the ones who, at the same time, are proposing measures to prevent millions of those citizens from voting, which is a unique way of defending democracy.
Second, one of the main drivers of inflation has been the extraordinary increase in energy costs, especially gasoline. The war in Ukraine has been a determining factor in this respect. According to the Department of Commerce, the increase in the price of gasoline has two components: the increase in the price of crude oil, a result of Russia’s war against Ukraine, and speculation by the petroleum companies. In an attempt to counteract the scarcity of gasoline, the U.S. government opened its strategic petroleum reserve, which permitted the price to fall.
It has been impossible to avoid speculation and premium pricing by the oil companies. Biden’s responsibility, in any case, stems from the fact that he has not been able to prevent the big energy companies from inflating prices at their convenience and speculating to the detriment of consumers, a common practice in a free-market economy. It is true that the Federal Reserve did not put the brakes on in time to avoid heating up the economy as a result of the offer of additional working capital. This makes the Fed partly responsible for the inflation problem.
What is unfortunate is that hard reality made it necessary for President Biden to travel to Saudi Arabia to ask that it increase oil production, when only a few months earlier, on the basis of intelligence, he held the ruling prince accountable for ordering the grotesque murder of a Washington Post reporter.
That dealt a hard blow to democracy and respect for human rights.
Biden, ¿responsable?
La pregunta que se hacen millones de estadunidenses en esta difícil coyuntura económica es si el presidente Joe Biden es responsable directo de la inflación que asola a Estados Unidos. Para mala fortuna del presidente, y sin mediar el menor análisis, la respuesta es que, en alguna medida, sí lo es, según las encuestas de opinión.
Para las mentalidades más conservadoras, el pecado original del mandatario es haber inyectado grandes recursos en la economía, principalmente empleados en tres rubros: gasto en infraestructura, apoyo a la precaria economía de millones que estaban a punto del colapso económico debido al cierre de la economía por el efecto de la pandemia, así como el gasto para combatir dicha pandemia. El millonario flujo de dinero, en especial el destinado a las familias, produjo un desbalance en la economía que se tradujo en un incremento desproporcionado de la demanda, particularmente en artículos de consumo duradero. En general, el consumo de bienes inmediatos no creció en igual cuantía: la gente no comió más de un día para otro.
De acuerdo con diversos economistas, Krugman entre ellos, el aumento en los precios se debió más bien a la dislocación en la producción y transportación de mercancías. En los últimos meses, el principal factor inflacionario ha sido el aumento en el costo de los energéticos, la gasolina principalmente. En este sentido, la inflación no es privativa de Estados Unidos, sino un fenómeno que afecta a todo el mundo. Los problemas económicos por los que atraviesa Europa son prueba de eso. Vale revisar y desagregar algunos de esos factores para poner en contexto la pregunta que encabeza este artículo.
Primero, la respuesta del presidente a la precaria situación de los sectores más desprotegidos económicamente fue poner el dinero en sus bolsillos para que adquirieran lo más necesario para su sustento diario. No son pocos los que lo acusaron de “populista”; para ellos hubiera sido preferible dejar a la deriva del temporal a millones de familias. Quienes piensan así son los mismos que, con pandemia o sin ella, no tienen que privarse de lo necesario, pero acusan al presidente de atentar contra la democracia con medidas de apoyo a los pobres. Curiosamente son los que, al mismo tiempo, aprueban medidas para acotar el voto de millones de esos ciudadanos, lo que es una forma sui generis de defender la democracia.
Segundo, uno de los principales motores de la inflación ha sido el aumento extraordinario en el precio de los energéticos, la gasolina el principal de ellos. En este sentido la guerra en Ucrania ha sido un factor determinante. Según el Departamento de Comercio, el aumento en el costo de la gasolina tiene dos componentes: el incremento del precio en el crudo, producto de la guerra de Rusia contra Ucrania, y la especulación de las compañías petroleras. Tratando de contrarrestar la carestía de las gasolina, el gobierno de Estados Unidos abrió la reserva estratégica de petróleo, lo que permitió bajar los precios de ese energético.
Lo que no ha sido posible es evitar la especulación y el sobreprecio de la gasolina por parte de las corporaciones petroleras. La responsabilidad de Biden, en todo caso, radica en que no ha podido evitar que las grandes empresas energéticas inflen los precios a su conveniencia y especulen en perjuicio de los consumidores, una práctica común en una economía de libre mercado. Es un hecho que el Banco de la Reserva Federal no frenó a tiempo la oferta de circulante para evitar el calentamiento de la economía, por lo que también en parte es responsable del problema inflacionario.
Lo lamentable es que la dura realidad obligó al presidente Biden a viajar a Arabia Saudita para solicitar que aumentara la producción de petróleo, cuando sólo unos meses antes, con base en informes de los servicios de inteligencia, había responsabilizado al jeque que gobierna ese país por haber ordenado el grotesco crimen de un periodista de The Washington Post.
Fue un duro golpe a la democracia y para el respeto a los derechos humanos.
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These costly U.S. attacks failed to achieve their goals, but were conducted in order to inflict a blow against Yemen, for daring to challenge the Israelis.