The Play for Latin America

<--

La recomposición geopolítica en esta década del siglo XXI tuvo un fuerte impulso tras la invasión de Rusia a Ucrania. China, con su poderío militar, pero sobre todo económico, venía dando pasos importantes y sostenidos en la búsqueda de ampliar su influencia. Moscú, de igual forma, aunque reconociendo sus limitaciones, pretendía ocupar los espacios que Estados Unidos había dejado de lado tras décadas de conflicto en Irak y Afganistán y crisis económicas encadenadas.

En febrero pasado, cuando Vladímir Putin les ordenó a sus tropas avanzar hacia el oeste e iniciar la campaña bélica europea más grande de los últimos treinta años, el mundo tuvo que definir sus prioridades y escoger un bando. Auspiciados por Estados Unidos y la Unión Europea, la condena a Rusia fue generalizada en este lado del hemisferio, aunque en Asia y en África, el Kremlin recibió algunos espaldarazos. China, en un movimiento calculado, prefirió guardar silencio o comunicarse mediante discretas reuniones, pues la diplomacia del gigante asiático no puede tirar por la borda, tras décadas de cuidadoso crecimiento, sus pretensiones imperiales. En todo caso, lejos de una postura neutral, a Xi Jinping se le siente más cerca de Putin que de Occidente y el anuncio reciente de que China y Rusia realizarán entrenamientos militares conjuntos en territorio de este último entre agosto y septiembre corrobora que existe entre ellos un bloque. Para calmar un poco las aguas, Pekín aseguró que los ejercicios estaban preparados desde hace ya bastante tiempo y no tienen que ver con la situación “internacional actual”. Digan lo que digan, las consecuencias de su realización son claras.

Y si en lo militar el conjunto se fortalece, en lo económico avanza de forma contundente con la captación de naciones que ven en los enormes mercados asiáticos una oportunidad de diversificación. América Latina, en todos los casos, aparece como un territorio fundamental para disputar la hegemonía y, aunque desde hace décadas son evidentes los avances de las potencias enfrentadas a Occidente en este territorio, es esperable que en los años por venir la apuesta crezca. De nuevo la búsqueda de materias primas será la punta de lanza para que se den pasos de recomposición de alianzas en la región. A esto hay que sumar la construcción de infraestructura, la tecnología e incluso las vacunas (la Sputnik V hizo lo suyo en la pandemia).

Washington y Bruselas lo saben. Sus gobiernos dicen que preparan ofertas comerciales para evitar quedar rezagados en lo que por décadas fue su territorio de dominio. América Latina espera. En una disputa de tamaña dimensión, el subcontinente puede salir favorecido. Cada país tendrá que hacer un balance cuidadoso entre las ofertas expuestas, por más antiguas que sean algunas coaliciones o por más generosas que sean las nuevas manos. Hay que leer con cuidado el tablero. Está claro que no se parece en nada a aquel con el que estudiamos hace un par de décadas 

About this publication