México y EU: otra vuelta a la rueda
La complicada situación de seguridad es realzada por los continuos señalamientos del embajador Ken Salazar
México y Estados Unidos son dos países vecinos, con una relación complementaria y tan compleja que continuamente parecen empeñados en encontrar pretextos para nuevos problemas y divergencias.
En algunos casos, ciertamente, no tienen muchas dificultades para hallar temas de posible contención y diferendos.
Puede verse si no la situación actual, una que abre enormes posibilidades de integración económica pero también de desarrollo y evidente beneficio. Y choques legales, ideológicos, retóricos y de sentimientos lastimados.
Resuelto en principio el conflicto planteado por las distintas interpretaciones sobre las reformas mexicanas a las leyes de energía, ahora lo que puede convertirse en una fuente de diferendos se resume en tres conceptos: seguridad, certidumbre legal y medio ambiente.
La complicada situación de seguridad es realzada por los continuos señalamientos del embajador Ken Salazar, las últimas semanas, respecto a la importancia, la necesidad de ofrecer seguridad a la sociedad, toda vez que sin ella no puede haber progreso.
Salazar ha sido cuidadoso en subrayar que se trata de un problema que no es exclusivo de México, sino que incluye también a los Estados Unidos, y en subrayar la importancia de colaboración con respeto a la soberanía. “Como lo he hablado con los dos presidentes, no puede haber prosperidad si no hay seguridad”, planteó recientemente.
Pero el punto no es anecdótico. La posibilidad de robos de materias primas o productos terminados, especialmente de alta tecnología, no es una consideración menor para quienes podrían establecerse en México.
Los otros temas son más contenciosos en su propio ámbito.
Uno, el de certidumbre legal, se refiere a lo que los analistas económicos definen como “el clima general de negocios”.
“Los inversionistas exigen certeza, confiabilidad y transparencia” para arriesgar capitales, y en especial los cientos, o miles de millones de dólares necesarios para instalar en México industrias complementarias de alta tecnología o la fabricación de “chips”.
Pero no son pocos los analistas que dentro y fuera de México han subrayado la incertidumbre creada por la retórica del actual gobierno mexicano , sus tradicionales barreras burocráticas y su aparente renuencia a reconocer contratos a largo plazo y su presunta tendencia a actuar de forma impulsiva.
Tan injusta como se quiera, esa es la imagen que acompaña al gobierno del presidente Andres Manuel López Obrador desde sus inicios y una que no ayuda en su capacidad de atraer inversiones externas.
La otra, de medio ambiente, resulta un tanto más esotérica tiene raíces en el diferendo sobre energía, más allá incluso de los planteamientos legales, por cuanto es parte de una tendencia, que de hecho establece obstáculos a la importación de productos que no estén fabricados con respeto a determinados estándares ambientales.
Y más allá de que esté en leyes estadounidenses, es también una demanda social, tanto de grupos de inversionistas como de consumidores.
O como podría decir el exembajador Jeff Davidow, la danza del oso y el puerco espín.
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