El exmandatario exageró su patrimonio neto en miles de millones de dólares “para enriquecerse injustamente, para engañar al sistema”
El futuro político y personal del expresidente Donald Trump está en juego, y en alguna medida, con él, la suerte del Partido Republicano estadounidense y la dirección en que seguirá los próximos años.
La situación se hizo particularmente evidente tras los dos golpes judiciales que recibió Trump. Uno era esperado: la anunciada demanda de la Fiscal General del estado de Nueva York, Laetitia James, por una serie de problemas relacionados con asuntos fiscales.
De acuerdo con la denuncia, Trump exageró su patrimonio neto en miles de millones de dólares “para enriquecerse injustamente, para engañar al sistema”. La demanda incluye a sus hijos Donald Jr., Ivanka y Erik, como participantes en el esquema.
El segundo golpe fue la decisión de una Corte de Apelaciones, que autorizó al Departamento de Justicia continuar la revisión de documentos clasificados encontrados por agentes del FBI durante un cateo en la mansión de Trump en Mar-a-Lago (Florida). Trump afirma que él, como Presidente, desclasificó los papeles, pero no ha presentado a nadie que se haya enterado. Ni sus abogados.
El resultado de cualquiera de esos dos procesos puede obstaculizar, si no evitar por completo, una nueva campaña presidencial de Trump en 2024, para las que hoy aparece como el más viable candidato republicano.
Pero al mismo tiempo nadie niega que sea el principal líder de los republicanos, que será difícil que sea desplazado y que algunos de sus seguidores están dispuestos a llegar a posturas extremas. Trump afirma que la primera demanda es una cacería de brujas política, y que la segunda es una venganza de enemigos en los organismos de seguridad, el “estado profundo” cuya existencia denunció en su mandato.
Pero, en alguna medida, esos mismos son argumentos políticos y la promesa de mayores complicaciones. Trump y algunos de sus seguidores han advertido sobre la posibilidad de violencia al considerar que los ataques a él contribuyen a la polarización política del país. No son pocos los especialistas que han expresado temores en ese sentido.
Cierto que eso puede ser parte de las tácticas judiciales de Trump, que a lo largo de su vida adulta ha sido un ave de tempestades y muy en concreto el eje de poco más de cuatro mil juicios, especialmente mercantiles.
Muchos de esos procesos fueron para demandar reparaciones por daños y perjuicios, pero también para encarecer tanto el proceso que la otra parte se sintiera presionada a aceptar un arreglo ventajoso a los intereses de Trump.
La disposición de Trump al litigio no es simple deseo de pleito, sino una calculada estrategia para tratar de poner a su contrincante en una situación de desventaja. Y ciertamente habría que preguntarse en qué medida la política influye en los procesos contra el exgobernante. Pero también que él no está por encima de usar cualquier argumento y estrategia en beneficio propio.
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