What is certain is that since Donald Trump, the U.S. government has been somewhat tight-lipped regarding the issue of undocumented migrants in Mexico.
Migration problems and the situation on the U.S.-Mexico border will be a policy focus in Washington, but no one is sure of its role: a point of contention or one of agreement.
Or the most likely, as has been the case in the last few decades: a clash between two different visions of migration and its role in the U.S. With Congress split down the middle and tiny majorities, Democrat in the Senate and Republican in the House of Representatives, extremist groups and their demands gain strength.
What's certain is that both parties agree on the importance of resolving the problem that has eluded both sides, as much for supporters of greater openness as for those who favor more restrictive policies.
But there are important divergences in terms of how they do so, and in the meantime, the internal political game continues.
No one was surprised when former President Donald Trump, who ran on an explicitly anti-immigrant platform in 2016, repeated his stance in the speech announcing his intention to seek the Republican presidential nomination in 2024.
For the magazine Americas Quarterly, from the Americas Society, Trump has adopted a transactional approach to regional foreign policy: "As long as the governments of Central America and Mexico detained migrants, they would receive a blank check to dismantle democracy."*
The same magazine noted that in 2020, current President Joe Biden campaigned to change course, and that in his few months in office, curbing corruption and democratic erosion in Central America became the dominant theme of his Western Hemisphere policy. However, according to critics, these policies have now changed.
The truth is that since Trump, the U.S. administration has seemed somewhat tight-lipped regarding the problem of migrants in Mexico, although this is consistent with reports that the U.S. has assumed a hands-off policy in exchange for President Andrés Manuel López Obrador’s government adopting a migration policy that helps the U.S.
The fact is that the U.S. view of migration issues in Latin American countries, including Mexico, is determined by its own domestic policy interests.
In this sense, the political-electoral situation in Texas has become a point of contention. To begin with, it is a border state that bears the brunt of immigration problems and where there appears to be increasing pressure for tougher policies.
Democrats retained their seats in border districts, and at least two of them, Henry Cuellar and Vicente González, did so based on "hardline" positions that could be seen as a solution to retaining or winning voters in South Texas, that is, the border with our country.
*Editor's Note: This quote, while accurately translated, could not be independently verified.
Migración, otra vez
Lo cierto es que desde Donald Trump, el gobierno de EU parece un tanto callado respecto a los problemas de los indocumentados en México
Los problemas de la migración y la situación de la frontera entre Estados Unidos y México van a ser un foco de la política en Washington, pero nadie está seguro de su papel: ejes de disensión o puntos de acuerdo.
Y lo más probable, como ha sido las últimas décadas, de choque entre dos visiones diferentes de la migración y su papel en EU: con un Congreso partido por la mitad y minúsculas mayorías, demócrata en el Senado y republicana en la Cámara de Representantes, adquieren fuerza los grupos extremos y sus demandas.
Es cierto que ambas partes coinciden en la importancia de resolver un problema que ha sido elusivo para los dos lados, lo mismo que para partidarios de mayor apertura que para los de políticas más restrictivas.
Pero hay divergencias importantes en cuanto a las formas y mientras tanto se impone el rejuego de la política interna.
Nadie se sorprendió cuando el expresidente Donald Trump, quien se postuló con una plataforma explícitamente antiinmigrante en 2016, repitió su postura en el discurso con el que anunció su intención de buscar la candidatura presidencial republicana en 2024.
Para la revista Americas Quarterly, de la Sociedad de las Américas, Trump adoptó un enfoque transaccional de la política exterior regional: "mientras los gobiernos de América Central y México detuvieran a los migrantes, recibirían un cheque en blanco para desmantelar la democracia".
La misma revista anotó que en 2020, el ahora presidente Joe Biden hizo campaña para cambiar de rumbo y que en sus primeros meses en el cargo, frenar la corrupción y la erosión democrática en Centroamérica se convirtió en el tema dominante de su política hacia el Hemisferio Occidental, pero de acuerdo con sus críticos esa política ha cambiado.
Lo cierto es que desde Trump, la administración estadounidense parece un tanto callada respecto a los problemas de los migrantes en México, aunque es consistente con las versiones de que adoptó una política de manos fuera a cambio de que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador adoptara una política migratoria que ayude a Estados Unidos.
El hecho real es que la visión estadounidense en cuanto a los problemas migratorios de los países latinoamericanos, incluso México, está determinada por sus propios intereses de política doméstica.
Y en ese sentido, la situación político-electoral de Texas se convierte en un punto de pugna: para empezar es un estado fronterizo que lleva gran parte del peso de los problemas migratorios y donde hay lo que parece una creciente presión a favor de políticas de mayor dureza.
Los demócratas conservaron sus curules en los distritos fronterizos y al menos dos de ellos, Henry Cuellar y Vicente González, lo hicieron con base en posturas "de línea dura" que podrían llegar a ser consideradas como solución para retener o ganar a los votantes en el sur de Texas, o sea la frontera con nuestro país.
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