Blanqueando a Maduro
Está el chavismo exultante ante el auxilio de oxígeno suministrado por Biden al amparo de la guerra de Ucrania. Cantaban ayer las escuadras bolivarianas las glorias del líder supremo, elevando a los altares a Maduro como «arquitecto de la paz», «presidente del pueblo» y «conductor de la victoria». Y es que el líder venezolano no podía imaginar que, sin mover un dedo hacia la democracia, sin comprometer elecciones auténticamente libres, sin liberar a uno sólo de los 251 presos políticos enjaulados en sus cárceles, sin reconocer los horrores cometidos por un régimen que dura ya 20 años, le iba a caer del cielo un maná de 3 mil millones de dólares para socorrer a una nación que, pese a su riqueza petrolera, mantiene en la pobreza a ocho de cada diez personas. Y de la que han huido siete millones de ciudadanos hastiados ante una supuesta «democracia» que lo es solo en apariencia, pues carece de separación de poderes, los miembros del supremo tribunal se nombran a dedo, se fustiga a la oposición, se persiguen las ideas críticas y la prensa libre ha desaparecido por completo.
Claro que eso importa poco cuando están por encima los intereses. Los demócratas americanos saben bastante al respecto. No importa demasiado abrazar a un dictador si éste nos conviene. Da igual que sea árabe o africano, asiático o latino. Y Maduro le es necesario ahora a Biden, pues precisa de su petróleo. A tales efectos, no es relevante la íntima amistad del chavista con Putin ni que Venezuela no condene la agresión de Rusia a Ucrania. A la hora de la verdad, lo único ciertamente conveniente es que el dictador se pliegue ante Washington, y ya se cambiará la estrategia cuando nuevamente convenga.
La excusa orquestada para justificar tal viraje es el acuerdo alcanzado en México entre Maduro y parte de la oposición venezolana para desbloquear 3 mil millones de dólares de las sanciones a Venezuela. En teoría el dinero lo va a repartir la ONU para evitar que el régimen esquilme esos fondos, como de hecho ha ocurrido con los 500 mil millones de dólares recibidos por los gobiernos bolivarianos desde que Chávez subió al poder. Pero difícilmente la ONU va a poder hacer bien ese trabajo si no cuenta con el régimen. En realidad es apenas una declaración de intenciones, como cuando dice Washington que «se han detectado pasos concretos» de Caracas para la restauración de la democracia. No dice qué pasos, por supuesto. Se trata simplemente de justificar la decisión de volver a extraer petróleo venezolano, a la que de inmediato se han sumado con entusiasmo el Reino Unido, Canadá y la UE. Si ayer reconocían a Guaidó como presidente legítimo encargado de Venezuela, hoy ya nadie se acuerda de él. Todos blanquean a Maduro. El oro negro bien merece la pena, por mucho que la «agenda verde» común reniegue del petróleo y los combustibles fósiles.
Tal vez por ello una parte de la oposición dice que lo de México no fue una mesa de negociación sino de «extorsión». Había que llegar a un acuerdo porque lo mandaba Biden. «Una buena tajada para cada uno de los representados, incluida la ONU». Pero a un amplio sector de los venezolanos allí, no les representaba nadie.
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