Respiro para la democracia
Los resultados electorales en el estado de Georgia son un respiro para la democracia, asediada en todo el mundo por el resurgimiento del populismo
Los candidatos republicanos a gobernador y secretario de estado en Georgia lograron la reelección con holgura en un territorio ferozmente disputado por el Partido Demócrata. Brian Kemp aventajó a su rival por más de siete puntos y Brad Raffensperger consiguió la victoria con un margen superior a nueve. Ambos enfrentaron a precandidatos respaldados por Donald Trump y triunfaron en los comicios internos pese a la abierta hostilidad del expresidente. Ahora, se impusieron en la elección general sin su apoyo.
En cambio, Herschel Walker, célebre por sus hazañas en el fútbol profesional de las décadas de los setenta y ochenta, intentó llegar al Senado con el apoyo de Trump, pero cayó derrotado el martes, en la segunda ronda electoral exigida por la legislación de Georgia cuando ningún candidato supera el 50% de los votos en la primera.
La principal diferencia entre Walker y los funcionarios reelegidos radica en el compromiso con el sistema democrático. El primero, escogido a dedo por Trump para representar al partido en la contienda electoral, se adhirió a las falsedades propagadas por el expresidente para anular las elecciones presidenciales del 2020. Kemp y Raffensperger, por el contrario, rechazaron las presiones de la Casa Blanca para alterar los resultados.
La grabación de una llamada telefónica registró, para la historia, la insistencia de Trump para que Raffensperger “encontrara” poco más de 11.000 votos requeridos para superar a Biden en el estado. “La gente de Georgia está enojada, la gente del país está enojada, y nada tiene de malo decir que revisaste el cálculo”, dijo Trump al secretario de estado, máxima autoridad electoral en la circunscripción.
Pese a la afinidad partidista, Kemp y Raffensperger rechazaron colaborar con el intento de fraude y así nació la antipatía de Trump hacia ellos. Por eso, sus holgadas victorias en primera ronda y la derrota de Walker en la segunda son un respiro para la democracia, asediada en todo el mundo por el resurgimiento del populismo, en gran parte, a consecuencia de la transformación política de los Estados Unidos por el fenómeno Trump.
Los mismos electores, el mismo día, premiaron la fidelidad a los valores democráticos de Kemp y Raffensperger y mandaron a Walker a la segunda ronda, de donde saldría derrotado. Ni siquiera el militante apoyo de Kemp en la última fase de la campaña logró salvarlo del pecado original de su candidatura.
Otros factores contribuyeron a la derrota de Walker; sin embargo, la sombra de Trump la constituye en el más dramático rechazo de los votantes a los espurios alegatos de fraude electoral esparcidos por el expresidente, primero, para permanecer en el poder y, luego, justificar su propio fracaso.
No obstante, lo sucedido en Georgia no es el único indicador del hartazgo con los cuestionamientos al sistema democrático y la pureza electoral. Para lograr el apoyo de Trump, los candidatos a cargos de todo nivel en las recién pasadas elecciones a mitad del mandato debían acoger la tesis del fraude. Así lograron la nominación republicana; no obstante, casi todos perdieron la elección general, en especial los aspirantes a secretarios de estado, como Kim Crockett, en Minnesota, y Kristina Karamo, en Michigan.
Los republicanos esperaban una resonante victoria en las elecciones de noviembre. No la lograron pese a la inflación y la impopularidad del presidente Biden. Obtuvieron una estrecha mayoría en la Cámara de Representantes y perdieron un escaño en el Senado. Entre las razones del fracaso, las encuestas señalan el ataque al sistema electoral, y los republicanos están pasando la factura a Donald Trump, quien ya no hace reyes ni les impide coronarse. Son buenas noticias para la democracia.
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