El presidente Roberto F. Chiari pertenecía a una de las cinco familias más ricas de Panamá y sus principales empresas hacían negocios con Estados Unidos. Sin embargo, tras los acontecimientos del 9 de enero de 1964, no dudó un solo momento en tomar la medida correcta, poniendo la dignidad del país por delante de sus intereses personales, comerciales e ideológicos. Su decisión de romper relaciones con dicha potencia, la tomó sin alardes de nacionalismo hipócrita y politiquero.
Ese día, dirigentes estudiantiles de la Universidad de Panamá, de pensamiento de izquierda, fueron a solicitarle al presidente Chiari que hiciera un pronunciamiento fuerte contra el coloso del norte. Llegaron tarde, porque don Nino les respondió que acababa de romper relaciones con ese país. La sorpresa de los dirigentes estudiantiles fue enorme; se trataba de una acción valiente e inédita que no habían imaginado.
Cuando Chiari habló con el mandatario de Estados Unidos, Lyndon Johnson, le respondió siempre en español, a pesar de que hablaba inglés perfectamente. Su mensaje fue claro: el Tratado de 1903 tendría que modificarse, porque esas cláusulas colonialistas eran el origen de los tristes sucesos que habían ocurrido. El presidente Johnson lo trató de persuadir, expresándole que enviaría en las próximas horas al secretario de Estado, pero Chiari reiteró el mensaje: “Lo que le he dicho a usted es lo mismo que le diré a él”.
El “presidente de la dignidad”, como se le conoce a Roberto F. Chiari, siguió mostrando que la defensa de los intereses de Panamá era lo más importante, al designar como jefe de la misión que viajaría a Washington para negociar las nuevas condiciones que permitieran un nuevo tratado a Miguel J. Moreno, quien era su adversario político. Se trataba de la persona apropiada para tan delicada misión, ya que convergía en él el conocimiento y el amor a la patria.
Tras cuatro meses de intensas negociaciones, se logró el acuerdo Moreno-Bunker, que sentó las bases para las negociaciones que finalmente hicieron posible los tratados Torrijos-Carter. Quiero recordar que Ellsworth Bunker, quien firmara el acuerdo por Estados Unidos, también formó parte del equipo negociador para los Tratados de 1977.
No puedo dejar de mencionar la posición vertical y patriótica de don Miguel Moreno en esas negociaciones, a pesar de las presiones no solo de Estados Unidos, sino de algunos gobiernos latinoamericanos, que le solicitaban en el seno de la Organización de Estado Americanos, que Panamá reestableciera de inmediato las relaciones con Estados Unidos, aunque no se hubiese alcanzado un acuerdo sobre el tratado canalero. En el libro Misión en Washington, de obligatoria lectura para todo panameño, están descritas todas las dificultades que tuvo Moreno y su equipo en su importante misión.
Lo sucedido nos abrió el camino y produjo el sustento legal para que el general Omar Torrijos pudiera, 13 años después, alcanzar lo dicho por el presidente Chiari al presidente Johnson.
Torrijos claro que tiene un papel importante en la historia de nuestro país y no se lo podemos regatear, porque desarrolló una estrategia muy sagaz, al internacionalizar la causa panameña para lograr alcanzar lo que los panameños deseábamos.
Pero de la misma manera debemos honrar a Roberto F. Chiari, artífice de algo inimaginable e inédito: convertir a Panamá en el único país de la región que rompió relaciones con Estados Unidos. Se trató de una acción valiente tomada en aquellos movidos años 70 por un pequeño país.
La nación aún está en deuda con el presidente Roberto F. Chiari y con el jefe negociador Miguel J. Moreno. Tenemos la obligación de exaltar a estos dos grandes panameños ante los 4 millones, haciendo que se conozca la historia, su valiente actuación, las grabaciones de la conversación entre Chiari y Johnson, leyendo el libro Misión a Washington, y honrando la memoria de los que hicieron posible que hoy seamos soberanos en todo el territorio nacional.
Ese es el legado del 9 de enero y del presidente de la dignidad.
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