The 3 Amigos

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Por estos días se celebra en México la décima Cumbre de Norteamérica, tres países que llevan décadas tratando de aprovechar el destino que los hizo vecinos en un subcontinente, cuya frontera exacta nunca se supo con certeza si es el Río Grande o el Río Suchiate, que separa México de Guatemala.

Tres Estados federales, muy diferentes, que por años se ignoraron mutuamente hasta que se dieron cuenta de que la vecindad sí importa. Canadá, tierra de hielo, miembro de la Commonwealth, cuya cabeza de Estado es la monarquía británica, fundado por aventureros ingleses y franceses que al igual que sus vecinos al sur desplazaron a las poblaciones nativas, que alcanzó su independencia en 1867 sin necesidad de guerra. Estados Unidos, excolonia británica que rompió las amarras con su patrón, la tierra del libre y el valiente, tierra de esclavos, país que nace con un destino manifiesto, cuyos límites no son sus fronteras geográficas, sino el planeta todo. Y México lindo y querido, católico, tierra de revoluciones, emperadores y corridos, uno de cuyos principales festivos es el Día de los Muertos.

Mientras que Canadá le ganó, pacíficamente, a Estados Unidos la disputa por la posesión de la gigantesca isla de Terranova, México fue despojado de más de dos millones de kilómetros cuadrados por su vecino, que lo compensó con US$15 millones. Mejor nos fue a nosotros con Panamá. Norteamérica cubre una extensión de 24 millones de kilómetros cuadrados y cuenta con una población de unos 500 millones de habitantes.

Fue la firma en 1992 del Nafta, tratado de libre comercio, el que marcó el comienzo de una integración comercial que generó profundas transformaciones en las economías de los tres países. El tratado que sobrevivió a la embestida de Trump, hoy llamado USMCA, creó la zona de libre comercio más grande del mundo, con una insaciable capacidad manufacturera, cadenas de suministro integradas y creciente intercambio de servicios. Como síntoma de una integración a medias, adolece aún de libre movimiento de personas, estilo Unión Europea.

El enorme poder comercial del bloque no se ha traducido en fortaleza diplomática conjunta, por las diferencias de visión que prevalecen originadas, entre otras, en su herencia histórica, cultural y religiosa. En momentos que la geopolítica global está alabastrada, Estados Unidos y China en abierta competencia, guerra en Ucrania y demás, esta cumbre de los tres amigos debería, en teoría, ser importante en la medida de que Norteamérica recalibrara la naturaleza de sus relaciones y las profundizara. Hasta ahora lo que hay, sin embargo, es una agenda muy puntual, limitada a comercio, seguridad, narcotráfico, emigración y pandemia, que no trasciende a temas estratégicos en el desafiante entorno geopolítico del siglo XXI. Frente a Rusia contrastan la postura de la Norteamérica anglo con el México de AMLO, al igual que en cambio climático y defensa de la democracia en América Latina, amén de otros asuntos.

Al fin de cuentas, para efectos de alianzas, anglo es anglo y los demás son los demás.

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