The handling of classified files is a sensitive issue for the U.S. government, a nation where leaks are a way of doing politics.
A double political and security scandal is rocking U.S. politics, calling into question the handling of classified documents by former Republican President Donald Trump and sitting Democratic President Joe Biden.
Trump, first, is fighting a legal battle over classified U.S. government documents that were found improperly stored at his Florida residence, the golf club Mar-a-Lago, last October.
It is a considerable scandal, and the fact Trump has decided to litigate only makes it worse.
In the meantime, the midterm elections took place, and contrary to hopes for a sweeping victory, Republicans won only minimal control of the House of Representatives, where a "hard" right-wing minority now leverages considerable power and is advancing a policy of confrontation with Biden and the Senate.
Under these conditions, Biden's office reported 10 days ago that his lawyers found classified documents in an office the Democratic president occupied as vice president before he left in 2018. The White House has agreed to cooperate with the Department of Justice. But the problem is more political than legal.
The handling of classified files is a sensitive issue for the government of the U.S., a nation where leaks are a traditional way of doing politics.
People found guilty of mishandling classified documents face serious penalties given that such material could compromise U.S. national security by making intelligence available to potentially hostile countries or groups, publicizing covert operations and endangering the lives and safety of intelligence agents.
The list of possible consequences is long. Yet there are a considerable number of people with access to classified documents at various security levels.
In this context, judgment about the gravity and legality of alleged crimes committed by both men depends on political interests and partisanship, as has become the norm in modern society.
But while Trump's situation concerns a figure who is now in the middle of a struggle to maintain his political life and personal influence in the Republican Party, Biden's situation concerns the incumbent president himself.
Worse yet, it’s happened as public opinion about the president and his work was improving.
But the case makes Biden an ideal target for investigation by select House committees whose primary objective is to undermine democratic government, demonstrating the dangers this situation poses to the well-being and security of the United States.
Problema político para Biden
El manejo de archivos secretos es un punto sensible para el gobierno de EU, una nación donde las filtraciones son una forma de hacer política
Un doble escándalo político y de seguridad sacude al aparato de los Estados Unidos, al poner en cuestión el manejo de documentos secretos por parte del expresidente republicano Donald Trump y del actual mandatario demócrata, Joe Biden.
Trump, primero, lucha legalmente por la forma en que documentos secretos del gobierno estadounidense fueron encontrados indebidamente y mal guardados en su club de golf de Mar-a-Lago, donde tiene su residencia, en Florida, el pasado mes de octubre de 2022.
El escándalo es considerable y el que Trump haya decidido litigar el tema sólo contribuyó a hacerlo mayor.
En el ínterin, hubo elecciones legislativas y contra sus esperanzas de una amplia victoria, los republicanos ganaron sólo el mínimo control de la Cámara de Representantes (diputados), donde ahora una minoría de derecha "dura" aprovecha para ejercer un considerable poder y promover una política de enfrentamiento con Biden y la Cámara de senadores.
En esas condiciones, hace 10 días la oficina de Biden informó que sus abogados habían hallado documentos secretos en una oficina que el demócrata ocupó al dejar la vicepresidencia en 2018. La Casa Blanca ofreció además, colaborar con el Departamento de Justicia.
Pero el problema puede ser menos legal que político.
El manejo de archivos secretos es y ha sido hace tiempo un punto sensible para el gobierno de Estados Unidos, una nación donde las filtraciones son una forma tradicional de hacer política.
Los responsables del mal manejo de documentos secretos son severamente castigados cuando son sorprendidos, ante la posibilidad de que comprometan la seguridad nacional de EU al poner su información al alcance de países o grupos potencialmente hostiles, hagan públicas operaciones encubiertas y pongan en peligro la vida y la seguridad de agentes.
La lista de posibilidades es larga. Pero el hecho es que hay una considerable cantidad de personas con acceso a archivos de diversos niveles de seguridad.
En ese marco, la opinión en torno a la gravedad y la legalidad o la ilegalidad de los posibles delitos cometidos por ambos personajes crece o disminuye en relación a gustos y partidarismos, como ya es habitual en las sociedades modernas.
Pero mientras la situación de Trump afecta a un personaje que se encuentra ahora en medio de una lucha por mantener su vida política y su influencia personal en el Partido Republicano, la de Biden se refiere al propio Presidente en ejercicio de Estados Unidos.
Peor aún, ocurre cuando la aprobación pública del Presidente y su trabajo iban en aumento.
Pero el caso hace de Biden un blanco ideal para las proyectadas investigaciones de comités especiales de la Cámara baja con la misión fundamental de socavar al gobierno demócrata y demostrar al público los peligros que representa para el bienestar y la seguridad de Estados Unidos.
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