Por razón natural, la atención estará centrada en las conversaciones bilaterales entre los presidentes López Obrador, de México, y Joe Biden, de EU
La Décima Reunión Cumbre de Líderes de América del Norte que inició, de hecho, la noche del domingo en la capital mexicana es un ejemplo de los problemas y ventajas de la creciente integración regional.
Por razón natural, la atención estará centrada en las conversaciones bilaterales entre los presidentes Andrés Manuel López Obrador, de México, y Joe Biden, de Estados Unidos sobre temas como migración, seguridad fronteriza y narcotráfico –en especial de fentanilo–, comercio y cambio climático. Las diferencias están en los ángulos de cada uno y puede afirmarse que no hay nada nuevo bajo el sol: migración, narcotráfico, seguridad, son y han sido por años los temas dominantes.
Pero esta vez hay énfasis distintos. Para el estadounidense, la temática incluye problemas como la necesidad de cooperación en cambio climático, simbolizado ahora por la brutal sequía que azota el oeste de EU y el noroeste de México, y por los desacuerdos y posibilidades de acuerdo sobre energía e inversiones en energía limpia y sus secuelas.
Y eso hace ver que aún en desacuerdos está presente la enorme integración entre los dos países, directamente, y entre las tres naciones norteamericanas de manera indirecta. Para Biden, por ejemplo, migración y seguridad fronteriza –en específico el tráfico de fentanilo– son temas prioritarios porque son parte importante de la agenda política doméstica de Estados Unidos, y se tiene la certidumbre de que serán parte importante del arsenal de sus adversarios republicanos en la ya inminente campaña presidencial de 2024.
De una forma u otra representan el impacto de problemas vinculados con México y las visiones negativas que los acompañan, tienen en la política estadounidense.
Para López Obrador la agenda es similar a la de otros años: tráfico de armas, migración, fronteras.
En qué medida vayan a jugar otros diferendos políticos está por verse. La abstención mexicana en temas como Ucrania o la ayuda a Cuba a través de su contratación de médicos, la interacción económica con China, pueden tener algún impacto.
Pero a querer o no se sobreponen las necesidades de la vecindad y de la creciente integración regional. En otras palabras, la geopolítica.
Mal haría López Obrador si no aprovecha la oportunidad creada por el momento económico internacional y la tendencia al nearshoring o friendshoring –para agilizar y facilitar las cadenas productivas–, por más que eso se traduzca en una mayor integración con Estados Unidos y Canadá.
Pero habría que recordar las recientes declaraciones del premier canadiense, Justin Trudeau, en el sentido de que la solución del diferendo político-comercial sobre las industrias de energía pueden ser la clave para el desarrollo de México.
Ese es un punto que a partir de visiones distintas han hecho personajes de la izquierda latinoamericana, hoy entregados al sueño de la integración de Sudamérica bajo el liderazgo de brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
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