La población está dividida entre quienes consultan la información, la leen cuidadosamente y deciden, con base en los datos publicados, qué aceptar o qué no (ahí estoy yo cuando se trata de ciencia médica), quienes no consultan o no entienden los datos publicados en cierta área, pero confían en las instituciones, universidades, empresas, colegios, asociaciones y expertos certificados en el tema y en consecuencia, aceptan los hechos y siguen las recomendaciones (ahí estoy yo cuando se trata, por ejemplo, de astronomía, aeronáutica, agronomía o ingeniería) y quienes no aceptan nada, no leen ni exploran la literatura, se forjan una creencia y sustentan sus argumentos con un video o entrevista de lo que alguien dijo en redes sociales, televisión o radio (ahí nunca estoy). Lo más curioso del asunto es que quienes viven en este tercer grupo se perciben a sí mismos como muy inteligentes, porque han descubierto los diversos complots que una mente superior ha ideado para controlarnos y se dirigen al resto de la población como si fueran los profetas que quieren despertarnos de nuestra ignorancia.
La semana pasada, el New England Journal of Medicine publicó dos estudios que muestran que la respuesta humoral y neutralización del SARS-CoV-2 es mejor cuando se utiliza la vacuna bivalente, que incluye diversas secuencias de la cepa ómicron y otras mutaciones más recientes. Este resultado era de esperarse porque, si la vacuna utilizada solo tiene las secuencias de un virus que ya mutó, evidentemente la respuesta inmune contra el virus mutado será de menor calidad. Por supuesto, había que demostrarlo. La ciencia no se basa en creencias, sino en resultados. Aparentemente es mejor utilizar vacunas nuevas con secuencias, más cercanas a las que imperan en este momento. El virus muta a tal velocidad que es imposible desarrollar una vacuna nueva con la misma velocidad, pero mientras más se acerque mejor. Desafortunadamente, por razones políticas, más no científicas, en México no tendremos acceso a vacunas bivalentes, sino a una que se hizo con la secuencia original, lo cual genera más desigualdad, porque quien tiene medios puede ir a recibir una mejor vacuna en el extranjero y quien no los tiene, no puede hacer eso.
En redes sociales, recientemente un miembro del tercer grupo me acusó de deshonesto porque “sigo recomendando las vacunas anti-COVID cuando ya se demostró que es un fraude”. Deshonestidad es hacer algo contrario a lo que ya sabes que está bien (como cierta persona que está de moda). Si los datos publicados en las revistas de mayor prestigio en el mundo te convencen de que las vacunas son efectivas, no es deshonestidad recomendarlas. Si durante el 2020 en el Instituto vimos fallecer centenas de pacientes por COVID y desde que se introdujeron las vacunas la mortalidad fue disminuyendo hasta prácticamente desaparecer, tampoco es deshonesto recomendarlas. Decir que ya fue demostrado que las vacunas son un fraude, eso no tiene fundamento real y solo existe en la imaginación de quienes han decidido hacer de su vida una cruzada a favor de una creencia infundada. Estoy seguro de que publicado este editorial voy a recibir tuits agresivos, acompañados de un video de alguien que, con micrófono en mano, asegura que las vacunas no sirven, lo cual insisto, para ellos es suficiente prueba.
Las vacunas anti-COVID han sido fundamentales para que el mundo regresara a la situación actual de apertura. Sin embargo, no dejemos de vigilar porque el virus muta con frecuencia. Es probable que durante algunos años se requiera de refuerzos con que contengan nuevas secuencias.
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