Un diálogo de sordos
La postura de López Obrador es la que se hubiera esperado de él: fuerte e intensa. Su intervención lo pone en choque público no con el gobierno de EU
Es una discusión que nunca debió ocurrir, por lo menos al nivel que se ha desarrollado. Es un pleito entre políticos con la atención puesta en sus propias audiencias internas, por más que parezca un intercambio.
Y no ayuda a resolver las cosas ni a aclarar la situación, porque las críticas a la actuación del gobierno mexicano frente al fentanilo son en buena medida vías indirectas de políticos republicanos para atacar al presidente Joe Biden y la “debilidad” de los demócratas.
El hecho es que el “debate” entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y el diputado Dan Crenshaw, con el senador Lindsay Graham como coro, pone a uno como valiente defensor de la Patria –desde un podio– y a los otros como preocupados servidores públicos por el bienestar de sus constituyentes.
Pero el primero, López Obrador, les dio a los segundos una categoría que no tienen. Los puso a nivel de jefe de Estado. Crenshaw, representante electo de un distrito de entre 600 mil y 700 mil habitantes, puede ser y es un legislador en ascenso que se acaba de encontrar un filón político espectacular.
Pero es uno de 435. Graham es un senador por Carolina del Sur siempre dispuesto a figurar. La campaña electoral de Crenshaw, el próximo año, podría bien girar alrededor de su “debate” con López Obrador: no sólo interpeló al Presidente a propósito de problemas de narcotráfico en México sino también le reprochó “consentir” la actividad de los criminales.
Más allá de lo que pudiera considerarse como un legitimo interés en la salud de sus constituyentes, Crenshaw es un político en busca de publicidad y aprovecha el tema tanto para posicionarse como un vigoroso nacionalista frente al “agresor” narco extranjero como en un portavoz de campaña electoral republicana de 2024.
La postura del presidente López Obrador es la que se hubiera esperado de él: fuerte e intensa. Su intervención lo pone en choque público no con el gobierno de EU, con el que ha tenido sus propios roces, sino con opositores de ese gobierno, los republicanos, pero sigue dirigiéndose más al público nacional, para obtener su apoyo frente a críticas externas que en un esfuerzo para aclarar las percepciones estadounidenses.
Por estilo, o falta de consejo y análisis, AMLO quedó abierto a aparecer en la campaña política electoral estadounidense de 2024 como uno de los villanos internacionales favoritos de los republicanos, no al nivel del ruso Vladimir Putin o el chino Xi Jinping, pero un buen lugar, especialmente en las regiones fronterizas, o las que se sienten más afectadas por el fentanilo.
Fiel a su estilo, López Obrador se puso en primera línea desde un principio de la respuesta nacional a los ataques políticos de un sector del Partido Republicano, que ahora está convencido de haber tocado un punto sensible tanto para México como para el gobierno Biden, y probablemente mantendrá el ataque durante los próximos 20 meses, hasta las elecciones presidenciales, allá y acá, y quizá después.
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