A Security Belt To Deal with China

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Cinturón de seguridad ante China

Se vislumbra una doble globalización: la de los aliados occidentales y la articulada en torno al eje Pekín-Moscú.

El pacto de seguridad suscrito por Estados Unidos, el Reino Unido y Australia, conocido como AUKUS, suministra nuevos argumentos a cuantos creen que la rivalidad que enfrenta a Pekín y Washington lleva inexorablemente a una nueva guerra fría y deja bastante desasistida la hipótesis de una paz fría, cuya característica principal sería, de hacerse realidad, que la rivalidad entre superpotencias nunca pondría en peligro la buena marcha de los negocios en el seno de la economía global. Porque al suministrar a Australia un total de cinco submarinos nucleares a partir de 2030, dentro de un programa de amplio espectro con intercambio de recursos y tecnología por un valor de 120.000 millones de dólares, no se hace otra cosa que completar el cinturón de seguridad frente a China, de Corea del Sur al sudeste asiático. Un escenario que incluye tres teatros de operaciones de gran importancia para Pekín: Taiwán, que pretende anexionarse; el mar de la China Meridional, cuyo control estratégico reclama; y los estrechos que comunican los océanos Índico y Pacífico, vitales en el transporte de energía y de toda clase de mercancías.

La llamada ‘angloesfera’ se apresta así a perseverar en una política específica para contener a China desgajada de la europea, facilitada la operación por la guerra de Ucrania, donde el Gobierno chino emite señales de comprensión cada vez mayores para la invasión desencadenada por Rusia, aunque practica la ambigüedad en sus declaraciones públicas. Y facilitado asimismo el AUKUS por el Brexit, que ha dejado las manos libres a los gobiernos conservadores de Londres para gestionar con acento propio la complejidad de la relación con China, el alcance de la nueva Ruta de la Seda, en cuyo desarrollo tanto empeño pone Xi Jinping para proteger su vínculo con la UE, el primer mercado receptor de sus exportaciones.

El disgusto manifestado por el Gobierno chino, que culpa al nuevo pacto de una mayor militarización de la cuenca del Pacífico, de violar el Tratado de No Proliferación y de acrecentar los riesgos de una escalada era tan previsible como la impresión de que, salvo atenuación del griterío, está en grave riesgo la globalización de la economía tal como se concretó en el tránsito del siglo XX al XXI. No solo porque los intercambios comerciales precisan un clima de confianza en todos los ámbitos, sino porque gana adeptos un neoproteccionismo que permite vislumbrar una nueva doble globalización: la de los aliados occidentales y la articulada en torno al eje China-Rusia, con un gran poder de expansión en el Sur Global. Con inquietantes incógnitas de por medio como el efecto que tal esquema puede tener en un campo capital como el de las nuevas tecnologías, donde China y Taiwán son actores principales.

En esa nueva guerra fría en construcción han saltado por los aires la mayoría de supuestos manejados por los ‘think tank’. Frente a ellos se arma a toda prisa un andamiaje de última generación en el que China ya no es la potencia apegada a una defensa a ultranza del ‘statu quo’ y Estados Unidos ve amenazada su condición de árbitro indiscutido. Con la competencia tecnológica y la militar situadas en un mismo plano en la carrera por la hegemonía a escala planetaria.

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