China and the United States: Rising Tensions

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A finales del año pasado y tras la reunión entre los presidentes Biden y Xi en Indonesia, planteábamos con moderado optimismo la posibilidad de que las relaciones entre las dos grandes potencias cambiaran el rumbo cada vez más antagónico que estaban tomando, y que la apertura del mundo post-COVID permitiera un trabajo más armónico en búsqueda de soluciones conjuntas a los grandes desafíos globales, como el cambio climático.

Desafortunadamente, la realidad de estos primeros meses del año ha sido otra. La edición más reciente de la revista The Economist expresa literalmente en su portada que el estado de esta relación “es peor de lo que uno piensa”. En Washington y Beijing hay una actitud de paranoia ante la amenaza que representa el otro país, y hoy las voces que buscan un acercamiento o cooperación son casi inexistentes.

En medios oficiales chinos como el China Daily o el Global Times se repite constantemente la afirmación de que Estados Unidos busca, con distintas medidas y alianzas, frenar el desarrollo de China como nueva potencia en un mundo multipolar. Esta misma visión es hoy casi unánime tanto en los mensajes de sus líderes como en las conversaciones en los círculos intelectuales. Por otro lado, en Estados Unidos, uno de los pocos temas que tiene apoyo bipartidista es el de la necesidad de contener a China, que representa una amenaza al papel de la principal superpotencia, a sus alianzas y a los sistemas de gobierno que apoya.

Cuando se esperaba que el secretario de estado Blinken visitara a Beijing a principios del año, lo que podría abrir el espacio para un diálogo más fluido, ocurrió el incidente del famoso “globo espía” y el encuentro fue cancelado. Desde entonces se ha producido una cascada de acontecimientos que han exacerbado la desconfianza mutua. Por mencionar algunos: la reciente visita de Xi a Putin en Rusia en la que ambos ratificaron su entendimiento mutuo. Aunque China no ha apoyado abiertamente la intervención militar en Ucrania, tampoco la ha condenado expresamente, y ahora promueve una fórmula de compromiso que no es bien recibida en Occidente.

En los últimos días la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, de camino a Centro América (Guatemala y Belice, que son de los pocos países que aún reconocen a Taiwán después de que Honduras acabase de establecer relaciones con China) está pasando por los Estados Unidos extraoficialmente, pero se espera que se reúna con el presidente de la Cámara, Kevin McCarthy (al momento de escribir esta columna, esto aún no ha sucedido). Si hay un tema de gran riesgo en la relación es el de esta isla. Un malentendido puede conducir fácilmente a una guerra regional y posiblemente mundial.

Finalmente, en este ambiente enrarecido, es cada vez más evidente la decisión de buscar de lado y lado un “desacoplamiento” de las economías, comenzando por sectores estratégicos en temas tecnológicos y militares. China está tratando de desarrollar internamente muchas de sus necesidades en estos campos, pero hay algunas industrias como la de los chips más avanzados, que todavía están a años o décadas de lograr lo que las empresas taiwanesas y de otros países hacen hoy, y ahí es precisamente donde Estados Unidos está aumentando las restricciones. Otra noticia en desarrollo es la posibilidad de bloquear o limitar aplicaciones exitosas de origen chino como TikTok en Estados Unidos y países aliados.

Es tal el deterioro de las relaciones, que ya se habla de establecer mecanismos de comunicación de emergencia como los de la Guerra Fría. Sin duda, el avance en cualquier dirección marcará el futuro de las dinámicas internacionales y afectará las decisiones de todos los países, incluido Colombia. ¡Amanecerá y veremos!

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