Biden’s Affliction

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La aflicción de Biden

A Joe Biden se le acumulan los retos y los disgustos. Desde que anunció su candidatura a las presidenciales de 2024, todo han sido sobresaltos y contratiempos. Ni siquiera la visita de Pedro Sánchez ha logrado relajarlo; pues, al tiempo que nuestro presidente lo complacía en su cuita sobre el cambio climático y la transición energética y ecológica, e incluso accedía a acoger a un número significativo de inmigrantes para, supuestamente, cubrir las necesidades de mano de obra básica de nuestro país, le reiteraba la solicitud de España de retirar cuanto antes las tierras radioactivas de Palomares, así como nuestro disgusto por las trabas burocráticas, impositivas y aduaneras que siguen afectando a exportaciones como la de nuestra aceituna negra. Y si bien se acordó “avanzar cuanto antes” en estas cuestiones, son otros los temas que le quitan el sueño al inquilino del Despacho Oval.

Por un lado, su preocupación por la invasión rusa de Ucrania; una guerra que, según los altos mandos militares y las agencias de inteligencia, va para largo, lo que incidirá en la paulatina merma de ayuda económica y militar. Además, Biden sabe que un 46% de los estadounidenses desea que esta ayuda no se extienda mucho más allá de un año; e incluso dentro de las filas demócratas se detecta una notable fatiga y hasta posturas proclives a pactar una solución consensuada con Rusia. Por otro lado, está China, que supone un quebradero de cabeza para un Biden que ve cómo la pujanza del gigante asiático se asienta incluso en territorios hasta hace poco afines a EE.UU., y continúa extendiéndose por todo el Sur global. No en vano, los países más industrializados del mundo que se reúnen en Hiroshima estos días en la cumbre del G-7 buscan una estrategia común para contrarrestar el avance chino, frenar la dependencia económica y tecnológica contraída con Beijing, compensar las deudas, controlar el auge del yuan en la estructura financiera global, y limitar el control chino de yacimientos estratégicos, recursos naturales esenciales, e importantes reservas de materias primas.

Un tercer dilema lo constituyen las críticas de la oposición republicana en torno al techo de deuda que desea elevar Biden; y que sus rivales sólo aceptarían si los demócratas renunciasen a muchos de los gastos prometidos en campaña. Una suspensión general de pagos por falta de consenso supondría un varapalo difícil de asumir para una Casa Blanca que, para mayor desconsuelo, ha recibido con preocupación un informe del fiscal especial John Durham que asegura que la investigación que hizo el FBI sobre la campaña de Donald Trump en 2016 fue “gravemente deficiente”, incluso con dosieres financiados por el equipo de campaña de Hillary Clinton para frenar el avance de Trump en las presidenciales. En fin; como para estar contento.

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