Is It Possible To Counteract the Chinese Advance?

Published in El Colombiano
(Colombia ) on 6 June 2023
by Beatriz de Majo (link to originallink to original)
Translated from by Patricia Simoni. Edited by Laurence Bouvard.
It is evident that debts owed to the Asian giant, which punish the budgets of a growing number of countries in the area, are enough to cause Latin American delegates of international organizations to support Chinese proposals.

In February during the episode involving the Chinese hot air balloon — supposedly spying on American cities — Joe Biden was blunt: “ … [W]e shot it down, sending a clear message — clear message: The violation of our sovereignty is unacceptable."

The balloon was indeed destroyed by Department of Defense fighter jets, but the act was, undoubtedly, pure retaliation. The reality is that Washington has been defensive toward China; however, as far as its presence in Latin America is concerned, the U.S. has not been excessively proactive.

The White House is increasingly aware that China has been moving into national space the U.S. has been unable to hold over the last few years, to America’s own detriment.

According to a report by the U.S. Congressional Research Service, a non-partisan body that serves congressional committees with relevant information on issues of legislative and executive interest, the Red Dragon's activity in our region is not intended to challenge the U.S. directly or militarily — which explains U.S. indolence in the face of China’s potential advance.

Both political parties have held the conviction that, militarily, China does not exert, nor does it have among its priorities to exert, influence in the countries in the U.S.' backyard. Thus, the topic of U.S. leadership in this region has not been an issue.

The State Department holds that, despite having grown significantly since the beginning of this century, the rationale for China's commitment to the countries of the region is limited to the financing of and participation in infrastructure projects — in addition to the significant trade generated in both directions. Thus, China is ensured a certain loyalty from the governments; but what separates them from achieving significant external coercion are the profound political, social and cultural differences and the language barriers that China encounters in Central and South American nations.

However, by now it is evident that debts owed to the Asian giant, which punish the budgets of a growing number of countries in the area, are enough to cause Latin American delegates of international organizations to support Chinese proposals.

In view of the above, directional change in Washington's diplomacy toward the region is imperative in the immediate future. There should no longer be talk of knotting bilateral relations with new loans or increasing trade; China will inevitably end up surpassing the volume of trade that the U.S. has with its Latin American partners.

An example of an alternative would be the undertaking of an initiative to subsidize activities of economic and social significance in countries that desperately need it. This is seen as essential by all, including leftist and "progressive" currents running through Latin America, and would represent a path toward harmony with the U.S., allowing the wind to blow in its favor.

But the reality is that much more than this would be needed: The White House should be seriously concerned about counteracting under-the-radar technological influence deployed by China within our borders.


Es evidente que las deudas con el gigante asiático que penalizan los presupuestos de un número creciente de países del área son suficientes para conseguir que la mano de los delegados latinoamericanos en eventos de las instituciones internacionales se alce a favor de las tesis chinas.

En febrero de este año Joe Biden fue terminante cuando, con motivo del episodio del globo aerostático chino que se presumía observaba las ciudades norteamericanas aseveró: “ China amenaza nuestra soberanía. Decidimos actuar para proteger a nuestro país. Y lo hemos hecho”. En efecto, el globo fue destruido por aviones de caza del Departamento de Defensa... pero el acto, sin duda, fue puramente retaliatorio.

La realidad es que Washington ha sido defensivo frente a China y, al menos en lo atinente a su presencia en Latinoamérica, la carga de proactividad norteamericana ha sido muy poca. La Casa Blanca comienza ahora a percatarse que China ha estado ocupando los espacios nacionales que Estados Unidos no ha sabido solidarizar a lo largo de los últimos años en su propio detrimento.
De acuerdo con un reporte del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos - órgano no partidista que sirve a los comités del Congreso con información relevante sobre temas de interés para el legislativo y ejecutivo - las actividades del Dragón Rojo en nuestra región no tienen como objetivo desafiar a los Estados Unidos directa o militarmente. Ello es lo que explica la indolencia de los Estados Unidos frente a un eventual avance chino. Existe en ambos partidos la convicción de que, en el área militar, China no ejerce, ni tiene dentro de sus prioridades ejercer una influencia en los países del patio trasero de los Estados Unidos. El liderazgo de Estados Unidos en ese terreno no se encontraría, pues, en juego.

En el Departamento de Estado consideran verdad de fe que el compromiso de China con los países de la región, a pesar de haber crecido significativamente desde inicios de este siglo, no va más allá del financiamiento y participación en obras de infraestructura, además del importante comercio que se genera en los dos sentidos. Con ambas cosas China se asegura una cierta fidelidad de los gobiernos, pero lo que los separa de conseguir una coerción externa de significación son las profundas diferencias políticas, sociales y culturales y las barreras del idioma con las que China se topa en las naciones centro y sudamericanas.

Sin embargo, para esta hora ya es evidente que las deudas con el gigante asiático que penalizan los presupuestos de un número creciente de países del área son suficientes para conseguir que la mano de los delegados latinoamericanos en eventos de las instituciones internacionales se alce a favor de las tesis chinas.

Por todo lo anterior, es imperativo un cambio de orientación en la diplomacia de Washington hacia la región en el futuro inmediato. Ya se habla no de anudar las relaciones bilaterales con nuevos empréstitos ni comercio creciente – China indefectiblemente terminará por sobrepasar los volúmenes de comercio que exhibe Estados Unidos con sus socios latinoamericanos - sino, por ejemplo, emprender una tarea generalizada de subsidios a actividades de significación económica y social en países que lo necesitan desesperadamente.

Ello es esencial para todos y, por igual, para las corrientes izquierdizantes y “progres” que recorren Latinoamérica. Sería esta una forma de incentivar la sintonía con los Estados Unidos y poner los vientos a soplar a su favor.
Pero la realidad es que haría falta mucho más que esto. La Casa Blanca debe preocuparse seriamente de contrarrestar la influencia tecnológica que China, sin mostrarlo mucho, está desplegando dentro de nuestras fronteras.
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