Understanding a 2nd Cold War

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Entender la segunda Guerra Fría

El gran escritor George Orwell, contemplando un mundo que en 1945 estaba bajo la amenaza de una guerra nuclear, alertó sobre una “paz que no es paz” a la que bautizó “guerra fría”. Se refería a la confrontación ideológica, tecnológica y potencialmente militar entre la Unión Soviética y las potencias occidentales. Una nueva “guerra fría” toma forma hoy entre Estados Unidos y China, que la política exterior argentina debe tener en cuenta.

Para el profesor escocés Niall Fergusson, así como la Segunda Guerra Mundial no fue igual a la primera, pero no había dudas de que fue un conflicto global, lo mismo ocurre con la segunda Guerra Fría, entre EE.UU. y China: no es igual a la primera, pero es una “paz que no es paz”. Para fortalecer su posición, Fergusson cita a Kissinger, quien a fines de 2019 le dijo: “Estamos en el piedemonte de una guerra fría”, para luego, en 2020, expresarle: “Estamos en los pasos de montaña de una guerra fría”. Ya en 2022, Kissinger afirmó: “Obviamente, estamos en una guerra fría, pero mucho más peligrosa que la primera”.

En esta línea, Fergusson afirma que aunque Occidente ganó la primera Guerra Fría, no se puede asegurar que ganará la segunda. China, con una economía de tamaño similar a la norteamericana, es un adversario más formidable que la URSS, que solo llegó a representar el 44% del PBI de EE.UU. China, además de su poder de fuego nuclear y convencional, compite con determinación en lo tecnológico, con primacía en 5G, inteligencia artificial y computación cuántica. Además, si en la primera Guerra Fría Washington podía identificar a los pocos soviéticos en su país, hoy los innumerables ciudadanos chinos en EE.UU. le permiten a Pekín tener acceso físico y electrónico a secretos tecnológicos norteamericanos. Así, Fergusson impulsa a Washington a reconocer que existe una segunda Guerra Fría, para tomar las medidas necesarias para ganarla.

En ese contexto, Fergusson reflexiona sobre la “ambigüedad estratégica” de EE.UU. con respecto a Taiwán, donde reconoce a una sola China, pero donde un acto del Congreso promueve la seguridad de Taiwán y procura disuadir a China de atacar la isla, que Pekín considera propia. Observa que varios líderes norteamericanos, incluido el presidente Biden, hablan hoy de repudiar esta ambigüedad y de “hacer algo” con respecto a Taiwán. Y por eso alerta acerca de que un conflicto sobre Taiwán con China, conducido en forma errónea y en el momento equivocado, puede convertirse en el “momento Suez” de la política exterior norteamericana. Alude a la Crisis de Suez en 1956, cuando, luego de una fallida acción para recuperar el Canal de Suez, Gran Bretaña tomó conciencia de su declive y de la primacía mundial de EE.UU.

Así, en esta segunda Guerra Fría, Fergusson contempla tres escenarios posibles. El primero es ir hacia una tercera guerra mundial, que hay que evitar, pero que no puede ser desestimada. El segundo es un “Suez norteamericano” en Taiwán, que implicaría el fin del predominio de Washington y la primacía de Pekín. El tercero, el aconsejable, es evitar el avance chino en múltiples geografías y limitar la posibilidades de que China alcance o sobrepase a EE.UU. en lo tecnológico.

Ante este escenario de “paz que no es paz”, la política exterior argentina debe evaluar con sumo cuidado los aspectos tecnológicos y estratégicos de su relación con EE.UU. y China, y su enfoque con respecto a Taiwán.

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