Let’s Talk about Chickens and Migrants

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Durante una estancia en Tampa, Florida, tuve la oportunidad de conocer el histórico vecindario de Ybor City en donde los pollos pasean campantes por las calles sin que nadie se atreva ni siquiera a espantarlos.

Los conductores se detienen para cederles el paso y los comerciantes hasta permiten que entren a sus negocios pues las leyes protegen a estas aves para que puedan vivir, en esa zona bohemia, como en su propio corral. El caso es que Tampa ha considerado oficialmente a Ybor City como un santuario de aves para conservar su historia de gallos cacareando por las antiguas calles de ladrillos.

Los pollos en este lugar datan de inicios del siglo XIX cuando llegaron los primeros inmigrantes procedentes de Cuba, España e Italia, quienes tenían como alimento a estos plumíferos que actualmente son intocables.

El vecindario de Ybor City se distingue por sus casas uniformes de madera, pintadas de blanco, con un corredor frontal, que ocuparon los primeros habitantes y ahora se conservan como reliquias.

En el centro del extenso barrio hay muchos restaurantes cubanos y latinos, así como boutiques y tiendas de ropa.

Los restaurantes son apetecidos por sus famosos sándwiches cubanos que, según historiadores de gastronomía, fueron inventados en Ybor City con pan crujiente que los inmigrantes traían de la isla caribeña, y deliciosa carne de cerdo emparedada junto a otros ingredientes.

Luego los italianos le agregaron el salami para darles el toque modernista.

En estos negocios han encontrado oportunidades laborales miles de hondureños quienes ahora están huyendo de la Ley SB 1817 la cual criminaliza la permanencia de indocumentados en el estado de Florida. Antes que la ley entrase en vigencia el pasado sábado, vivían en Florida 240 mil hondureños de los cuales la mayoría se encontraban laborando en Tampa, con salarios hasta de 19 dólares la hora, según la Fundación 15 de Septiembre.

Esta agrupación de hondureños, dirigida por Juan Flores, logró reunir, hace un mes en Tampa, a más de cinco mil personas para reclamar, en forma pacífica, el derecho de realizar “trabajos que los mismos ciudadanos norteamericanos desprecian”.

Sin embargo, no lograron hacer retroceder al gobernador de Florida Ron DeSantis en su política antimigratoria. Los indocumentados que se atrevieron a quedarse en Florida, piensan acudir a ciertas instancias legales para evitar que las autoridades estadounidenses conculquen sus derechos. Pero otros muchos ya están lejos del paraíso en donde los pollos pasean por las calles sin ningún temor.

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