Trump and His Trials

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Trump y sus juicios

El abogado Roy Cohn fue por años uno de los principales consejeros del expresidente estadounidense, que probó ser un alumno adepto

Seguir las incidencias de los problemas legales del expresidente Donald Trump ponen de relieve un estilo que no ha cambiado en décadas y que tiene su origen en el macarthismo y la cacería de brujas anticomunista de los años 50.

Es el estilo perfeccionado por un abogado tan brillante como perverso, Roy Cohn, que fuera mentor del joven empresario Trump en los dorados setentas neoyorquinos.

Cohn fue uno de los más duros, antiéticos y amorales personajes de la historia reciente estadounidense; descrito como un homosexual homofóbico, que formó parte de los comités legislativos “cazacomunistas” de Richard Nixon y de Joseph McCarthy, emigró a Nueva York, donde se distinguió como abogado litigioso y aconsejó a grupos mafiosos –que coincidentemente controlaban los sindicatos de la construcción–.

Y por años, fue uno de los principales consejeros del expresidente, que probó ser un alumno adepto.

Según algunos autores, Cohn enseñó a Trump tres principios: 1. Nunca llegar a un acuerdo y nunca rendirse; 2. Contraatacar y contrademandar inmediatamente, y 3. Jamás admitir la derrota y cantar victoria, sin importar lo que pase o que tan mal se esté.

Y si un observador se fija, esos principios están presentes en la estrategia de defensa que Trump lleva adelante en los tres juicios que ahora tiene enfrente, y probablemente, en el que se le seguirá por haber tratado de presionar a funcionarios del estado de Georgia para “conseguirle” los votos necesarios para dar la vuelta a los resultados de la elección y acortar la ventaja que ya le llevaba el ahora presidente Joe Biden.

Trump, hasta ahora, no ha dejado de proclamar su triunfo en los comicios de 2020 y de asegurar que fue despojado; de creerle, habría sido una conspiración que abarcó a decenas de miles de trabajadores electorales, escrutadores de voto, observadores y elementos tanto en favor de sus adversarios demócratas como de sus partidarios republicanos.

De acuerdo con algunos analistas, su estrategia implica desvirtuar la credibilidad de sus adversarios, presionar a los testigos, desviar la atención y usar planes distractores, y crear una opinión pública que favorezca sus propuestas.

La huella de Cohn está presente en todo ese proceso.

Trump y Cohn tuvieron una larga relación de trabajo y a lo largo del camino el empresario y ahora político aprendió la noción de asegurarse de la privacidad, cuando no la secrecía en sus tratos, el de presionar a sus contrapartes con su riqueza y en negociar desde una posición de fuerza.

Es una estrategia que ha llevado con bastante éxito a lo largo de más de cuatro mil juicios por cuestiones financieras e inmobiliarias, y que ahora se traslada a los ámbitos de la política y la opinión pública.

Evidentemente, ha tenido éxito entre los republicanos, y algunos temen que llegue a más, hasta su reelección. Pero tal vez valdría la pena recordar que Cohn murió arruinado, desprestigiado y enfermo de Sida.

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