The Crisis in Israel and Gaza Tests Biden’s Foreign Policy*

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La crisis en Israel y Gaza pone a prueba la política exterior de Biden

El 29 de septiembre Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, proclamó en una conferencia: “La región de Oriente Próximo está más tranquila hoy de lo que ha estado en dos décadas”. Sullivan trasladaba la satisfacción y el triunfalismo de la Administración del demócrata con los aparentes frutos que estaba dando su apuesta para la zona, donde avanzaban las negociaciones auspiciadas por EEUU entre Arabia Saudí e Israel en busca de la “normalización” de relaciones y la “integración regional”, un camino que seguía la estela de los Acuerdos de Abraham que bajo el mandato de Donald Trump ya lograron pactos de Emiratos Árabes Unidos, Bárein, Marruecos y Sudán y con el que Biden pretendía tanto frenar a Irán como los avances de China.

Sullivan también se guardaba las espaldas y reconocía que a su análisis había que añadirle con énfasis un “por ahora, porque todo puede cambiar”. Y ocho días después, ciertamente, todo cambió.

El ataque de Hamás en Israel el pasado sábado y la contundente respuesta militar que está dando el Gobierno de Binyamín Netanyahu han abierto la peor crisis en la zona en décadas. La estrategia de Biden, que básicamente ignoró la cuestión palestina y no aparcó pero tampoco hizo nada por impulsar la solución de dos estados, se ha demostrado fallida. Y ahora, a poco más de un año de las elecciones presidenciales de 2024, se pone a prueba toda la política exterior de Biden, que tras el unilateralismo y aislacionismo de Trump había hecho una apuesta por el multilateralismo pero ahora suma esta crisis a la abierta por la guerra de Rusia en Ucrania o las tensiones con China.

Respaldo total

Tras el ataque de Hamás, Biden aparcó las diferencias que ha mantenido con Netanyahu, especialmente por su polémica reforma judicial, por elevar el poder de partidos de extrema derecha religiosa y por expandir los asentamientos en Cisjordania. Desde que se conocieron en los años 80, cuando Netanyahu servía en la embajada israelí en Washington, luego cuando era vicepresidente de Barack Obama y vio cómo intentaba torpedear el acuerdo nuclear con Irán y finalmente desde que llegó al Despacho Oval, la relación entre ambos ha sido tensa, como muestra que Biden tardara meses en llamar al primer ministro, que no le haya recibido aún en la Casa Blanca y que celebrara su primera reunión con él en septiembre en Nueva York, durante la Asamblea General de Naciones Unidas.

Biden, que en marzo aseguraba que los israelíes “no pueden seguir por este camino”, en los últimos días ha expresado repetidamente con palabras y acciones un respaldo a Israel contundente e inequívoco. Ha desplegado ya el portaviones Gerald Ford y su flotilla y en las dos próximas semanas sumará el segundo grupo de ataque del Dwight Eisenhower. Ha acelerado el envío de equipamiento y municiones a Israel, país al que cada año da 3.800 millones de dólares en ayuda militar. Y ha enviado a su secretario de Estado, Antony Blinken, y al de Defensa, Lloyd Austin.

Aunque Biden y sus enviados han hecho menciones al respeto al derecho humanitario internacional, de momento no ponen el énfasis en pedir contención a Israel en sus ataques en Gaza, y sí en su derecho a defenderse. Y el presidente, que ha comparado a Hamás con el Estado Islámico, se ha granjeado el aplauso de voces poco dadas a esas loas, como la Coalición Judía Republicana, con lazos con el partido Republicano y sus mayores donantes, o David Friedman, que fue embajador en Israel de Trump, y que ha tildado de “excepcional” el apoyo “moral, táctico diplomático y militar”.

Múltiples retos

Los retos para Biden son múltiples. Hay estadounidenses entre los rehenes que mantiene Hamás. El mayor temor es que se abra un nuevo frente con Hizbulá y que se desate un conflicto regional que podría enfrentar a EEUU con Irán. Y aunque desde la Administración se confía en poder reactivar las conversaciones entre Israel y Arabia Saudí, de momento Riad no está respondiendo a las llamadas de Washington a condenar las acciones de Hamás y expertos como Jon Alterman, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, están convencidos de que “todos los esfuerzos de normalización quedan paralizados por el futuro próximo”.

Cuanto más se prolongue el conflicto, y conforme vayan creciendo las víctimas civiles palestinas y la tragedia humanitaria, más difícil será para Biden mantener el apoyo a Israel sin fisuras de los aliados. Y James Steinberg, decano de la Facultad de Estudios Internacionales de la Universidad Johns Hopkins que trabajó en los gobiernos de Obama y Bill Clinton, ha asegurado que el mayor reto diplomático no es el apoyo en este momento inicial, sino mantener el foco en qué pasará cuando acabe. “El reto es cómo a la vez reafirmas a Israel y mandas un mensaje inequívocamente duro a Hamás e Irán sin llevar a una escalada”, ha dicho en unas declaraciones en ‘The Atlantic’.

Biden, que en 2021 reactivó las aportaciones a la agencia de la ONU que presta asistencia humanitaria a los palestinos que había congelado Trump (con ayudas de 150 millones de dólares que se sumaron a otros 75 millones para ayuda económica y de desarrollo a Gaza y Cisjordania), también ha podido apoyarse hasta ahora en un respaldo a Israel dentro del Partido Demócrata más consensuado y firme de lo que se ha hecho habitual en la formación. Porque en los últimos años han crecido las voces que se atreven a cuestionar a Israel y que subrayan la causa palestina, giro que hace eco de un movimiento que se ha producido también en las bases. Según una encuesta que realizó en marzo Gallup, por primera vez más demócratas muestran simpatías por los palestinos que por los israelíes (49% frente a 38%).

La crisis llega además en un momento de polarización radicalizada en Estados Unidos y de campaña electoral. Voces republicanas ultraconservadoras presionan a Biden para que no ceje en el respaldo a Israel pase lo que pase (aunque la aprobación de cualquier nueva ayuda está justamente imposibilitada por la parálisis en la que el caos republicano ha sumido al Congreso al dejar la Cámara Baja sin presidente. Y el senador Tom Cotton, por ejemplo, ha dicho: “Si el presidente puede estar al lado de Ucrania todo el tiempo que haga falta espero que haga lo mismo con Israel”.

Candidatos republicanos en las primarias, como el senador Tim Scott, han acusado a Biden de “tener sangre en las manos” vinculando sin pruebas el ataque de Hamás a los 6.000 millones de dólares de ayuda humanitaria a Irán que EEUU desbloqueó como parte de un acuerdo de liberación de cinco estadounidenses (aunque este jueves Washington y Qatar volvieron a congelar el acceso de Teherán a esos fondos).

Solo el abrumador favorito de los republicanos para 2024, el expresidente Trump, ha hecho un favor electoral a Biden al hacer estos días polémicas declaraciones criticando a Netanyahu y a la inteligencia israelí y alabando a Hizbulá que le han valido críticas desde todo el espectro político.

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