To Die for the Homeland

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El pasado 7 de octubre, combatientes palestinos enclaustrados en Gaza por un riguroso régimen de vigilancia, emprendieron el más potente y devastador desafío realizado hasta entonces a la supremacía militar del Estado sionista de Israel en Oriente Medio.

En cuestión de horas los hombres del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) causaron unas 1 200 bajas al adversario entre soldados y civiles. Asimismo, ocuparon vehículos y material bélico, e hicieron más de 240 prisioneros, que fueron conducidos al territorio rebelde con la finalidad de proceder a un canje por los miles de presos palestinos en cárceles israelíes.

La operación meticulosamente preparada y ejecutada por el brazo armado de Hamás derribó el mito de la superioridad del aparato de Inteligencia israelí.

La insurrección palestina ensombreció los festejos por el aniversario 75 del Estado de Israel, en mayo de 1948, y su autoproclamada única democracia de Oriente Medio.

Entonces más de 700 000 residentes palestinos fueron despojados de sus tierras —mediante el terror— y obligados a refugiarse en la Franja de Gaza.

El proceso impulsado por Estados Unidos de reconocimiento diplomático del Estado sionista por parte de algunas naciones árabes, se interrumpió sin más explicaciones.

La respuesta de Netanyahu fue una declaración de venganza alimentada por el odio y una total falta de escrúpulos, al calificar de «animales humanos» a Hamás y prometer arrasar a Gaza.

Según la oficina de Asuntos humanitarios de la ONU, el corte de las comunicaciones y servicios médicos impiden dar cifras actualizadas de las víctimas. Aun así tras 45 días de bombardeos aéreos indiscriminados, Gaza ha sido prácticamente reducida a escombros. Se estima que cerca de 12 000 muertos, más de la mitad niños y mujeres, unos 25 000 heridos y medio millón de desplazados hacia el sur del enclave, donde también son masacrados, retratan el nuevo genocidio del régimen del apartheid sionista.

Israel, con el apoyo cómplice de Estados Unidos, revela su verdadero rostro. La sublevación de Hamás develó la falsa fachada de democracia del régimen sionista. Y nunca como ahora el reclamo de libertad para Palestina alcanzó masivas expresiones de apoyo en todo el mundo. Millones de personas marchan enarbolando la bandera de Palestina.

La población de Gaza, martirizada, llora a sus muertos, los ha tenido que enterrar en fosas comunes.  Falta agua, comida, electricidad. Sus hospitales, escuelas y refugios han sido bombardeados, al igual que sus sitios de culto.

Ninguna de esas penurias y sufrimientos reduce su fervor patriótico. Ningún corresponsal ha podido registrar una sola  expresión de repudio a Hamás, palabra que en árabe significa «fervor» y hoy parece más alto y consciente.

Sepultada en el olvido, la causa del pueblo palestino regresó a primer plano con más urgencia que nunca gracias a la acción de Hamás. La garantía al ejercicio de la autodeterminación, en un Estado soberano e independiente, aparece hoy como la única solución justa y duradera.

Estados Unidos y sus aliados dejan ver su  política imperial apuntalando a Israel como guardián de sus apetitos por el petróleo, el gas y su posición estratégica en Oriente Medio.

La rebelión palestina y la masacre genocida israelí ponen de manifiesto la inoperancia de las Naciones Unidas bajo las reglas actuales.

Tal vez solo los cientos de estudiantes palestinos formados en Cuba como médicos y en otras especialidades escucharon y recuerden la letra de nuestro Himno de Bayamo.  Sin embargo, la conducta de la población de Gaza, Cisjordania y Jerusalén expresa la convicción de que «morir por la patria es vivir».

La batalla en Gaza aún está en sus comienzos. Es de esperar un largo y penoso período de ocupación militar y una costosa guerra de desgaste. Israel está por lograr su afán de liquidar a Hamás. Todavía queda pendiente el desenlace de un probable canje de prisioneros. La sociedad israelí no será igual, ni la comunidad internacional  aceptará su posición de víctimas del terrorismo, con el que intentan justificar sus crímenes.

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