A World in Flames

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En este explosivo escenario es difícil creer en soluciones negociadas.

Como bien han subrayado Henry Kissinger y el muy influyente académico Kenneth Waltz, un sistema internacional bipolar como el de la Guerra Fría es básicamente estable, mientras un sistema multipolar es intrínsecamente inestable. En efecto, la balanza del poder mundial ha cambiado, el “momento” unipolar, iniciado al final de la Guerra Fría, en el cual EE. UU. era la única potencia con preeminencia en todas las dimensiones del poder: militar, económico, tecnológico, ideológico y cultural, se acabó.

Con el auge de China, el resurgimiento de Rusia y el crecimiento de la India, ya estamos en un mundo multipolar. Y en este mundo inestable, tenemos una guerra en Europa que no termina, una guerra de Israel contra los terroristas de Hamás que amenaza con extenderse. Un incidente, con heridos, en el mar del Sur de la China, pero en la zona económica exclusiva del Japón, entre un buque militar chino y una fragata australiana. Las tensiones sobre el futuro de Taiwán, en el medio de una elección presidencial. Guerras civiles que se han recrudecido recientemente en Myanmar, Sudán y Mali; y múltiples golpes de Estado militares en el Sahel. En el sistema multipolar de los años ‘30 del siglo pasado, el revisionismo geopolítico de Alemania, Japón e Italia creó las condiciones para la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, el agresivo revisionismo geopolítico de Rusia en Europa, de China en Asia y de Irán en el Medio Oriente, conjuntamente con el belicismo irresponsable de la satrapía hereditaria comunista de Kim Yong-un, están creando un mundo cada vez más peligroso. Además, estas cuatro potencias han entrado en una alianza informal en contra de “Occidente”.

Frente a este escenario, las democracias occidentales han reaccionado con el fortalecimiento de la Otán y en general de las alianzas alrededor de los EE. UU. Las pacifistas Alemania y Japón de la segunda posguerra han iniciado un importante proceso de rearme, los EE. UU. también han incrementado su gasto militar. Finlandia y Suecia, dos naciones tradicionalmente neutrales, están ingresando a la Otán. En el Indo-Pacífico se fortalecen el grupo Quad, integrado por EE. UU., Japón, Australia y la India, la cooperación militar del Aukus, entre EE. UU., Australia y el Reino Unido, sin olvidar la alianza del Anzus, que incluye a Nueva Zelandia. También se ha robustecido la triple alianza entre EE. UU., Japón y Surcorea.

En este explosivo escenario, que tiene además efectos muy negativos en la economía mundial, es difícil creer en soluciones negociadas. Pero quizás habría que intentarlo. En Ucrania, en el marco del relativo deshielo entre EE. UU. y China, una inteligente diplomacia, con sentido de la Historia, podría encontrar una solución, a través de la organización, por parte de la ONU y con relevante observación internacional, de unos “referenda”, libres y transparentes, en el Donbas y en Crimea, y así definir claramente en cuáles territorios la mayoría de la población preferiría incorporarse a Rusia. A cambio de la subsiguiente rectificación de la frontera, Rusia debería aceptar el ingreso de Ucrania en la Otán y en la UE, porque evidentemente, para Ucrania, sería la única garantía válida frente a una posible nueva invasión rusa. En la crisis de Gaza, después de la necesaria eliminación de Hamás, debería replantearse la solución de los dos Estados.

Recordemos que en 1947 la ONU dividió la región en dos Estados, los judíos aceptaron la partición, los países árabes no solo no la aceptaron, sino atacaron con sus ejércitos a Israel. En 1967 y en 1973, los países árabes agredieron de nuevo a Israel, que, al defenderse, amplió el territorio controlado por su ejército. No habrá solución sin la garantía de seguridad para Israel y un “hogar nacional” (Balfour dixit) también para los palestinos.

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