The US: Between Wars and Sanctions

<--

Como Sudáfrica acusó a Israel de genocida ante la Corte Internacional de Justicia, el padrino washingtoniano está dispuesto a tomar medidas, no para detener el genocidio que el régimen de apartheid sionista ejecuta contra el pueblo palestino con las armas y la financiación que le facilita, sino para castigar a Pretoria por su atrevimiento, aunque el alto tribunal de la ONU fue cauteloso y apenas falló que era «plausible» que las fuerzas israelíes estuvieran cometiendo genocidio.

Dos representantes demócratas, John James (Michigan) y Jared Moskowitz (Florida) presentaron la Ley de Revisión de las Relaciones Bilaterales entre Estados Unidos y Sudáfrica. Y el señor James la argumentó así: «Sudáfrica ha estado construyendo vínculos con países y actores que socavan la seguridad nacional de Estados Unidos y amenazan nuestra forma de vida a través de su cooperación militar y política con China y Rusia y su apoyo a la organización terrorista Hamás, designada por Estados Unidos»… «Debemos examinar nuestras alianzas y separarnos de aquellos que siguen dispuestos a trabajar con nuestros adversarios», agregó.

Ahora, el presidente Joseph Biden tendrá que pronunciarse al respecto, es decir, sobre esa legislación que sería una clara represalia, tras la cual pueden esperarse sanciones concretas, esas que el Gobierno de Estados Unidos acostumbra contra cualquiera que le vaya en contra y a los cuales suele acusar de violación de los derechos humanos, terrorismo o hasta de narcotráfico o lavado de dinero. Cualquier cargo le parece válido y una parte del mundo cómplice le sigue la rima.

La realidad es que Estados Unidos subsiste por las guerras en las cuales se involucra, ya sea porque las inicie, las organice o las sustente, y por el elemento que es pivote de su política exterior para mantener la hegemonía, las sanciones económicas.

De esto último se trata. Estados Unidos utiliza todo el poder que solidificó tras la Segunda Guerra Mundial para imponerse económicamente, en el campo militar y en el control de los organismos internacionales creados casi todos a su sombra para imponer sus políticas en las relaciones internacionales.

Por eso las sanciones se convirtieron en el pivote táctico de la estrategia de dominio omnímodo de Estados Unidos. Y aunque no son pocos los que han estado o están en sus unilaterales e injustos castigos, el siglo XXI vio un auge del perverso y siniestro proceder.

Ahora mismo, pero por decenas de años, Cuba y la República Popular Democrática de Corea sufren bloqueo y agresiones que se renuevan y endurece con la utilización de la herramienta clave para lograr el mayor daño económico posible, y con campañas de mentiras intentan el descrédito internacional.

El pináculo de esa ignominia es la lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo, en la que también tienen a Irán y Siria, de apetecidas riquezas petroleras, y sometidas a presiones y agresiones bélicas porque suponen  además amenazas importantes a la seguridad nacional, la política exterior y la economía estadounidense, una cantaleta repetida una y otra vez, que ya dijo Joseph Goebbels cómo funcionaba, en su momento de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich de Hitler.

«Adversarios» débiles y fuertes no faltan en el registro de sancionados, entre los que se cuentan Venezuela, Rusia, Yemen, Zimbabwe, Somalia, Sudán…

Un estudio publicado en septiembre pasado por Crisis Group afirmaba que actualmente las sanciones estadounidenses afectan a más personas, en más lugares que nunca. Al menos 12 000 personas, grupos y empresas figuran en la llamada Lista de Nacionales Especialmente Designados del Departamento del Tesoro de EE. UU., que para buscarse nombrecitos eufemísticos se pintan solos; hay 38 sanciones temáticas por países administradas por el Departamento del Tesoro.

Es más, estadísticas de la Global Sanctions Database de la Universidad Drexel, confirman que 42 por ciento de todas las sanciones en el mundo desde 1950 —hablamos de la etapa de la Guerra Fría— han sido impuestas por EE. UU.

De hecho, las sanciones son el arma para una guerra de otro tipo, pero que en muchos casos producen daños igual de intensos e inhumanos. El más reciente ejemplo: retirar el financiamiento a la Agencia para los Refugiados Palestinos es el clímax de la infamia y la maldad.

About this publication