Santa la semana, la cuaresma está por culminar. Autoridades locales son llamadas a la capital del Distrito de Columbia, para un diálogo de altos vuelos. En la época de penitencias, la tradición llama a la purificación. Cabe entonces mencionar cómo el presidente Arévalo llega esta semana en gozo pleno de una relación también purgada; lleno de la confianza que se hizo propia a través de una sudada camisa de la honestidad, lo reciben en la casa blanca en la Avenida Pennsilvania. Harris, vicepresidenta, lo recibe en una cumbre de altos vuelos. Dos ejes centrales en la agenda anunciada sobre lo que se dialogará. Uno, el robustecimiento de un nuevo país para potencializar la oportunidad económica: la buena gobernanza, las inversiones, seguridad y desarrollo. Pero, por el otro, el eterno dilema de cómo abordar el éxodo que ha permeado a los pueblos de tierras centroamericanas.
Imagino que pocos serán los problemas que tanto agobian hoy en día a Harris y compañía, como la bulla que se genera desde su frontera con México. Estamos apenas a medio año de la elección de noviembre, donde tienen al contrincante, persiguiendo venganza, atacando a todo pulmón contra todo lo que se le ocurre, contra la presidencia demócrata. Dice Trump que Biden es “el peor presidente de la historia de su país”. Y sus seguidores, fieles hasta la muerte, aplauden sus palabras. Los problemas que tradicionalmente han preocupado al electorado estadounidense siempre están presentes. Pero casi para todos termina señalando culpa al problema de la movilidad, que realmente hoy afecta a nivel global. Que si hay inseguridad en su país, es porque Biden deja entrar “a millones de migrantes”. Que si el seguro social está en problemas, son esos “millones de migrantes” quienes se comerán los fondos inmerecidos
Es valioso dar cuenta de cuán importante es la situación migratoria en la política estadounidense hoy en día. Basta escuchar uno de los rallies de la campaña republicana, donde frente a concurridas muchedumbres, se dedica un tercio de la hora y media que duran, para crear un ambiente de pánico contra los extranjeros que inmigran. Una estrategia de miedo que parece estarles redituando generosos frutos. Según una encuesta publicada en febrero por la empresa Gallup, por primera vez desde 2019, la inmigración apareció como el problema individual más importante para el público norteamericano que vota en noviembre. El problema nos concierne, pues según CBP, solo los guatemaltecos promedian un aproximado de un cuarto de millón encuentros anuales en la frontera. Es esa profunda y ya prolongada problemática a la que Arévalo y Harris buscarán coordinar acciones, en sus sesiones de la próxima semana.
Voces políticas definen la situación en la frontera como una crisis con carácter único. Pero, si bien es cierto los números están en lo más alto, no son más que un crecimiento prolongado, tendencia ya cimentada, y que solo fue interrumpida por la pandemia de 2020. Contrario a sus contrincantes, la vicepresidenta Harris dice buscar abordar el problema desde las causas raíz que la ocasionan. Situación única para aprovechar para un país como Guatemala, que busca mejorar las condiciones de vida locales. Arévalo querrá aprovechar la situación, pero va armado con pocos recursos. Sin política migratoria, y una aproximación que parece un tanto teórica, mantener el gozo de la relación purificada se mira como un reto verdadero. La cosa es que ya tuvo meses para rebasar lo teórico y político. La gente sigue siendo expulsada desde nuestro país. El público que votará no dará segundas oportunidades.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.