Biden, Don’t Overdo It, You Have To Tend the Garden

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Biden, no te pasa nada malo: estás para cuidar el jardín

Lo que separa a uno de otro es que Trump morirá cabalgando con las botas puestas y Biden mientras recoge unos tomates del huerto, un estilo a Vito Corleone, dulcemente

Tanto que hablan de diversidad pero a la hora de la verdad se quedan en la variedad de raza o de sexo, no de edad. Los viejos solo aparecen en televisión en los anuncios de masajeadores de pies de la teletienda (qué momento más nauseabundo) o en situaciones entrañables en los que un reportero pregunta: «¡Abuelo! ¿A qué esto no lo había en sus tiempos?», tratándolos como si fueran infantes, como Juan y Medio en su programa de Canal Sur. Juro antes Dios que el día que me traten así ocurrirá una desgracia, pues espero que hasta en el despiste sideral de la razón perdida se conserve la mala leche. Creo que es lo que anima a que uno se haga pis encima sin darse cuenta. Advertidos están. Es lo que le pasó a Biden, que se olvidó el pañal antes del debate con Trump y de tanto aguantar no fue capaz de terminar una frase. Quiso ser Dorian Gray en una sociedad infantil y apareció de muerto viviente.

Sería de una crueldad extrema trazar una línea estricta que separe el momento en que no se puede ser presidente de un Gobierno o director de un periódico, por ejemplo, pero es evidente que si no se tiene la destreza para desempeñar estos papeles, es mejor la retirada. La mayoría de los de treinta no serían capaces de cargar con una responsabilidad que aceptarían muchos de ochenta. Biden, lo siento, no está en esta lista. Mick Jagger es de su misma generación, 81 frente a 80 del Rolling, y sigue inventando el rock and roll. Biden, en cambio, es una canción de cuna para un cadáver, y eso que, aparentemente, ni su hígado ni su nariz han sufrido tanto.

Biden no es que no tenga edad, es que no tiene aptitudes, en este caso asociadas a sus años, para dirigir nada que no sea su propio jardín. Trump asume 78, no es tan grande la diferencia. Lo que separa a uno de otro es que Trump morirá cabalgando con las botas puestas y Biden mientras recoge unos tomates del huerto, un estilo a Vito Corleone, dulcemente. No es la edad, estúpido, es la cabeza. Hay chicos de veinte a los que no les dejaría las llaves del coche. Ya es un peligro que las tenga yo como para exponerme a una mayor tormenta. Y hay señores de noventa a los que el cerebro se les dispara más con vehemencia que con demencia.

Somos más los que hemos vivido más que lo que nos queda por vivir. Sería bueno acostumbrarse a que nos dirija alguien de la «silver generation», pero Biden no corresponde a este estereotipo publicitario. No se puede ser joven sin interrupción por muchos sudokus que se hagan entre vuelo y vuelo.

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