La adherencia mexicana al concepto de Norteamérica, tiene tintes geopolíticos y geoeconómicos
Importante como es desde un punto de vista económico, el reciente anuncio de los gobiernos de Estados Unidos y México contra la reexportación de acero y aluminio chinos al mercado norteamericano tiene implicaciones políticas de importancia. De entrada, reafirma la voluntad mexicana de evitar un encontronazo con su mayor socio comercial en una disputa que tenía también mucho de simbolismo, dado que el beneficiario hubiera sido un tercero y el principal competidor estadounidense a escala mundial. Permite también hacer un favor a Brasil, aunque no recuerdo, que haya hecho favores a México.
La decisión expresada en un comunicado conjunto de los presidentes Andrés Manuel López Obrador, de México, y Joe Biden, de Estados Unidos, es una nueva señal del aparente interés mexicano en resolver o superar algunos irritantes comerciales que según expertos probablemente perdería en paneles de mediación, como la disputa a propósito del maíz transgénico.
La consideración que implica la reafirmación de la adherencia mexicana al concepto de Norteamérica, tiene tintes geopolíticos y geoeconómicos. Primero, facilita la cancelación de disputas legales que pudieran haber llegado a convertirse en argumentos contra la inversión en México y al pleno aprovechamiento del llamado nearshoring, o sea, la reubicación de empresas de Asia a México.
Ciertamente, no elimina todas las disputas comerciales ni significa una claudicación de los intereses mexicanos, pero da una bienvenida señal de pragmatismo. López Obrador mismo consignó que “nos importa mucho mantener la sociedad con Canadá y Estados Unidos, lo que se establece en el tratado comercial. México tiene la posibilidad de importar acero y otros bienes a Estados Unidos y Canadá y se beneficia con eso porque se establecen fábricas, en nuestro país, hay inversión”.
La realidad mexicana es una cercanía literalmente íntima, determinada por geografía y sociedad, con la mayor potencia mundial. Lo bueno y lo malo es que implica una enorme cercanía económica y, si se quiere, un problema a resolver: cómo reducir la dependencia, toda vez que un 80 por ciento del comercio mexicano se realiza con sus socios norteamericanos, Estados Unidos y Canadá. Pero es un problema que México comparte con Canadá, que concentra un 77 por ciento de su comercio internacional en Estados Unidos y México.
Más allá, la realidad es que México no tiene otra alternativa. Puede, y debe, buscar vías para reducir su dependencia de un solo mercado, pero también hay que recordar que esto se ha buscado antes con diversos grados de entusiasmo, pero siempre con poco éxito. A cambio del acuerdo, México pidió compensar la prohibición al acero chino con la importación de acero brasileño. Bien como expresión de interés regional, pero al margen que Luiz Inácio Lula da Silva sea “el hermano Lula” y en problemas, valdría la pena recordar que Brasil ha sido rara vez solidario con México.
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