Los considerados definitorios son: Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin
CHICAGO. El lema de la elección presidencial de Estados Unidos bien podría ser “este no es un concurso de popularidad” sino en buena medida de estrategia.
En 2020 hubo más de 160 millones de votantes en la elección presidencial estadounidense, pero la diferencia entre los candidatos fue menor a dos por ciento del voto en cada uno de seis estados, ahora considerados como “bisagra” y en los que se espera se defina la nueva Presidencia.
La situación lleva ya a que los dos partidos programen inversiones multimillonarias en publicidad y operaciones de acercamiento con votantes: los republicanos, por ejemplo, anunciaron una inversión de al menos 100 millones de dólares en publicidad en los estados “bisagra” durante los meses de septiembre y octubre; los demócratas informaron de 15 millones de dólares para incrementar la cantidad de oficinas y empleados en los estados más disputados.
En el peculiar sistema que siguen los estadounidenses para elegir Presidente, las elecciones nacionales son en realidad 50 comicios estatales, que a la hora de elegir votan por bloques de electores, tantos como el de sus legisladores federales– comprometidos con uno u otro candidato–.
Hacen falta, al menos, 270 votos electorales para que un aspirante obtenga la victoria, y los operadores políticos se basan en la historia de cada estado para determinar su proclividad política: de acuerdo con las estimaciones más reales, al inicio de la campaña presidencial los republicanos cuentan con 235 votos electorales y los demócratas con 226.
Basados en esa seguridad, los candidatos presidenciales centran su campaña en estados conocidos como péndulo o “bisagra”, es decir, aquellos que pueden cambiar de signo, porque son los que finalmente pueden definir los resultados de la contienda presidencial.
A los estados “bisagra” también se les conoce como “estados púrpura” (purple state) o “estados en disputa” (battleground state) porque son aquellas áreas geográficas que no tienen un candidato claro en las encuestas.
De hecho, se le llama así, púrpura, porque son estados que son una mezcla de votantes republicanos (rojos) y demócratas (azules) y es difícil de pronosticar su tendencia con claridad en los sondeos que se dan a conocer antes de las elecciones.
Así que los “bisagra” son de vital importancia para demócratas y republicanos en tanto que, después de todo, son los que pueden acabar definiendo los resultados de una contienda que se avizora muy reñida.
Es por eso de cara a las elecciones, ambas campañas suelen hacer grandes esfuerzos para cautivar el voto en los estados “púrpura”.
Los seis estados considerados como definitorios tienen 87 votos en total: Arizona (11), Carolina del Norte (16), Georgia (16), Michigan (15), Pensilvania (19) y Wisconsin(10).
Pero en 2020, el cambio de un relativamente pequeño porcentaje en los votos hubiera sido determinante. En Georgia, por ejemplo, el margen de victoria de Joe Biden sobre Donald Trump fue de apenas 0.2 por ciento, o sea unos 12 mil votos entre casi cinco millones emitidos; en Arizona fue apenas de 0.3 por ciento, poco menos de 11 mil votos entre tres millones.
En los últimos 25 años, los demócratas perdieron las elecciones de 2000 y 2006 a pesar de haber ganado el voto popular.
Y se cree que esta vez la situación puede ser similar.
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