La “condena”
En la “Capital del Mundo”, curiosamente, los escándalos de corrupción en las más altas esferas del poder son un legado de vieja data.
Por David González Escobar – davidgonzalezescobar@gmail.com
Un alcalde de una de las principales ciudades de su país, una figura política que alguna vez fue vista como el líder que traería el “cambio” a su partido, ha sido acusado por la justicia de soborno, fraude y financiación irregular de sus campañas. En una ciudad y una región históricamente conocidas por escándalos de corrupción y clientelismo en todos los niveles, se encontraron en los chats del teléfono del alcalde evidencias de que recibió dinero y favores de influyentes empresarios y políticos sin reportarlo adecuadamente, los mismos a quienes luego favoreció con sus decisiones al llegar al poder.
No se trata de un alcalde de una ciudad intermedia de Colombia, sino del alcalde de Nueva York, Eric Adams, quien hasta hace poco era considerado una de las estrellas emergentes del Partido Demócrata y que ahora enfrenta acusaciones de recibir dinero y, posteriormente, beneficiar, ya en el cargo, al gobierno de Turquía, facilitándoles la obtención de permisos para la construcción de un nuevo consulado que inicialmente no cumplía con todas las condiciones de seguridad requeridas.
Ante las declaraciones iniciales del alcalde Adams de que no tiene intenciones de renunciar, quedará en manos de la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, la discreción de removerlo o no de su cargo, una situación que no se presenta en el estado desde 1932, cuando el entonces gobernador, un tal Franklin Delano Roosevelt – quien más tarde sería elegido, nada más y nada menos, por cuatro periodos consecutivos como presidente de los Estados Unidos – estuvo a punto de destituir al alcalde de entonces, Jimmy Walker, quien se vio envuelto en un escándalo de sobornos que lo llevó finalmente a renunciar de su cargo.
En la “Capital del Mundo”, curiosamente, los escándalos de corrupción en las más altas esferas del poder son un legado de vieja data. Durante décadas, imperó en las instituciones de la ciudad lo que se conoció como “Tammany Hall”, una maquinaria política del Partido Demócrata que, ganándose el apoyo de las grandes comunidades de inmigrantes irlandeses y de otros países que llegaban masivamente a la ciudad, consolidó un inmenso poder en Nueva York, tanto a nivel de la ciudad como del estado, desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX.
Esta maquinaria colocaba alcaldes y gobernadores a su antojo—como el mencionado Jimmy Walker o el excandidato presidencial Al Smith— mientras sostenía una estructura de clientelismo y patronazgo político que les permitió perpetuarse en el poder, obtener representación en distintos gobiernos federales y, en el proceso, enriquecer a quienes se encontraban en su cúpula.
Una curiosidad histórica que nos recuerda que, contrariamente a la tendencia que tenemos los colombianos —y en general, todos— de creer que nuestra situación es especial y única, la corrupción y las estructuras clientelistas han existido en muchos lugares y momentos a lo largo de la historia mundial.
Y aunque esta corrupción es lamentable y condenable, no es necesariamente el factor decisivo que determina el rumbo hacia la prosperidad de una población. No creo que Nueva York le atribuya todos sus males (o, más bien, sus logros) a la “condena” de la corrupción. Colombia tampoco debería hacerlo.
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