No importa quién gane el 5 de noviembre, decenas de millones de estadounidenses encontrarán pruebas de que su sistema político está roto
Estados Unidos “están hoy en guerra consigo mismos” dice el analista Ian Bremmer, presidente fundador del Eurasia Group, una empresa dedicada al análisis geopolítico de riesgos que cada año ofrece un discurso sobre el estado del mundo.
Y esta vez, encuentra que Estados Unidos, su país y la principal potencia económica y militar mundial, se encuentran en una crisis real. “No importa quién gane el 5 de noviembre, decenas de millones de estadounidenses encontrarán pruebas de que su sistema político está roto. Y no se equivocan en eso”, apuntó.
De hecho, advirtió que “el período posterior a las elecciones es excepcionalmente peligroso, ya que estamos a punto de celebrar una elección cuyo resultado será percibido como ilegítimo por casi la mitad del país. ¿Qué vamos a hacer al respecto? Tendremos un presidente en Estados Unidos. Quiero decir, no el 5 de noviembre. No sabremos el día quién va a ganar. Puede que no lo sepamos en una semana”.
Pero el problema real es que la mitad del país no lo aceptará bien a bien. No importa que tan legal o tan limpio sea su triunfo, porque cada lado tendrá su versión y dejará que lo decida el sistema judicial –aunque los demócratas se quejan de que los republicanos han “cargado” el sistema con jueces conservadores–.
En 2021, el entonces presidente Donald Trump cuestionó la votación adelantada y los votos por correo, trató de encontrar formas y presionó a funcionarios estatales para revocar resultados desfavorables y aunque no presentó prueba alguna, por cuatro años ha cuestionado la integridad del sistema electoral estadounidense.
Ahora se preparan para las que parecen de antemano como las elecciones más reñidas en la historia estadounidense, “Lo más probable es que sea tan reñido que ambos bandos digan que ganaron, y entonces habrá demandas, y habrá diferentes demandas”, opinó.
“Los demócratas presentarán demandas en algunos estados en las que afirmarán que hubo acoso e intimidación a los votantes para que no pudieran acudir a las urnas. Dirán que hubo una certificación errónea por parte de funcionarios electos locales que decidieron dedicarse a la política”.
El informe de Bremmer añade que los republicanos, a su vez, “dirán que los demócratas no deberían haber ganado en algunos estados porque se permitió que los ilegales votaran porque habían ganado, y luego esa victoria fue revocada por manipulación de votos, y todo estuvo amañado”.
En términos reales, la situación económica y geopolítica estadounidense no ha cambiado en lo fundamental. Rodeado por dos océanos y con dos países amistosos, Canadá y México en sus fronteras, no parecen enfrentar amenazas. Pero su problema es estructural, ante versiones polarizadas y hasta contrarias de democracia.
El desacuerdo interno los lleva a buscar retirarse del papel de liderazgo mundial que en alguna medida ellos buscaron y forjaron después de la Segunda Guerra Mundial y para el que llegaron a considerarse como la nación indispensable.
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