A Musk le gusta el poder y el dinero. A Trump, igual.
Elon Musk tiene todo lo que a Donald Trump le seduce. Es multimillonario (el hombre más rico del mundo con 314 mil millones de dólares), es atrevido (en octubre de 2022 compró Twitter por 44 mil mmd, al que renombró X), es innovador (Tesla, una de sus empresas, fabrica vehículos eléctricos, instalaciones solares y demás fuentes de energías renovables), es visionario (con Space X, otra de sus compañías, revoluciona el turismo espacial), es entrometido (se pronunció esta semana en contra de un tribunal de Roma que impidió deportar a unos migrantes, golpe a la política de desprecio impulsada por la primera ministra italiana Giorgia Meloni, amiga de Musk).
En ese tenor de ideas, el magnate es un patriota (nació en Sudáfrica, pero las sedes de sus negocios están en Texas y California, además de que aportó a la campaña de Trump unos 200 mmd) y es una figura pública global (lo entrevistan en televisión y tiene fuerte presencia en redes sociales y medios de comunicación de los cinco continentes). A Musk le gusta el poder y el dinero. A Trump, igual.
Sin embargo, como más vale figurar en el centro del escenario que permanecer detrás de los telones, Elon Musk encabezará, por instrucciones de Trump, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), de reciente creación. Entre sus objetivos estarán adelgazar la burocracia, eliminar gastos indebidos y atacar operaciones fraudulentas. Musk no tardó en pronunciarse: “Esto hará temblar el sistema y a todos los implicados en el despilfarro gubernamental”.
La figura de Musk se alza sobre el común de los funcionarios que se hayan visto en cualquier nación democrática. Con X potenció la idea de postear lo que sea, sin importar de que se trate de insultos racistas u homófobos o noticias falsas. Esa voluntad de actuar sin censura catapultó la candidatura de Trump, pues más que un líder, la plebada ve a Musk como un influencer, y eso hoy en día tiene mucho mayor peso.
Como sea, resulta evocable El ciudadano Kane (1941), la película que narra la vida y el ascenso de un prohombre de los medios de comunicación cuyas ambiciones lo llevan, con sus luces, pero sobre todo con sus sombras, a ostentar un poder económico y político casi imperial.
Los medios tradicionales (radio, tele e impresos) han fungido como herramientas de manipulación, por lo que el mismo juego perverso se ha implementado, con éxito, en la era de las redes sociales, con lo que se ha orientado (y hay pruebas de sobra de ello) las posturas políticas y sociales del ciudadano de a pie. Pequeñas pantallas que caben en cualquier bolsillo, y que es posible mirar a cualquier hora del día o de la noche, nos “informan” sin descanso. El horario estelar de antes, hoy día es trending topic. Es el impacto que tiene Elon Musk sin medias tintas ni intermediarios.
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