Last Tuesday, representatives from 68 countries met in Kabul, the capital of Afghanistan, to discuss the future of the Asian nation. Known as the "cemetery of empires" for having defeated the English and the Soviets, this rocky territory has been occupied by the United States and its NATO allies for nearly a decade.
In the nine years since the terrorist attacks of 9/11 by al-Qaida, Afghanistan has become a difficult puzzle to solve for White House foreign policy. In contrast with the invasion of Iraq, which was promoted by George W. Bush and the Republicans, Barack Obama’s Democratic administration chose Kabul as its "good" conflict to finish. However, security conditions in the last 18 months have been deteriorating. In the course of this year, 380 international soldiers have died, and it seems that any potential advances continue to be scarce.
The inability of President Hamid Karzai's government to exercise authority in the majority of the Afghan territory is evident. Entire provinces in the rebellious south are under the control of Taliban warlords, while accusations of corruption and nepotism against Karzai’s clan continue.
Furthermore, it is suspected that the last presidential elections, which assured the reelection of the head of state, were openly fraudulent. In the middle of all this are poorly trained local troops and an anti-subversive U.S. strategy that is failing to produce tangible results.
The outlook for the international community is unclear. Hillary Clinton, head of American diplomacy, asked whether “success is possible.” The results of the Kabul conference confirm the lack of a diplomatic exit: NATO forces will withdraw in 2014 and 50 percent of foreign aid will be managed by Karzai’s government. That is to say, the uniformed Afghans have some three years to become a professional and trained contingent, and the bureaucracy can count on the same timeframe to become capable of administrating the country.
What is certain is that a timeline for the return of sovereignty to Afghanistan remains unconfirmed. Obama has announced a withdrawal of troops for halfway through the next year, and other donor countries are contemplating the same decision due to internal political pressures. For his part, Karzai announced dialogue with the Taliban. It seems the Afghans are defeating another empire.
El martes pasado, representantes de 68 países se encontraron en Kabul, capital de Afganistán, para discutir sobre el futuro de la nación asiática. Conocido como el 'cementerio de imperios', por haber derrotado a ingleses y soviéticos, este rocoso territorio lleva casi una década ocupado por Estados Unidos y sus aliados de la Otán.
En estos nueve años, desde los atentados del 11 de septiembre de Al Qaeda, Afganistán se ha convertido en un rompecabezas difícil de resolver para la política exterior de la Casa Blanca. En contraste con la invasión de Irak, promovida por George W. Bush y los republicanos, la administración demócrata de Barack Obama escogió Kabul como su conflicto 'bueno' para finiquitar. Sin embargo, el deterioro de las condiciones de seguridad en los últimos 18 meses ha ido en aumento -380 soldados internacionales muertos en lo corrido de este año- y los avances para mostrar siguen siendo escasos.
La incapacidad del gobierno del presidente Hamid Karzai para ejercer autoridad en la mayoría del territorio afgano es evidente.
Provincias enteras en el sur rebelde están bajo el dominio de los señores de la guerra talibanes, mientras que las acusaciones de corrupción y nepotismo contra el clan de Karzai no cesan. Más aún, se sospecha que las pasadas elecciones presidenciales que aseguraron la reelección del mandatario fueron abiertamente fraudulentas. Todo esto en medio de unas tropas locales mal entrenadas y una estrategia antisubversiva estadounidense que está en mora de dar resultados tangibles.
El panorama para la comunidad internacional es confuso. Hasta Hillary Clinton, jefa de la diplomacia de Washington, se preguntó si "el éxito es posible". Los resultados de la conferencia de Kabul confirman la sinsalida diplomática: las fuerzas de la Otán se retirarán en el 2014, y el 50 por ciento de la ayuda exterior será manejado por el gobierno de Karzai. Es decir, los uniformados afganos tienen unos tres años para convertirse en un contingente profesional y entrenado, y la burocracia cuenta con el mismo tiempo para ser capaz de administrar el país.
Pero lo cierto es que ya quedó confirmado un cronograma de retorno de la soberanía a Afganistán. Obama había anunciado un retiro de tropas para mediados del año entrante, y otros países donantes vienen contemplando la misma decisión por las presiones políticas internas. Por su parte, Karzai anunció diálogos con los talibanes. Al parecer, otro imperio más que los afganos derrotan.
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It wouldn’t have cost Trump anything to show a clear intent to deter in a strategically crucial moment; it wouldn’t even have undermined his efforts in Ukraine.