United States and China: A “Silent” Confrontation

Published in Semana
(Colombia) on 13 September 2010
by Eduardo Velosa Porras (link to originallink to original)
Translated from by Luisa Cristina Marciano. Edited by Gillian Palmer.
The strategic competition between the U.S. and the People's Republic of China has grown in the region in recent months, which China must control in order to make the qualitative leap to world power. As the Asia and Pacific region has regained its deserved importance within the State Department, Pentagon and Trade Representative's Office during Obama’s administration, this will not be easy.

Since the beginning of the summer of 2010, the United States has been involved in issues that have a unique regional character for the Chinese and their neighbors, which are vital to their survival and growth. Three foreign policy actions highlighted this: Statements made by Secretary of State Hillary Clinton to the effect that American mediation in the dispute over the Spratly and Paracel Islands have become part of U.S. national interests; U.S. military exercises with South Korea, conducted with hopes of dissuading its northern neighbor from continuing its nuclear weapons program and as a demonstration to the other countries within the region; and the lifting of the ban on military cooperation with Indonesia’s Special Forces Units, who were sanctioned in the past for recorded human rights violations, but today have become relevant to the United States if it wants to ally itself with the world’s largest Muslim state, whose geographic location allows commercial and military control of the entirety of Southeast Asia.

For its part, China has conducted military drills with its Air Force, involving nearly 12,000 men, spy planes, combat jets and helicopters in a frank demonstration of its fighting capacity. China has strongly refuted Secretary Clinton’s remarks and noted that the dispute over the South China Sea is a matter of territorial consolidation, in line with the energy, food supply and geostrategic interests of this area and the Pacific — as part of which, for example, China announced tourist development plans in the disputed islands and warned Western petroleum companies to avoid making exploration and exploitation contracts with Vietnam. China is also getting closer to Indonesia to strengthen economic and military links, and gain a strategic ally and counterweight to Washington’s policies.

For the East Asian countries, this presently peaceful confrontation is a reality, though they do not wish to take sides in the event of direct antagonism. The two powers are moving their chess pieces, trying to prevent each other from achieving regional power, while increasing their own influence and control. Despite limited relevance to our local media, the global reality is overtaking traditional parochialism and will come to us sooner or later, as the competition evolves into subregions of a global character.

Perhaps it is already coming. Is it a coincidence that while the agreement with the United States regarding the use of its military bases has been dropped because of the Constitutional court, China announced the donation of one million dollars to be used on our military forces’ logistical areas, and in training and joint training announcements? More than coincidence, Colombia is already being pulled into such fights; its foreign office ought to be aware of how they are being carried out in order to make the best decisions for the country.


Para los países del Este de Asia este enfrentamiento, que por ahora es pacífico, es una realidad, aunque no desean tomar partido en una situación de antagonismo directo.
Lunes 13 Septiembre 2010
La competencia estratégica entre Estados Unidos y la República Popular de China ha cobrado intensidad en los últimos meses en la región, que la última debe controlar si quiere hacer el salto cualitativo a potencia mundial. No la tiene fácil porque, en la administración Obama, Asia Pacífico ha recuperado la importancia que merece al interior de la Secretaría de Estado, del Pentágono y de la oficina del Representante Comercial.
Desde el comienzo del verano que ahora termina, Estados Unidos se ha involucrado en temas que para los chinos y sus vecinos tienen un carácter regional exclusivo y que son considerados vitales para su supervivencia y crecimiento. Tres acciones de política exterior resaltan esto: las declaraciones por parte de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, en el sentido de que para los norteamericanos la mediación en la disputa sobre las islas Spratly y Paracel ahora se configuraba como parte de su interés nacional; los ejercicios militares que realizó junto con Corea del Sur como parte de la disuasión a su vecino del norte para que deje su programa de armas nucleares, acciones que tienen una naturaleza demostrativa para los demás países de la región; y el levantamiento de la prohibición de cooperación militar con unidades de fuerzas especiales de Indonesia, sancionadas en el pasado por su registros de violaciones a los derechos humanos, pero que hoy cobran relevancia para Estados Unidos si quiere asentarse en el Estado musulmán más grande del mundo y cuya localización geográfica permite el control comercial y militar de toda la zona del Sudeste Asiático.

Por su parte, China realizó ejercicios militares con su Fuerza Aérea que involucró alrededor de 12 mil hombres, aviones espía, jets de combate y helicópteros en franca demostración de su capacidad bélica. Rechazó enérgicamente las declaraciones de la secretaria Clinton y anotó que el tema del mar del Sur de China es un asunto de consolidación de su territorio –en sintonía con los intereses energéticos, alimentarios y geoestratégicos que representa esta zona del Pacífico– y para la cual, por ejemplo, anunció planes de desarrollo turístico en las islas en disputa y advirtió a las petroleras occidentales para que se abstengan de elaborar contratos de exploración y explotación con Vietnam. Por último, también se ha acercado a Indonesia para fortalecer sus vínculos económicos y militares y así ganar un aliado estratégico y hacer contrapeso a las políticas de Washington.

Para los países del Este de Asia este enfrentamiento, que por ahora es pacífico, es una realidad, aunque no desean tomar partido en una situación de antagonismo directo. Los dos poderes están moviendo sus fichas en el ajedrez regional de cara a lograr impedir que el otro aumente su capacidad de influencia y control.

A pesar de su escasa relevancia en nuestros medios de comunicación, esta realidad mundial desborda nuestro tradicional parroquialismo y tarde o temprano llegará hasta nuestras puertas porque la competencia se irá desarrollando en subregiones o microrregiones hasta alcanzar un carácter global.

Y, tal vez, ya está llegando. ¿Para alguien es una coincidencia el hecho de que, al tiempo de que el acuerdo con los Estados Unidos sobre el uso de las bases militares se cayera por concepto de la Corte Constitucional, China anunciara una donación por un millón de dólares para usarse en aspectos logísticos de nuestras Fuerzas Militares y se anunciaran entrenamientos y formación conjunta? Más que coincidencias, Colombia ya está inserta en estos enfrentamientos y su Cancillería debe estar atenta a cómo se están llevando a cabo para poder tomar las mejores decisiones para el país.

* Profesor de planta del Departamento de Relaciones Internacionales, Pontificia Universidad Javeriana.
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