Calderón should arrive in Washington with his own suggestions to change the rules of the game.
As if it wasn’t enough that people complain about insecurity, the thousands of deaths during his first four years of government and the increasing intensity of criticisms of his way of approaching drug trafficking, Felipe Calderón travels to Washington, D.C., this week so that Barack Obama, his main ally in the war against cartels, can explain what he meant when he said that the murder of U.S. Immigration and Customs Enforcement agent Jaime Zapata in Mexico was a “game-changer.”
The unusual public warning, which implies a criticism of the management of the war against drugs in Mexico, received an immediate and severe response from the Mexican president. Without referring directly to the case of Zapata, Calderón defended his troops and attacked U.S. diplomats — including the current ambassador in Mexico, Carlos Pascual — accusing them of damaging their relationship, distorting facts and discrediting Mexican authorities without reason.
It is in the midst of the current apparent disagreement between the countries that Calderón’s surprise visit to Washington was announced. A few days before, a raid requiring 3,000 federal, state and local law enforcement agents took place in major cities in the USA, during which 450 people suspected to be linked to Mexican cartels were arrested, and large quantities of drugs and firearms were seized to show that “[the USA] will not tolerate attacks against its agents,” The New York Times reported.
As it stands, Calderón should go to Washington with his own suggestions to change the rules of the game. For example, more than 40 years have passed since the war on drugs began, but American consumption remains the same. Would it not be prudent to organize a worldwide conference to set terms for a new policy to solve the problem? And for the record, Calderón did not advocate the legalization of drugs — just the call for a global conference to explore the alternatives.
If nothing inhibits the North American appetite for drugs, but anti-drug agencies take a week to deliver spectacular blows like last week’s raid, why don’t they do the same every week if they know where and how the cartels operate?
At the same time, Obama would have to be told to get his act together and support the proposal made by the ATF in front of the National Rifle Association, which would force arms vendors to report sales of multiple guns to an individual.
It is a proposal of modest proportions that the president inexplicably doesn’t want to follow. Most probably the gun that was used for the murder of agent Zapata was bought in Texas, Arizona or California.
For his part, Obama should call for a comprehensive reform in the Mexican justice system that prevents criminals like those implicated in the Zapata case from being freed because the office of the attorney general doesn’t adequately prove its allegations or because of corrupt judges.
Another suggestion is to ask of Calderón that together, the executive branch and the Mexican Congress enact a law that allows civil authorities to investigate human rights violations by the Mexican army with rigor and transparency.
If this is the sense of the rule changes that Obama puts forward to combat American vice and its consequences in Latin America and in the United States, the announcement will be welcomed. Meeting to smooth things over and continue without change is not a respectable option.
Cambio de las reglas del juego
Por: Sergio Muñoz Bata | 3:55 p.m. |
Calderón debería llegar a Washington con sus propias sugerencias para cambiar las reglas de juego.
Como si no bastara con el reclamo de la gente por la inseguridad, por los miles de muertos en sus primeros cuatro años de su gobierno y con la creciente intensidad de las críticas a su manera de encarar el problema del narcotráfico, esta semana Felipe Calderón viaja a Washington D. C. para que Barack Obama, su principal aliado en su guerra contra los carteles, le aclare qué quiso decir cuando dijo que el asesinato del agente de Inmigración Jaime Zapata en México obligaba a un "cambio en las reglas del juego".
La inusual advertencia pública, que implicaba una crítica a la conducción del combate a las drogas en México, tuvo una respuesta inmediata e intemperada del presidente mexicano. Sin referirse directamente al caso de Zapata, Calderón defendió a sus tropas y se lanzó contra los diplomáticos estadounidenses, incluyendo al actual embajador en México, Carlos Pascual, acusándolos de dañar la relación distorsionando los hechos y desprestigiando sin razón a las autoridades mexicanas.
Y es en medio del evidente desencuentro actual entre ambos países donde ahora se da el sorpresivo anuncio de la visita de Calderón a Washington esta semana. A unos días de que tuviera lugar una redada en la que participaron más de tres mil autoridades federales, estatales y municipales conducida en las principales ciudades de Estados Unidos y en la que arrestaron a más de 450 sospechosos de estar vinculados a los carteles mexicanos y decomisaron grandes cantidades de drogas y armas de fuego para mostrar que "Estados Unidos no tolerará ataques contra sus agentes".
Así las cosas, Calderón debería llegar a Washington con sus propias sugerencias para cambiar las reglas del juego. Por ejemplo, si hace ya más de 40 años que empezó el combate contra las drogas y el consumo en Estados Unidos sigue igual, ¿no sería prudente convocar a una conferencia global para concertar los términos de lo que debería ser una nueva política para tratar el problema? Y que conste que no abogo por la legalización de las drogas, sino por una convocatoria a una conferencia mundial para explorar alternativas.
Si nada inhibe el apetito por las drogas de los norteamericanos, pero a las agencias antidrogas les toma una semana asestar golpes espectaculares como el de la semana pasada, ¿por qué no lo hacen todas las semanas si saben perfectamente dónde y cómo operan los carteles?
Al mismo tiempo, habría que exigirle a Obama que se faje los pantalones y enfrente a la Asociación Nacional del Rifle apoyando la propuesta elaborada por la AFT, que obligaría a los vendedores de armas a reportar ventas múltiples de armas largas a un mismo individuo.
Una propuesta de modestos alcances que inexplicablemente el presidente no quiso abanderar. Muy probablemente el arma que utilizó el asesino del agente Zapata fue comprada en Texas, Arizona o California.
Por su parte, Obama debería exigirles a los mexicanos una reforma integral de su sistema de justicia, que impida que criminales como el implicado en el caso de Zapata sean liberados porque la Procuraduría de Justicia no acredita adecuadamente sus acusaciones o por la corrupción de los jueces.
Otra sugerencia necesaria sería pedirle a Calderón que juntos, el Ejecutivo y el Congreso mexicano, promulguen una ley que permita a las autoridades civiles investigar con rigor y transparencia las acusaciones de violaciones de los derechos humanos en contra del ejército mexicano.
Si este es el sentido del cambio de reglas que Obama propone para combatir el vicio americano y sus consecuencias en América Latina y ahora también en Estados Unidos, bienvenido sea el anuncio. Reunirse para limar asperezas y continuar igual no es una opción respetable.
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