At the Summit of the Americas held in Trinidad and Tobago in April 2009, Barack Obama, who was then a newcomer to the White House, promised he was open to improving relations with Cuba due to several complaints from Latin America and the Caribbean. The White House tenant smiled upon receiving the book “Las venas abiertas de América Latina” (“Open Veins of Latin America”) as a gift from Hugo Chávez, and many people expected a change in how the United States viewed the region.
Three years later, another summit is to be held, this time in Cartagena de Indias, Colombia. The coup against Honduran President Manuel Zelaya is the most visible sign of the price paid by those who believed in the new direction announced by Obama. Zelaya sought and achieved the repeal of Cuba’s expulsion from the Organization of American States (OAS) while a meeting of this organization was being held in his country. This triggered the former pro-coup mechanism, which the United States has used in the region for more than a century in order to defend its interests. The other mistake the Honduran president made was to include Honduras – a nation that functions as American property in Central America – into the Bolivarian Alliance for the Peoples of Our America (ALBA), whose member countries are Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Saint Vincent and the Grenadines, Dominica and Antigua and Barbuda.
The presidents of ALBA countries met this weekend in Caracas in remembrance of the 20 years of rebellion led by Hugo Chávez in Venezuela against then-president Carlos Andrés Pérez and his pro-American government. They also celebrated the 50th anniversary of the Second Declaration of Havana. Due to the forthcoming encounter with Obama, ALBA leaders have agreed to consider not attending the summit in Cartagena if Cuba is not invited, and so they will be organizing a meeting in Havana prior to the summit. “I suggest that if Cuba does not go, [if it] is not invited to the Summit of the Americas, no country of ALBA, at least of ALBA, should attend the summit,” said Rafael Correa, the Ecuadorian President. Correa added that it was essential to lift the criminal blockade against the Cuban people and reject the arrogant attempts to exclude Cuba from regional forums. From his point of view, one of the central issues in the summit should be lifting Cuba’s blockade.
The Ecuadorian statement was received with applause. “I agree with you, Rafael,” said Venezuelan President Hugo Chávez. “If Cuba is not invited to the Summit of the Americas, and hopefully this will not affect relations with the government of Colombia, it has nothing to do with Colombia, we will consider not attending the summit.” He suggested first consulting the Colombian government about the issue to see whether the host intended to invite Cuba, since it was all speculation without confirmation.
Bolivian leader Evo Morales stated they would attend the summit only if Cuba attended; otherwise they would take no part in it. He noted that this could be the “last” Summit of the Americas. With regard to this issue, Cuban President Raúl Castro declared: “We have never asked for such a measure, but this won’t stop us from supporting it, because we consider it very just.”
Colombian Foreign Affairs Minister María Ángela Holguín said from Bogotá that the issue would be addressed “based on an understanding from all countries.” The statement points to Washington and contradicts her previous statement that the ball was in Cuba’s court, since Cuba hadn’t shown any interest in joining the OAS, whose members are all invited to the summit in Cartagena. Cuba, like the other ALBA countries, does not recognize the OAS as a legitimate forum. In Latin America, the OAS is seen as an instrument of U.S. domination, and the dialogue set to take place in Colombia in April about equality between the United States and Latin America is aimed at changing the subordinate relationship Latin America has with the United States.
It would be very difficult for Obama, who is a candidate for re-election this 2012 and will have to travel to Miami to ingratiate himself with the Cuban American ultra-right (as other Republican candidates did) to give a “new direction” to relations with Cuba now, having not done it before. It’s much less likely that he’ll agree to a meeting with Cuba as equals. Even a child knows that the important decisions about the OAS are made in the U.S. Department of State. However, the summit in Cartagena is likely to be a watershed where Obama’s promises will no longer work. The ball Holguín is talking about is likely to become the goal itself for Washington, demonstrating the inefficiency of an old organization trying to operate in a continent that is no longer the one that expelled Cuba from the OAS in 1962, but rather one that has responded to the expulsion by giving birth to the Second Declaration of Havana.
Ante los reclamos de América Latina y el Caribe, en abril de 2009 un Barack Obama recién llegado a la presidencia prometía en la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago su disposición para llevar las relaciones con Cuba en una nueva dirección. En ese escenario, el inquilino de la Casa Blanca recibía entre sonrisas el ejemplar de Las venas abiertas de América Latina que le obsequiara el presidente venezolano Hugo Chávez y muchos se hacían expectativas con que realmente algo cambiara en la mirada de Estados Unidos hacia la región.
Tres años después, se acerca una nueva cumbre -esta vez en Cartagena de Indias, Colombia- y el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya es la huella más visible del precio que deben pagar quienes creyeron en la nueva dirección anunciada por Obama. Zelaya impulsó y logró la derogación de la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) durante una reunión de ese organismo efectuada en su país y desató en su contra la vieja maquinaria golpista que Estados Unidos utilizó durante más de un siglo en la región para defender sus intereses. El otro delito del presidente hondureño fue integrar a Honduras -una nación que funcionaba como una finca norteamericana en Centroamérica- en la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), lidereada por Cuba y Venezuela, y a la que pertenecen además Bolivia, Nicaragua, Ecuador, San Vicente y las Granadinas, Dominica, y Antigua y Barbuda.
En conmemoración de los veinte años de la rebelión que liderara Hugo Chávez en Venezuela contra el gobierno pronorteamericano de Carlos Andrés Pérez y en coincidencia con el 50 aniversario de la Segunda Declaración de La Habana se reunieron en Caracas este fin de semana los presidentes las naciones que integran el ALBA. Ante la nueva convocatoria a encontrarse con Obama los líderes del ALBA han acordado evaluar la posibilidad de ausentarse en pleno de Cartagena si Cuba no es invitada, para determinar lo cual realizarán en La Habana una reunión previa al foro de Colombia. “Desde ahora propongo que si Cuba no va, no es invitada a esa Cumbre de las Américas, ningún país del ALBA, por lo menos el ALBA (…) asista a dicha cumbre”, dijo el presidente de Ecuador, Rafael Correa y agregó “hay que insistir en el levantamiento al bloqueo criminal contra el pueblo cubano e insistir y rechazar esta prepotencia, esta soberbia de tratar de excluir a Cuba de los diferentes foros regionales”, por lo que en caso de de acudir a esa reunión “un tema central de la cumbre tiene que ser el levantamiento del bloqueo a Cuba”.
El reclamo ecuatoriano fue recibido con aplausos. “Yo estoy de acuerdo contigo, Rafael, si a Cuba no se la invita a la Cumbre de las América, y espero que esto no vaya a alterar las relaciones con el Gobierno de Colombia, no tiene nada que ver con Colombia, nosotros consideremos no asistir a esa cumbre” dijo el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que sugirió “consultar al Gobierno de Colombia, que es el anfitrión a ver si tiene previsto invitar a Cuba, porque hasta ahora estamos hablando de un supuesto”. El líder boliviano Evo Morales ratificó: “Si Cuba va, vamos, si no va, no vamos”, al apuntar que tal vez esta sea la “última” cumbre de las Américas. El presidente cubano, Raúl Castro, en referencia al tema afirmó: “Nosotros jamás hemos reclamado que se tome una medida como esa, pero no por eso vamos a dejar de apoyar esta que consideramos muy justa. Quiero agradecerlo a todos”.
La canciller colombiana, María Ángela Holguín, dijo desde Bogotá que “éste será un tema para discutir y acordar con los estados miembros de la OEA, pues no depende del país dicha invitación”, una afirmación que hace mirar hacia Washington, en contradicción con su afirmación de que “el balón lo tiene Cuba”, según ella, por no manifestar su interés en entrar al grupo de países observadores en la OEA, que son los invitados a la cumbre en Cartagena. Cuba -como los países del ALBA- no reconocen la OEA como un espacio de concertación, esa organización ha sido vista en América Latina como un instrumento de la dominación norteamericana, y si algún valor puede tener lo que ocurrirá el 3 de abril en Colombia es un diálogo en pie de igualdad entre Estados Unidos y Latinoamérica dirigido a cambiar la relación subordinante de EE.UU. con la región.
Es muy difícil que Obama, que es candidato a la reelección en este año 2012, y que necesariamente tendrá que pasar por Miami a congraciarse con la ultraderecha cubanoamericana -como ya hicieron los aspirantes republicanos- dé ahora una “nueva dirección” a las relaciones con Cuba si antes no lo hizo, mucho menos aceptará tenerla de igual a igual en una reunión. Que es en el Departamento de Estado en Washington donde se gestan las decisiones trascendentes sobre la OEA lo sabe hasta un niño pero es muy posible que la cumbre de Cartagena sea un parteaguas donde las promesas de Obama ya no funcionen. Más probable es que el balón del que habla la canciller Holguín termine en un autogol en la portería de Washington, demostrando la ineficacia de una vieja organización para operar en un continente que ya no es el que en 1962 vio expulsar a Cuba de la OEA sino el que alumbró en respuesta a esa acción imperial la Segunda Declaración de La Habana.
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It wouldn’t have cost Trump anything to show a clear intent to deter in a strategically crucial moment; it wouldn’t even have undermined his efforts in Ukraine.