This Tuesday, China took another step toward its Asian Infrastructure Investment Bank, the first multilateral financial institution not controlled by the United States or one of its allies. Today is China’s deadline and more than 45 other countries have petitioned to be one of the institutions' founding members, despite the United States' explicit rejection of the bank. Among the latest economies presenting their candidacy are Sweden, Spain, Taiwan — which does not have formal ties with continental China — and Norway, in spite of poor relations with Beijing after losing the Nobel Prize to Liu Xiaobo.
On April 15, the institution's founding members will be announced, while China expects that it will begin operations by the end of the year. The headquarters will be housed in Beijing and will be led by Jin Liqun. Although it has been reported that its initial capital will be at least $50 billion signed — about 46 billion euros — and $100 billion more committed, there are numerous details about its inner workings that have yet to be finalized. It is not clear whether China will have veto power and the government seems reluctant to clarify this point. Its deputy finance minister, Shi Yaobin, assured last week that "It is an unfounded proposition that China seeks or forgoes veto power."
The U.S. has had to turn to this lack of information to justify its concerns about the future organization and how it might weaken the World Bank or the Asian Development Bank. Washington has doubts about whether the AIIB will have strict enough governing or credit-extension standards. The countries that have applied for entry argue that once in, it will be easier to negotiate rules that guarantee internal transparency and strict standards. Yet, hiding in the background is a power struggle between the world's two strongest economies. The refusal of the U.S. to participate in a development bank sponsored by China is met by China's screaming absence in the Trans-Pacific Partnership, which the U.S. plans on signing with 11 more countries in Asia.
U.S. Secretary of Treasury Jack Lew was in Beijing this Tuesday where he met with Prime Minister Li Keqiang, among other officials. Lew expressed his country's desire to "collaborate with China as that country furthers its financial reforms and becomes more integrated and assumes greater responsibility in the global financial system."* China assures that it will use the organizations already in existence as a model and emulate their good traits while avoiding their weaknesses, such as excessive bureaucracy when it comes to granting credit. This weekend, Chinese President Xi Jinping highlighted the fact that the new bank would complement the World Bank and Asian Development Bank’s efforts. "Being a great country means taking on greater responsibility in the region and not seeking a greater monopoly in regional or global matters," maintained the president.
Following in the steps of the U.S., countries like Australia and South Korea at first refused to participate, but, in the end, they applied for membership. Everything changed on March 12, when the U.K. announced its support, which surprised even Beijing, which was expecting an announcement some days later.
Britain's minister of finance, George Osborne, made a simple calculation: As a founding member, his country would earn points to eventually become, as he desires, the great center of financial operations for renminbi (or Yuan) — the Chinese currency — in Europe. After the United Kingdom’s announcement, the rest of the European economies followed suit, eager to maintain harmony with the world's second economy and to make way for the participation of their companies in projects financed by the bank. In the end, Asia's needy sector in infrastructure has great potential.
Since Xi Jinping's arrival to power, China has undertaken a much more energetic foreign policy and, with this bank, he has managed to increase China's global influence. What's more, China has earned credibility and experience in multilateral inversion. An area in which China is still a relatively new participant, despite having become one the world's main credit providers: Its loans to Latin America and the Caribbean alone have increased 70 percent in 2014, now up to $22 billion according to the China-Latin America Finance Database. Its previous experiences, through the China Development Bank or Eximbank, have not always been pleasing. With the new bank, it will be able to make use of other countries' knowledge, which has a longer tradition, while also holding onto the reins.
In the avalanche of applications to join, only one (that we know of) has been rejected: that of North Korea. Beijing blocked its petition when it refused to provide financial data.
*Editor's note: The original quotation, accurately translated, could not be verified.
China dio este martes un paso más para materializar su Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB, por sus siglas en inglés), la primera institución financiera multilateral que no estará dominada por Estados Unidos o alguno de sus aliados. Hoy finalizó el plazo dado por China y más de 45 países han solicitado ser miembros fundadores de la institución, pese al rechazo explícito de EE UU. Entre las últimas economías en presentar su candidatura estuvieron Suecia, España, Taiwan —que carece de lazos formales con la China continental— o Noruega, pese a sus malas relaciones con Pekín tras la concesión del premio Nobel a Liu Xiaobo.
El próximo día 15 se anunciará definitivamente quiénes son los miembros fundadores de la institución, con sede en Pekín, dirigida por Jin Liqun y que China espera que entre en funcionamiento a final de año. Aunque se sabe que contará un capital inicial de al menos 50.000 millones de dólares suscritos (unos 46.000 millones de euros) y 100.000 millones comprometidos, aún faltan por concretar numerosos detalles sobre su funcionamiento. No está claro si China tendrá derecho de veto y el Gobierno tampoco quiere aclararlo. Su viceministro de Finanzas Shi Yaobin aseguraba la semana pasada que “no es cierto que China haya buscado o haya renunciado a un derecho de veto”.
A esa falta de datos se remite EE UU para justificar sus reservas sobre el futuro organismo, que teme que debilite a organizaciones ya existentes como el Banco Mundial o el Banco Asiático de Desarrollo (BAD). Washington cuestiona que el AIIB tenga estándares suficientemente rigurosos de gobernanza o de concesión de créditos. Los países que han solicitado el ingreso replican que desde dentro será más fácil negociar unas normas que garanticen una gestión transparente y estándares estrictos. En el fondo subyace una pugna de poder entre las dos mayores economías del mundo, porque al rechazo estadounidense a participar en un banco de desarrollo promovido por China se une la promoción del Acuerdo de Asociación del Pacífico, que EE UU prevé firmar con otros 11 países de aquella orilla con la clamorosa ausencia de China.
El secretario del Tesoro estadounidense, Jack Lew, se encontraba este martes en Pekín, donde se reunió, entre otros, con el primer ministro Li Keqiang. Lew expresó la voluntad de su país de “colaborar con China a medida que este país profundiza en sus reformas financieras y se integra más y asume mayor responsabilidad en el sistema financiero global”. China asegura que usará el ejemplo de las instituciones ya existentes para emular sus buenas prácticas y evitar sus defectos, como un excesivo burocratismo a la hora de conceder créditos. Este fin de semana, el presidente chino, Xi Jinping, subrayaba que el nuevo banco complementará las labores del Banco Mundial o el BAD. “Ser un gran país implica asumir una mayor responsabilidad en la región, y no buscar un mayor monopolio en los asuntos regionales o globales”, sostenía el mandatario.
Siguiendo la estela estadounidense, países como Australia o Corea del Sur se negaron inicialmente a participar, pero al final han solicitado su ingreso. Todo cambió el 12 de marzo, cuando Reino Unido anunció su adhesión, para sorpresa incluso de Pekín, que la esperaba unos días más tarde.
El cálculo de su ministro de Economía, George Osborne, era simple: como miembro fundador, su país ganaría puntos para convertirse, como anhela, en el gran centro de operaciones financieras en renminbis (o yuanes) —la divisa china— en Europa. Tras el anuncio británico, siguieron en cascada el resto de economías europeas, deseosas de mantener una buena sintonía con la segunda economía del mundo y de abrir camino a la participación de sus empresas en los proyectos financiados por el banco. Al fin y al cabo, el necesitado sector de las infraestructuras en Asia cuenta con un enorme potencial.
Desde la llegada al poder de Xi Jinping, China ha acometido una política exterior mucho más enérgica y con este Banco logra aumentar su influencia global. Además, gana credibilidad y experiencia en el ámbito de la inversión multilateral. Un área donde aún es un actor relativamente nuevo, pese a haberse convertido ya en uno de los principales proveedores mundiales de crédito: solo sus préstamos a América Latina y el Caribe crecieron un 70% en 2014, hasta los 22.000 millones de dólares, según la China-Latin America Finance Database. Sus experiencias previas, a través del Banco Chino de Desarrollo o el Eximbank, no siempre han sido gratas. Con el nuevo banco, podrá aprovechar el conocimiento de otros países con mayor tradición, al tiempo que mantiene las riendas.
En la avalancha de solicitudes de ingreso solo se ha rechazado, que se sepa, una petición: la de Corea del Norte. Pekín la bloqueó ante la negativa de ese país a proporcionar sus datos económicos.
Escasa representación internacional
Los grandes países emergentes han criticado su escasa representación en los organismos multilaterales, que mantienen el equilibrio de poderes resultante de la Segunda Guerra Mundial.
En 2010, el G20 y el Fondo Monetario Internacional (FMI) acordaron poner en marcha una reforma de las instituciones de gobierno global. El primer paso era un cambio en las cuotas del FMI, para reflejar el peso económico de los países.
La reforma que se acordó aumentaba el peso de los emergentes en apenas un 2,8%, aunque eso convertiría a China en el tercer país con más peso en el FMI. Ahora ocupa el sexto lugar, tras EE UU, Japón, Alemania, Francia y Reino Unido.
Para poder aplicar la reforma es necesario el apoyo del 85% de los votos. Al tener EE UU el 16,75% de los derechos de voto, no habrá reforma sin su aprobación. Es, de facto, un derecho de veto.
La Administración de Obama ha fracasado en su intento de aprobar la reforma desde 2012.
MÁS INFORMACIÓN
España se suma a última hora al Banco Asiático de Inversión
Alemania, Francia e Italia se unen a un banco asiático creado por China
El apoyo británico a un proyecto chino agita el orden financiero global
China aprovecha la debilidad de Obama para imponerse en el Pacífico
This post appeared on the front page as a direct link to the original article with the above link
.