At least 10 people died and another seven were injured in the latest indiscriminate attack, this time at Umpqua Community College near Roseburg, Oregon.
Down to the last detail, the tragic episode follows the old script played out with terrifying frequency in towns across America: A disenchanted individual with no significant criminal history decides to murder as many people as he can, chooses a school or workplace, empties one or even several weapons into the people assembled there, and then either commits suicide or is shot down by law enforcement officers.
President Barack Obama in his statement suggested that Americans had become desensitized to these mass shootings, and he demonstrated evident exasperation at the impossibility of persuading Congress to introduce measures to regulate the possession of firearms. He admitted that nothing could be done to prevent similar acts of carnage from occurring again and again in the weeks and months ahead.
Legislation allowing the government a minimal amount of control over the sale of firearms would clearly be a step in the right direction, but it would fail to prevent firearms from falling into the hands of murderers, just as similar legislation has failed to do so in other countries.
The problem seems to lie at a more fundamental level in a nation whose history features the glorification of violence and death as legitimate methods of action. The six convicts on death row in jails across America scheduled for execution over the course of the coming week are a prime example. United States air strikes on far-off Syria under the pretext of safeguarding the security of U.S. citizens are a further indication of this misguided ethic, while the facts seem to indicate that Americans face a far graver and more real threat at home from these mentally unbalanced individuals who, one fine day, take it into their heads to put an end to dozens of lives, arm themselves to the teeth, head for a place where people congregate — even their own school or workplace —and carry out a mass shooting, as occurred yesterday in Roseburg, Oregon.
Nor should we overlook the fact that governments set an example for their respective societies by their behavior. The United States government has always sought to demonstrate that problematic issues can be resolved through destruction, death and armed violence. This despite the fact that Washington’s aggressions have only served to complicate the problems it purports to resolve, as in the Middle East, where the United States’ devastating incursions into Afghanistan and Iraq created the perfect climate for the growth of the al-Qaida terrorist network, followed by the rise of the Islamic State.
Regrettably, until there is a profound transformation of public power and social and political ethics in the United States, massacres like yesterday's Umpqua Community College shooting will continue to be inevitable.
EU: masacres que no cesan
Al menos 10 personas murieron y otras siete resultaron heridas en un nuevo ataque indiscriminado, ocurrido esta vez en el Instituto Superior Técnico de Umpqua, en Roseburg, Oregon. El atacante, un joven de 26 años que fue identificado como Chris Harper Mercer, murió en un intercambio de disparos con efectivos policiales, según reportaron las autoridades.
El episodio trágico sigue al pie de la letra un viejo guión que se repite con aterradora frecuencia en diversas localidades del país vecino: un individuo resentido y sin antecedentes penales importantes que decide asesinar a la mayor cantidad posible de personas, escoge un centro educativo o comercial, vacía una o varias armas de fuego contra los presentes y luego se suicida o cae abatido por agentes del orden.
Ante esta recurrencia, el presidente Barack Obama se preguntó si los estadunidenses se han vuelto insensibles ante estas masacres, manifestó su exasperación ante la imposibilidad de convencer al Legislativo de que establezca medidas de regulación de la tenencia de armas de fuego y reconoció que no es posible hacer nada para impedir que actos de barbarie de esta clase vuelvan a ocurrir en las próximas semanas o en los próximos meses.
Ciertamente, una legislación que permita al gobierno establecer un mínimo control sobre la venta de armas sería un paso en la dirección correcta, pero ello no impediría –como no lo impide en los países en los que se encuentran vigentes leyes de esta clase– que los artefactos mortíferos siguieran cayendo en manos de asesinos.
El problema parece ser más hondo y relacionarse con un Estado que como rasgo histórico ha hecho una exaltación de la violencia y de la muerte como métodos legítimos de acción. Para no ir más lejos, en estos días seis condenados a muerte esperan su turno para ser ejecutados en diversas cárceles estadunidenses en el curso de la semana próxima. Otro ejemplo de este extravío ético es el hecho de que Washington realiza ahora mismo bombardeos en la lejana Siria con el pretexto de salvaguardar la seguridad de sus ciudadanos, los cuales, a juzgar por los hechos, enfrentan una amenaza mucho más grave y concreta de índole interna: la de los desequilibrados que un buen día deciden poner fin a decenas de vidas, acuden armados hasta los dientes a un sitio concurrido o bien a su propio centro de estudios o de trabajo y hacen una masacre como la de ayer en Roseburg, Oregon.
No debiera pasarse por alto el hecho de que los gobiernos son ejemplo para sus respectivas sociedades y que el estadunidense ha enseñado desde siempre a su población que todo puede resolverse mediante la destrucción, la muerte y la violencia armada, por más que las agresiones de Washington contra otros países no hayan logrado más que complicar los problemas que buscaban solucionar, como ha ocurrido en Medio Oriente, en donde las devastadoras incursiones en Afganistán e Irak crearon el clima propicio para la expansión de la red terrorista Al Qaeda y, posteriormente, para el surgimiento del Estado Islámico.
Por desgracia, en tanto en Estados Unidos no tenga lugar una transformación profunda del poder público y de la ética política y social, masacres como la ocurrida ayer seguirán siendo inevitables.
This post appeared on the front page as a direct link to the original article with the above link
.