The presidency of Donald Trump has increased the value of the role of democratic institutions with respect to the stability and prosperity of the society that he governs. Without a doubt, there are groups who are unhappy with his public performance. However, amid the ongoing challenges, it is impossible to believe that public policy solutions will bring positive results by simply issuing a decree, by holding that an idea is the main determinant in decision-making, or by denying technical standards obtained over years of experience in the struggle for security, economic strength, or energy diversification.
Donald Trump has completed one month as the head of the most important power in the world, and in only four weeks, he has demonstrated that there are personality profiles who symbolize a leap into the void through their incongruous approaches and the uncertainty of their results. There have been few periods in the institutional life of the United States like that of Trump’s era. It is strange to note the high capacity for conflict and speculation of the compact team in the White House. Without them, the changes in the way of doing politics might result in real benefits for the lives of Americans. Last week, those in the Oval Office had their first crisis with the departure of Michael Flynn, head of the National Security Council, which occupies the most sensitive area in the decision-making process of the president of the United States. The general stepped down, as he was forced to resign as a result of the contacts he established with Russian public servants, contacts which were not particularly well explained to Vice President Mike Pence. The remarkable thing is that the crisis did not stop with the resignation of Gen. Flynn, but continued when the favored replacement – Vice Adm. Robert Harward – declined the presidential invitation to lead the office that has a reputation of being the most coveted among U.S. national security experts. Perhaps it was due to the inadequate technical style imposed throughout the whole structure that surrounds the president of the United States, according to some media. This controversy is in addition to the various leaks made to the media of conversations between President Trump and various international leaders, where the talks were not conducted in the most diplomatic tone.
If conflict is experienced inside the White House, it emerges into the American public arena. Trump held a tense press conference where he not only provided inaccurate data about the elections, but where he also persisted on systematically disqualifying the media by pointing out that they have lost the trust of American society. At various times he had adverse reactions to the approach of accredited reporters, and even accused the press of obstructing the possibility of agreements with Russia because of press coverage. Additionally, he asked a female African-American reporter to organize a meeting with members of Congress of the same race. At a later public event, Trump implied he knew about an act of terrorism in Sweden, when in fact it was just a reference to a report on the alleged increase in common crime, explained as a consequence of accepting a growing number of migrants.
In the context of Trump’s wild declarations and lax diplomatic performance, the Parliament in the United Kingdom debated the appropriateness of receiving President Trump on his next visit to the country. On the other hand, Vice President Mike Pence intends to resume his course of relations with the European Union, emphasizing the common values and objectives of the first world power with that part of the world. In any case, in the first month Trump’s administration has ultimately shown the world the risks of electing political personalities that capitalize on the discontent of citizens, but who in actuality don’t have the capability or the technical skill to transform the reality of millions of people. Let us hope that Mexico does not suffer a similar constitutional period. Let us take heed.
Trump, un salto al vacio
La Presidencia de Donald Trump ha revalorizado el papel de las instituciones democráticas, respecto de la estabilidad y la prosperidad de las sociedades a las que gobierna. Sin duda, existen sociedades descontentas con el desempeño de sus instancias públicas, pero, en los retos contemporáneos, es imposible pensar que las soluciones de política pública traerán resultados positivos por la simple emisión de un decreto, la ocurrencia como principal determinante en la toma de decisiones o mediante la negación de los criterios técnicos obtenidos a partir de años de experiencia en la lucha por la seguridad, la fortaleza económica o la diversificación energética.
21 de Febrero de 2017
Donald Trump cumple un mes al frente de la potencia más importante del mundo y en tan sólo cuatro semanas ha demostrado que existen perfiles capaces de representar saltos al vacío por la incongruencia de sus planteamientos y la incertidumbre en sus resultados. Contados periodos en la vida institucional de Estados Unidos como los acontecidos en la era Trump. Resulta extraño constatar la alta capacidad para el conflicto y la especulación que tiene el equipo compacto de la Casa Blanca, sin que estos cambios en la forma de hacer política signifiquen beneficios reales en la vida de los estadunidenses. En la última semana, los alrededores de la Oficina Oval tuvieron su primera crisis con la salida de Michael Flynn, titular del área más sensible en la toma de decisiones del Presidente de Estados Unidos, que es el Consejo de Seguridad Nacional. El General retirado se vio obligado a dimitir por los contactos establecidos con servidores públicos rusos y que no fueron del todo bien explicados al vicepresidente Mike Pence. Lo llamativo es que la crisis no se detuvo con la renuncia del General Flynn, sino siguió cuando el favorito para reemplazarlo, el vicealmirante Robert Haward, declinara la invitación presidencial a liderar la oficina más codiciada para la reputación de los expertos de seguridad nacional en Estados Unidos, quizá por los estilos poco técnicos que se imponen a lo largo de toda la estructura que rodea al mandatario de ese país, según interpretaran algunos medios de comunicación. A esta polémica se suma las distintas filtraciones hechas a los medios, de las conversaciones sostenidas entre el presidente Trump y algunos mandatarios internacionales, donde el tono de la plática no fue en los mejores tonos diplomáticos correspondientes.
Si al interior de la Casa Blanca se vive conflicto, éste trasciende a la arena pública estadunidense. Donald Trump vivió una tensa conferencia de prensa donde además de proveer datos imprecisos del sistema electoral, no dejó de lado la descalificación sistemática a los medios al señalar que han perdido la credibilidad de la sociedad estadunidense. En varios momentos se mostró adverso a los planteamientos de los reporteros acreditados, e incluso responsabilizó a la prensa de obstaculizar con su cobertura, la posibilidad de acuerdos con Rusia. Asimismo, pidió a una reportera afroamericana organizar una reunión con congresistas de la misma raza. En un evento público posterior, Trump dio a entender el acontecimiento de un acto terrorista en Suecia, cuando apenas se trataba de una referencia a un reportaje sobre el supuesto incremento del delito del orden común, explicado como consecuencia de aceptar a un número creciente de migrantes.
En el marco de declaraciones desatinadas y laxos desempeños diplomáticos, el Parlamento de Reino Unido se debate sobre la conveniencia de recibir al presidente Trump en próxima visita de Estado. Mientras, por otro lado, el vicepresidente Mike Pence intenta regresar a su cauce las relaciones con la Unión Europea, enfatizando los valores y objetivos comunes que tiene la primera potencia mundial con esa región del mundo. En cualquier caso, en este primer mes la administración Trump ha finalmente enseñado al mundo los riesgos de elegir a perfiles políticos que capitalizan el descontento ciudadano, pero en los hechos no cuentan con las capacidades ni los criterios técnicos para transformar las realidades de millones de personas. Esperemos que México no deba sufrir un periodo constitucional similar, para caer en cuenta de ello.
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