Donald Trump's glowing public compliments, which surprised even Mauricio Macri himself, could have been a double-edged sword, given the host's peculiarities and the harsh criticism and blunders he generates within and outside of his country.
For this reason, the greatest success of the presidential tour was to have gathered, in addition to compliments from the head of the first world power, the support of representatives from political leadership, businesses and major political think tanks in the U.S. capital.
The "messages of support," as Macri himself called them, included a concrete achievement: the express support of the United States government for Argentina to join the Organization for Economic Cooperation and Development, which implies a shift in U.S. policy. And, even if the impact is more symbolic than economic, he added in the decision to lift restrictions on Argentine lemons entering the U.S. market.
Trump’s unpredictability, which worries everyone and disconcerts most Americans minute by minute, who do not cease their permanent astonishment, this time played in Macri’s favor. "He praised me so much that in one moment I almost said, ‘Come on, loosen up a little bit.’"
What surprised many was the stake he has in the issue: “Trump needed to be friendly with the leader of a country that has been a friend of the United States, and that could fill the unoccupied leadership role in the region,” explained local political observers.
In the same vein, some members of Congress referred to Argentina as the leader of the hemisphere. But it was especially notable that Speaker Paul Ryan and Democratic opposition leader Nancy Pelosi asked Macri how they could help him succeed. Ryan then released a complimentary statement.
In this context, it was not by chance that the critical situation in Venezuela was a cornerstone of the meetings held by the president or that it was a central theme of his meeting at the White House. The demand is that Argentina lead international pressure "to restore democracy, end human rights violations and achieve the release of political prisoners in that country," as Macri explained and acknowledged; he accepted the commitment and reiterated the actions that Foreign Minister Susana Malcorra has taken in this matter.
In the midst of Trump's thunderous trumpeting in favor of protectionism, the U.S. administration's willingness to resolve the conflicting aspects of their relationship with Argentina on the commercial front prompted the president to say, "At no point did they make me feel like it was America First."
This was reflected in the meals at the White House, said officials who participated in the meetings: Trump repeatedly asked them to explain the pending issues and the Argentine position on each matter, and he ordered his officials to find a way to solve them favorably. We will have to wait to see the results, beyond the support for the OECD and the advance promise about lemons.
In addition to the meeting at the White House, the meetings in Congress, and the exultant reception of businessmen, another event of symbolic weight was added: Five of the most powerful local think tanks gathered more than 600 people at the headquarters of the Center for Strategic International Studies, many of whom had to watch Macri's exhibition from the entrance hall, where there were 350 people seated. The organizers said with surprise this was an absolutely unusual amount of people to attend such an event.
In the days leading up to the trip, government officials tried to lower expectations, not just for the simple calculation that it would look better if it worked, but because Trump's outbursts could have complicated the situation. So, considering what was expected, Macri did well. And he managed the stage to make the visit a shining success.
Both the Argentine side and the American side still have a long way to go. But Macri feels that after the government's lazy summer, the winds have begun to change. And he has already begun to get excited about the visit he will make in two weeks to China and Japan, and the visit he will receive in a month from German Chancellor Angela Merkel.
He sees it as a palpable demonstration that his decision to reinsert himself into the world is bearing fruit, and he made this clear in his news conference at Blair House. So much so that he did not deprive himself of the opportunity to make some joking comments about the accusation that he was skeptical about the trip. Authentic Macri. Same as when he throws soccer references into each speech.
In an election year, this visit wins points, although the government needs to quickly turn it into tangible results. Today, he will return to the country and face the enormous challenge of making promises and good wishes come true. It's no small feat, and it will take a lot to get there from here. And above all, a lot of oxygen.
Los encendidos elogios en público de Donald Trump que sorprendieron hasta el propio Mauricio Macri podrían haber sido un arma de doble filo, dadas las particularidades del anfitrión y las duras críticas y traspiés que cosecha y genera interna y externamente.
Por eso, el mayor éxito de la gira presidencial fue haber recogido, además de los halagos del jefe de la primera potencia mundial, el respaldo de los representantes de la dirigencia política, empresarial y de las principales usinas de pensamiento político de la capital estadounidense.
A "los mensajes de apoyo", como Macri mismo los definió, sumó un logro concreto no menor: el apoyo expreso del gobierno de Estados Unidos para que la Argentina se incorpore a la Organización para el Comercio y el Desarrollo Económicos (OCDE), lo que implica un giro en la política estadounidense. Y, aunque tenga más impacto simbólico que económico, agregó en tiempo de descuento la decisión de levantar las restricciones a los limones argentinos para ingresar en el mercado estadounidense.
La imprevisibilidad de Trump que preocupa a todo el mundo y desconcierta minuto a minuto a la mayoría de los norteamericanos, que no salen de su permanente asombro, esta vez le jugó a favor a Macri. "Me elogió tanto que en un momento casi le digo: «Bueno, aflojá un poquito»."
Lo que a muchos sorprendió tiene su parte interesada: "Trump necesitaba mostrarse amigable con el líder de un país que se comporta como amigo de los Estados Unidos y que puede ejercer un liderazgo hoy vacante en la región", explicaron observadores de la política local.
En el mismo sentido se expresaron algunos miembros del Congreso que lo llamaron "líder hemisférico". Pero sobre todo se destacó que el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, como la líder de la oposición demócrata, Nancy Pelosi, le preguntaran a Macri en qué podían ayudar para que tenga éxito. Ryan luego sacó un elogioso comunicado.
No fue casualidad, en este contexto, que la crítica situación de Venezuela resultara uno de los ejes de todas las reuniones que tuvo el Presidente y ocupó un lugar central durante la reunión en la Casa Blanca. La demanda es que la Argentina lidere la presión internacional "para restablecer la democracia, detener las violaciones de los derechos humanos y lograr la liberación de los presos políticos en ese país", como lo explicó y reconoció Macri, que aceptó el compromiso y rescató lo hecho en el tema por la canciller Susana Malcorra.
En medio del atronador repiqueteo discursivo de Trump a favor del proteccionismo, la predisposición demostrada por la administración norteamericana para resolver los aspectos conflictivos de la relación en el plano comercial llevaron al Presidente a decir: "En ningún momento me hicieron sentir el America first".
Eso se vio reflejado en la comida en la Casa Blanca, dijeron los funcionarios que participaron del encuentro: Trump pidió reiteradamente que le explicaran los temas pendientes y cuál era la posición argentina al respecto y ordenó a sus funcionarios que buscaran la forma de resolverlos de manera favorable. Habrá que esperar para ver resultados, más allá del apoyo para la OCDE y del dulce anticipo de los limones.
Al encuentro en la Casa Blanca, las reuniones en el Congreso y el exultante recibimiento de los empresarios se sumó otro hecho de peso simbólico: cinco de los más poderosos think tanks locales reunieron en la sede del Centro de Estudios Internacionales Estratégicos (CSIS, por sus siglas en inglés) a más de 600 personas, muchas de las cuales debieron seguir la exposición de Macri desde el hall de acceso al salón, donde había 350 personas sentadas. Los responsables de la organización decían con sorpresa que había sido un hecho absolutamente inusual tanta convocatoria.
En los días previos al viaje, los funcionarios del Gobierno trataban de bajar las expectativas. No sólo por simple cálculo para que luciera mejor si salía bien, sino porque los arrebatos de Trump podían complicarlo. Así, de lo que podía esperar, Macri se llevó mucho. Y logró el escenario para hacerlo brillar.
Tanto del lado argentino como del estadounidense queda ahora mucho por concretar. Pero Macri siente que después del flojo verano que tuvo el Gobierno, los vientos empezaron a cambiar. Y ya empezó a entusiasmarse con la visita que hará dentro de dos semanas a China y Japón y con la visita que recibirá dentro de un mes de la canciller alemana, Angela Merkel.
Lo siente como una demostración palpable de que su decisión de reinsertarse en el mundo da frutos y lo hizo explícito en la rueda con los periodistas en la residencia de Blair House. Tanto que no se privó de lanzar algunas chicanas con la acusación de haber sido escépticos sobre el viaje y su política. Macri auténtico. Igual que cuando mechó menciones futboleras en cada exposición.
En un año electoral también esto suma, aunque el Gobierno necesita que pronto se transforme en resultados palpables. Hoy volverá al país real y a enfrentar el enorme desafío de hacer que las promesas y los buenos deseos se concreten. No es poco, aunque de acá se lleve bastante. Sobre todo, mucho oxígeno.
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