Is Donald Trump a leader? The answer leaves no room for doubt: NO. But it's not as if Europe has good examples of leaders, be they businessmen, private citizens or leaders. In general, we suffer from a worrisome deficit of leadership. This leadership deficit is most strongly felt in the failure to take decisive action and in an overly optimistic view of reality. It is true that Donald Trump seems to take unguided decisions, more than one of which has entailed an alarming fall in global standing, trade power and influence relative to foreign powers like China. These decisions demonstrate a lack of perspective and a failure of visionary diagnostics.
Another characteristic of Donald Trump's pervasive failure to lead is his stubborn insistence on acting like a private citizen and not like a president. Trump can dole out statements that would be unspeakable for other political leaders because they represent a complete lack of respect for prudence insofar as it applies to executive authority, and scorning authority or refusing to treat it with the appropriate sobriety only serves to obstruct access to leadership.. Furthermore, he appears to look down on all of the work that comes with being a leader.
Donald Trump has power, but no authority, and an ever-diminishing sense of moral conviction; that is to say, credibility and blind faith in what he does on the part of his constituents. This all leads to a worsening of the American global image.
A good leader is someone who helps the organization he represents grow, someone who serves rather than being served. He is someone who creates culture based on values. If one wants to lead a country like a business this concept is important. In business leadership theory, organizational culture is defined as the set of values, beliefs and ideas that guide the organization to specific, achievable and clearly-explained goals. A strong organizational culture helps employees grow and engage with the company's objectives. For this to be possible, they need to be driven by centrifugal forces that open doors, not centripetal ones that close them. If you never open the windows in a house, the air becomes unbreathable, and the same is true in politics and the business world.
Donald Trump's direction is driving the country in a centripetal manner and, although this might work well in the short term, it will backfire in the end. Leading is the opposite. Leading is working towards something, building bridges of opportunity between today and tomorrow. Leading means not thinking about oneself. Egocentricity is incompatible with any type of leadership. A good leader has to behave with a great amount of altruism and rigor, taking equal stock of the consequences of what they say and what they do.
To lead means to think before you speak, and on occasion, to not do what you want because the repercussions could be disastrous. To lead is to have an overall plan for the organization you are leading, whether that be a town, a country or a business. That entails accepting the diversity of those in your command, and employing your own talent to help them grow.
For the moment, what we see from Donald Trump doesn't follow these rules; as an example, we can refer to his famous slogan "America First" or, as he seems to interpret it, "Donald Trump first."
The worst part is that Donald Trump doesn't seem at all interested in leading, and seems to prefer playing at directing in a personal and impulsive way.
¿Es donald Trump un líder? La respuesta no alberga duda alguna: NO. Pero tampoco es que por Europa encontremos buenos ejemplos de líderes ya sean empresariales, sociales o políticos. En líneas generales asistimos a un déficit de liderazgo preocupante. Los principales problemas donde detectar esta minusvalía en la dirección recae en la toma de decisiones para conseguir iniciativa y en la visión oportunista de la realidad. Cierto es que Donald Trump sí parece tomar decisiones aunque sean descabelladas, porque más de una ha conllevado que su país pierda, alarmantemente, protagonismo en el mundo, ceda protagonismo comercial y de control de iniciativa a potencias como China, lo que evidencia la falta de perspectiva y un error de diagnóstico visionario.
Otra de las características de la falta de liderazgo en Donald Trump es su insistente empecinamiento en aparecer como un ciudadano y no como un presidente. Ante la opinión pública se presenta como el ciudadano Trump que puede asestar declaraciones que resultarían infames para cualquier líder político porque representan el desprecio a la condición prudencia cuando se dispone de autoridad máxima, y despreciar la autoridad o no tomarla con la seriedad necesaria acarrea construir obstáculos en el acceso al liderazgo. Es más, parece como si también despreciara todo el esfuerzo que demanda ser un líder.
Donald Trump tiene poder pero no autoridad y cada vez menos autoridad moral, esto es, credibilidad y fe ciega en lo que hace por parte de sus liderados. Todo ello repercute en la repercusión negativa que la imagen de EEUU va teniendo en el mundo.
Un buen líder es quien ayuda a crecer la organización a la que representa, es quien sirve y no se sirve. Es quien en base a unos valores construye cultura. Si quiere dirigir un país como una empresa este concepto es importante. En la teoría empresarial del liderazgo se define cultura organizacional como el conjunto de valores, creencias, ideas que guían para obtener unos objetivos que tienen que ser específicos, alcanzables y bien explicados. Una buena cultura organizacional ayuda a crecer a los empleados y los compromete con esos objetivos. Para ello necesita impulsarlos a través de fuerzas centrífugas, que abran puertas al exterior, y no centrípetas que las cierren. Si una casa no abre sus ventanas acaba siendo irrespirable, pues lo mismo en política y en el mundo empresarial.
Lo que pretende Donald Trump es impulsar el país que dirige desde lo centrípeto y eso, aunque a corto plazo puede resultar positivo, a largo plazo se vuelve en contra. Liderar es lo contrario. Liderar es conducir a un destino construyendo puentes de oportunidades entre el hoy y el mañana. Liderar no es pensar en uno mismo. El egocentrismo está reñido con cualquier tipo de liderazgo. Un buen líder tiene que actuar con altas dosis de altruismo y rigurosidad tomando sentido de las consecuencias de lo que se hace tanto como de lo que se dice.
Liderar es pensar lo que se dice y, en ocasiones, no siempre hacer lo que se piensa porque la repercusión puede ser desastrosa. Liderar es tener una idea global de la organización que se lidera, ya sea una comunidad, un país o una empresa. En esa idea aceptar la diversidad de los liderados y prestar tu talento al servicio de su desarrollo personal.
Por el momento lo que vemos en Donald Trump no va en esa dirección y como muestra referir a su famoso slogan de American First, o lo que quería decir era Donald Trump first.
Lo peor es que a Donald Trump no parece interesarle nada esto de liderar y juega más a dirigir de manera personal y caprichosa.
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The elderly president, vengeful and bearing a grudge, is conducting an all-out war against individuals, private and public institutions, cities and against U.S. states.