Millions of people in our region alone cry out for U.S. help to control a problem that affects all of us.
Driven from their home countries due to the scourge of unemployment, insecurity and political repression; discriminated against, mistreated and deported from the countries that eventually admit them, millions of Latin American migrants face the fierce repression of a globalization that excludes them just because they are poor. Venezuelans, Mexicans, people from Central America and also Bolivians look the same when they leave their countries in search of a better future for their families.
The latest statistical data is shocking. More than 108,000 migrants, most of them from Honduras, Guatemala and El Salvador, were detained on Mexican territory between January and June of this year; the majority were returned to their countries where the pain continues. More than 30,000 of these are minors, many of whom roam alone, which leads them to become victims of all kinds of abuse of their fundamental rights. Doctors Without Borders has denounced the fact that the migrants are victimized by criminal organizations and by police who abuse their power against a sector that is clearly vulnerable.
With clearly discriminatory undertones, President Donald Trump advances his repressive policy toward Latin migrants, whom he has accused of causing border insecurity and drug trafficking. This is an unsustainable generalization, given the growing social, cultural and economic contribution of millions of Latinos throughout U.S. history. Under the threat of imposing trade sanctions on Mexico, Washington forced an agreement on its neighbor to implement tough measures against migrants from Central America, while at the same time promoting the construction of an immense wall on the border between both countries with the illusory hope that the current of migration toward the U.S. can be checked. Every state has the sovereign right to establish its own immigration policy to regulate the entry of foreigners into its territory.
What is unacceptable is that in the process, individual human rights are being violated through arbitrary detentions, the separation of minors from their parents, and expulsions just because they are migrants.
Paradoxically with respect to history, it is the leftist leader Andrés Manuel López Obrador who has militarized his southern border with Guatemala and Belize and unleashed massive detentions of migrants. Amnesty International has questioned this offensive against people from Central America, and has pointed out that Mexican politics has resulted in a virtual wall on one of the hottest borders on the planet.
How To Deal with Migration
It is clear that a global debate is needed to find migration’s deepest causes and, in fact, to demand the implementation of policies that break with current social inequities and trade imbalances which lead millions of people to leave their homes. No one wants to leave their land if it is not necessary.
A new international agreement should aim to address a solution on a global scale, as Pope Francis and world governments have been demanding.
Son millones de personas que, solo en nuestra región, claman por ayuda de los Estados para encauzar un problema que nos afecta a todos
Expulsados de sus países de origen por el flagelo de la desocupación, la inseguridad y la represión política; discriminados, maltratados y deportados de los países que eventualmente los reciben, millones de migrantes latinoamericanos enfrentan la ferocidad de una globalización que los excluye por el solo hecho de ser pobres. Venezolanos, mexicanos, centroamericanos, también bolivianos, tienen el mismo rostro a la hora de salir de sus países en busca de un mejor futuro para sus familias.
Son millones de personas que, solo en nuestra región, claman por ayuda de los Estados para encauzar un problema que nos afecta a todos.
El último dato estadístico es estremecedor. Más de 108 mil migrantes, la mayoría provenientes de Honduras, Guatemala y El Salvador, fueron detenidos en territorio mexicano entre enero y junio de este año y, la mayoría, devueltos a sus países donde el dolor continúa.
Más de 30.000 de estos son menores, muchos de los cuales deambulan solos, lo que lleva a que sean víctimas de abusos de todo tipo contra sus derechos fundamentales. Médicos Sin Fronteras (MSF) ha denunciado que los migrantes son víctimas de atropellos por parte de organizaciones delictivas y de policías que abusan de su poder contra un sector que es claramente vulnerable.
Con claros tintes discriminatorios, el presidente Donald Trump avanza en su política represiva hacia los migrantes latinos, a los que ha acusado de ser factores de inseguridad y tráfico de drogas, una generalización insostenible dado el creciente aporte social, cultural y económico de los millones de hispanos en la historia de Estados Unidos. Bajo amenazas de aplicar sanciones comerciales contra México, Washington impuso un acuerdo para que su vecino ponga en marcha duras medidas contra los migrantes centroamericanos, mientras impulsa la construcción de un inmenso muro en la frontera entre ambos países con ilusoria esperanza de que se pueda detener la corriente migratoria que se dirige hacia Estados Unidos.
En el ejercicio de su soberanía territorial, todo Estado tiene derecho a establecer su política migratoria para regular el ingreso de extranjeros a su territorio.
Lo que resulta inadmisible es que, en ese proceso, se violen los derechos humanos de las personas a través de detenciones arbitrarias, la separación de menores de sus padres y las expulsiones por el solo hecho de ser migrantes.
Paradojas de la historia, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador ha militarizado su frontera sur con Guatemala y Belice, y ha impulsado las masivas detenciones de migrantes.
Amnistía Internacional ha cuestionado esta ofensiva contra los centroamericanos y ha remarcado que la política mexicana ha resultado en un muro virtual en una de las fronteras más calientes del planeta. Cómo enfrentar las migraciones.
Está claro que se requiere un debate global para dar con sus causas más profundas y, de hecho, demanda la puesta en marcha de políticas que rompan con las actuales desigualdades sociales y desequilibrios comerciales que llevan a millones de personas a tener que dejar sus hogares. Nadie quiere dejar su tierra, sino es por necesidad.
Un nuevo pacto internacional debiera apuntar a tratar una solución a escala global tal como la viene reclamando el Papa Francisco y otros gobiernos del mundo.
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