Capitol Hill continues to bring in witnesses suspected of working with the Kremlin, to no avail.
The Democratic Party remains determined to exploit the Russian scheme as one of Donald Trump’s major weaknesses leading up to the presidential election that will be held in little over a year, with rather poor results. This week, the opposition-led House Judiciary Committee questioned Corey Lewandowski, one of Trump’s senior campaign officials, about his connections with Russia, and he turned the hearing into a mockery of the Democrats, arguing that this scheme is nothing more than a political witch hunt.
Lewandowski’s testimony demonstrated that, three years later, the Russian scheme has already reached the end of its useful life as a political football in American politics. This strategist and political adviser vigorously defended Trump, ruthlessly ridiculing those investigating him. He used his hearing, which was broadcast by the major television networks, to promote himself as a potential Senate candidate in New Hampshire, something for which he has Trump’s blessing, of course.
In March, Special Counsel Robert Mueller concluded his investigation into Russian meddling in the 2016 presidential election, and detailed his findings in a thorough report and in an appearance before Congress in June. According to Mueller, the Kremlin approved two online campaigns designed to skew the presidential election in Trump’s favor, but Trump neither had knowledge of them nor did he take part in them. Another question Mueller did not comment on remains unconfirmed, which is whether Trump tried to hinder the investigation. The response from the White House is simple: why would Trump maneuver to cover up a crime he did not commit?
Lewandowski’s role in that supposed scheme is critical, since in 2017, Trump tasked him with asking then-Attorney General Jeff Sessions to shut down the entire investigation. Lewandowski failed to deliver the message, and Democrats summoned him to the Hill to explain why. Lewandowski offered the implausible answer that he went on vacation and forgot about the president’s request. For his part, Sessions allowed the investigation to run its course, and Trump, after mercilessly criticizing Sessions, unceremoniously fired him last year.
The fact is, since the conclusion of Mueller’s investigation, Democrats have been running out of strings to pull. They may continue dragging Trump’s employees and former employees around Capitol Hill, but those people are becoming increasingly adept in the art of denying everything and making their boss a victim, which would be quite convenient for him, as he is about to enter an election year.
La trama rusa, en vía muerta
El Capitolio sigue llamando a testificar a sospechosos de colaborar con en Kremlin, sin resultados
El Partido Demócrata sigue empeñado en explotar la trama rusa como una de las principales flaquezas de Donald Trump en las elecciones presidenciales que se celebrarán en poco más de un año, con resultados más bien pobres. Esta semana la comisión de Asuntos Judiciales de la Cámara de Representantes, controlada por la oposición, interrogó sobre sus conexiones con Rusia a uno de los directores de la campaña de Trump, Corey Lewandoswki, quien convirtió su interrogatorio en una burla de los demócratas y en una defensa de que esta trama no es más que una caza de brujas de índole política.
El testimonio de Lewandowski fue la demostración de que, tres años después, la trama rusa ya ha dado todo lo que podía dar de sí como arma arrojadiza en la política norteamericana. Este estratega y asesor político defendió enardecidamente a Trump, ridiculizó sin piedad a quienes le investigan y utilizó su comparecencia, emitida por las principales televisiones, para promocionarse como posible candidato a un escaño del senado por el estado de New Hampshire, algo para lo que, por supuesto, cuenta con la bendición de Trump.
En marzo, el fiscal especial Robert Mueller concluyó su investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones de EE.UU., y detalló sus conclusiones en un pormenorizado informe y en una comparecencia en el Capitolio en julio. Según Mueller, el Kremlin aprobó dos campañas digitales para manipular las presidenciales a favor de Trump, pero este ni las conocía ni participó de ellas. Queda otra duda no resuelta sobre la que Mueller no se pronunció, que es si Trump trató de entorpecer la investigación. La respuesta de la Casa Blanca es sencilla: ¿cómo iba Trump a maniobrar para tapar un delito que no cometió?
El papel de Lewandowski en esa supuesta trama es crucial, ya que en 2017 Trump le encargó que le pidiera al entonces fiscal general Jeff Sessions que abortara toda la investigación. Lewandowski no transmitió el mensaje, y los demócratas le llamaron al Capitolio para que explicara por qué. Dio la implausible respuesta de que se fue de vacaciones y se olvidó de la petición del presidente. Sessions, por su parte, permitió que la investigación siguiera su curso, y Trump, después de criticarle sin piedad, le despidió sin honores el año pasado.
El caso es que, concluidas las pesquisas de Mueller, poco hilo más tienen del que tirar los demócratas. Pueden seguir arrastrando por el Capitolio a empleados y ex empleados de Trump, pero estos son cada vez más diestros en el arte de negar la mayor y victimizar a su jefe, algo que a este no le viene nada mal cuando se dispone a entrar en un año de elecciones.
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