“We have seen that our nation is more deeply divided than we thought.” With this basic idea, in the early hours of Nov. 9, 2016, Hillary Clinton began the speech in which she would acknowledge Donald Trump’s victory in the U.S. presidential election that year. Indeed, from subsequent studies, we can conclude that the result of that presidential election is best explained by Trump’s message to concentrated sectors of the population that resented the death of the “American dream”—defined as the certainty that all citizens can achieve a good standard of living, educate their children and ensure health and a dignified old age by working and remaining disciplined in their personal and family lives. During Trump’s four years as president, he hammered home the idea that he was a game changer, and that things were bad for those sectors of the population because of politics or long-held government policies that he was coming to alter or reverse. Clinton’s explanation to her followers – gathered at a hall to celebrate her victory – as to why she had lost was based on political speculation about the division of the American people.
If Trump’s policy during his presidential campaign and while in office was to radically divide the population through his positions, proposals, allegations and initiatives, the Democratic Party’s candidate for this past November’s presidential election needed an approach built on unifying the American people around achieving its fundamental goals. This, of course, goes beyond any particular doctrine or strategy that leadership must endorse, but that’s how politics is. The basic approach of Joe Biden as the new president is to unite the U.S. nation and mend the wounds of division.
Trump’s impeachment trial goes against the new administration’s stated purpose; it can only be explained as a cheap political maneuver designed to destroy Trump’s status as a national role model. It evidently benefits the Democratic Party, as well as those with aspirations within Trump’s own Republican Party.
“Hemos visto que nuestra nación está más profundamente dividida de lo que pensábamos” Con esa idea básica, en la madrugada del 9 de noviembre de 2016, Hillary Clinton iniciaba la parte conceptual del discurso en el cual reconocía el triunfo de Donald Trump en la elección presidencial de EEUU en ese año; y, efectivamente, estudios posteriores permiten concluir que el resultado de aquellas presidenciales se explica mejor por el mensaje de Trump al rencor de densos sectores de la población por la caducidad de eso que llaman “el sueño americano”, definido éste como la certeza que tenía todo ciudadano de ese país en cuanto a que trabajando y viviendo con disciplina personal y familiar, podía alcanzar un buen nivel de vida, educar a sus hijos y asegurarse su salud y una vejez digna. Durante los cuatro años de su presidencia, Trump martilló la idea de que él era un parteaguas, de que “la cosa” estaba mal para esos sectores de la población por políticas y prácticasgubernamentales mantenidas por largo tiempo y que él venía a alterar o revertir, especulando políticamente sobre esa división de la nación norteamericana que, en el argumento de la señora Clinton, estaba en la base de la explicación que le tocaba dar al grupo de sus seguidores reunidos en un salón contratado para celebrar su triunfo,sobre el por qué éste no se había dado.
Si la política de Trump, en la campaña presidencial y en el ejercicio de la presidencia, fue la de radicalmente dividir a la población en relación a sus posiciones, propuestas, predicados e iniciativas, el planteamiento de la candidatura del partido demócrata para la elección presidencial del pasado mes de noviembre tenía que ser el de la unidad del pueblo norteamericano en el logro de sus metas fundamentales —esto, claro está, más allá de cualquier posición doctrinaria o programática sobre lo que debe propiciar el liderazgo; la política es así. Unir a la nación norteamericana y curar las heridas de la división es el planteamiento básico de Biden, el nuevo presidente.
El juicio a Trump es contrario al propósito declarado del nuevo gobierno y éste sólo se explica por politiquería dirigida a anular a Trump como referente nacional, con evidentes beneficios para el partido demócrata e incluso para aspiraciones dentro del propio partido republicano.
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