In 2015, Graham Allison, a Harvard scholar, published an influential essay about the rivalry between the U.S. and China.
Allison’s essay began with an observation from Thucydides that says that the war between Sparta and Athens originated in the fear that Sparta, then the dominant city in Greece, had of Athens’ growing power.
Allison traced 16 comparable cases throughout history, where a city, kingdom or country dominating its space was challenged by a rival that seemed capable of taking its place in power. In 12 of the 16 cases he studied, the result of the rivalry between the established power and the emerging one was a war.
The symmetry was obvious: The U.S. currently appears to be a waning world power, and China its substitute rival. That’s why both powers are thrown, along with the world, into what Allison christened “Thucydides’ Trap,” the title of his essay.
China and the U.S. have managed to coexist reasonably well outside of the fatality implicit in Thucydides’ trap, but the logic of their confrontation has only grown. China is starting to be a challenging power in many areas for the U.S.: economy, trade, technology and the geopolitical deployment over what China considers its hegemonic space, such as Taiwan and the South China Sea.
China’s leader, Xi Jinping, considers the U.S. a decadent power with an ineffective political system. In his opinion, Western democracy is not a civilizing strength, but a historical weakness over which China will prevail.
Meanwhile, in today’s divided and weakened American democracy, the only point of consensus is curbing China. Everything else is polarization, disagreement and allies’ doubt of Washington’s capacity for global leadership.
Ruling out the cataclysmic scenario of war, Mexico has a lot to lose and a lot to gain in the spaces that are opened by this struggle between the powers in today’s Thucydides’ trap. However, there is little reflection on this opportunity and risk in public conversation or government discourse.
Estados Unidos, China y la trampa de Tucídides
En 2015, Graham Allison, académico de Harvard, publicó un influyente ensayo sobre la rivalidad de Estados Unidos y China.
Allison partió de una observación de Tucídides según la cual la guerra entre Esparta y Atenas tuvo su origen en el temor de Esparta, la ciudad dominante de la Hélade, por el creciente poderío de Atenas.
Allison rastreó en la historia 16 casos comparables en los que una ciudad, un reino o un país dominante en su espacio, se veía desafiado por un rival que parecía capaz de sustituirlo en su poder.
En 12 de los 16 casos estudiados por Allison, la consecuencia de la rivalidad entre el poder establecido y el emergente fue una guerra.
La simetría era obvia: Estados Unidos parece hoy una potencia mundial menguante y China su rival sustituto, por lo cual ambas potencias están metidas, y con ellas el mundo, en lo que Allison bautizó como “La trampa de Tucídides”, el título de su ensayo.
China y Estados Unidos han logrado convivir razonablemente por fuera de la fatalidad implícita en la trampa de Tucídides, pero la lógica de su confrontación no ha hecho sino crecer.
China empieza a ser una potencia desafiante en muchos órdenes para Estados Unidos: la economía, el comercio, la tecnología y el despliegue geopolítico sobre lo que juzga su espacio hegemónico, como Taiwán y el Mar de China.
Para el líder chino, Xi Jinping, EU es una potencia decadente con un sistema político ineficaz. En su cabeza, la democracia occidental no es una fortaleza civilizatoria sino una debilidad histórica sobre la cual China prevalecerá.
Por su parte, en la dividida y enervada democracia estadunidense de hoy, no hay otro punto de consenso que frenar a China. Todo lo demás es polarización, desacuerdo, duda de los aliados sobre la capacidad de liderato global de Washington. (Véase: https://econ.st/3EP3YmG).
Descartada la hipótesis cataclísmica de la guerra, México tiene mucho que perder y mucho que ganar en los espacios que abre la pugna de las potencias en la trampa de Tucídides de nuestros días, pero la reflexión sobre esta oportunidad y este riesgo apenas está presente en la conversación pública o el discurso del gobierno.
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The erratic tariff policy pursued by the U.S. president and his administration has so far mainly served to strengthen ties between countries in the Global South and Beijing, and, where relevant, Moscow.