The president of the United States of America has made his obsession with constructing a border wall with Mexico the center of his political discourse.
What started off as a crazy idea for the electoral campaign of a candidate with little discipline and few complex arguments has turned into the backbone of domestic policy for the most powerful democracy in the world. At the same time, the country has been dragged into an unprecedented crisis. The president of the U.S., Donald Trump, has tied up his grand obsession with building a wall with Mexico into a Gordian knot for political debate and this has had significant consequences both at home and abroad.
The Democratic opposition categorically refuses to allocate a part of the budget to finance this belligerent and ineffectual plan. This is a project that represents the U.S. in a way that contradicts its tradition as a country where anybody in the world can arrive and fulfill his or her ambitions. Far from dialogue, the reaction from the leader has been to proceed with a partial government shutdown, a measure that, as time passes, is increasingly detrimental to citizens and the public employees who are going without a salary during this period – and which has provoked ill feeling among Republican ranks.
Trump insists that the need to build a wall responds to “a humanitarian and security crisis.” Two factors that dismantle this fallacy should be emphasized. Firstly, a humanitarian crisis is resolved by adopting urgent measures that alleviate the immediate material situation of the victims of those circumstances, never by constructing a physical barrier – something that has precisely the opposite effect. Secondly, not even the most hardened sector of the Republican Party, those most opposed to immigration, consider the wall to be a priority.
While Trump remains stubbornly embedded in a project that paralyzes his own country at the border with Mexico, finding a solution is made complicated by a lack of imagination, dialogue and international cooperation − three concepts that are alien to the current occupant of the White House.
Trump, en su Castillo
El presidente de EE UU ha hecho de su obsesión por construir un muro en la frontera con México el centro de la discusión política
Lo que comenzó siendo la disparatada ocurrencia de campaña electoral del equipo de un candidato poco disciplinado y enemigo de los argumentos complejos se ha convertido en el eje de la política interna de la democracia más poderosa del mundo y en un problema que ha colocado al país ante una crisis inédita. El presidente de EE UU, Donald Trump, ha hecho de su obsesión por construir un muro a lo largo de toda la frontera entre su país y México un nudo gordiano de la discusión política que ha tenido importantes consecuencias tanto en el interior como en el exterior.
La oposición demócrata se niega tajantemente y con toda lógica a asignar una partida presupuestaria que financie esta obra faraónica e ineficaz. Un proyecto que sobre todo es símbolo de una manera de entender lo que significa EE UU contraria su tradición de país donde cualquier persona del mundo puede llegar y realizar sus proyectos. Lejos de dialogar, la reacción del mandatario ha sido proceder al cierre parcial de la Administración, una medida que conforme pasan los días perjudica a los ciudadanos y a los empleados públicos —que se quedan sin salario durante este periodo— y que ha provocado malestar entre las mismas filas republicanas.
Trump insiste en que la necesidad de construir el muro responde a "una crisis humanitaria y de seguridad”. Conviene subrayar dos aspectos que desmontan esta falacia. Una crisis humana se resuelve, en primer lugar, adoptando medidas urgentes que alivien la situación material inmediata de las víctimas de esa circunstancia. Nunca construyendo una barrera física que tiene como efecto precisamente el contrario. En segundo lugar, ni siquiera el sector más duro del Partido Republicano, el más contrario a la inmigración, considera que el muro sea una prioridad.
Mientras Trump sigue encastillado en un proyecto que paraliza a su país, en la frontera con México se complica una solución para la que hace falta imaginación, diálogo y cooperación internacional. Tres conceptos ajenos al actual inquilino de la Casa Blanca.
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