Los Obama, ¿mudándose a un condominio?
El presidente Barack Obama ha decidido mudarse a vivir con su familia en uno de los bellos y funcionales edificios de condominios que hay en esta capital. La decisión tiene mucho sentido: son amplios, tienen vista, cuentan con porteros que si estás de viaje te recogen el correo, te riegan las plantas y lo más importante, si alguien te busca, te avisan y si no es bienvenido, lo corren.
Lo anterior lo escribió en forma de sátira Andy Borowitz para la revista The New Yorker, pero la verdad es que no parece mala idea dados los últimos hechos que revelaron el mal funcionamiento del afamado y temido Servicio Secreto, la agencia gubernamental élite que tiene como misión proteger y cuidar al mandatario y a su familia.
Quién no recuerda la imagen de película de aquel agente Timoty McCarthy que resultó herido de un balazo que iba dirigido hacia el entonces presidente Ronald Reagan cuando trataron de asesinarlo en 1981. Y la del agente Jerry Parr, quien rápidamente lo acarreó hacia su limusina, acciones inmortalizadas por Hollywood y por la historia.
Sin embargo, en la actualidad la reputación del Servicio Secreto está por los suelos luego de una serie de incidentes y escándalos que obligaron a la renuncia inesperada la semana pasada de su directora, Julia Pierson, y abrieron graves dudas de si esta agencia creada hace 149 años puede realmente garantizar la seguridad del hombre más poderoso del planeta y la de su esposa e hijas.
Y es que tan sólo en las últimas semanas, un ex combatiente de Irak armado con un cuchillo escaló la reja de la Casa Blanca y por una puerta sin seguro se adentró hasta el salón en el primer piso, donde el presidente da discursos y ruedas de prensa. Días antes en una gira por Atlanta, un agente de seguridad privada con antecedentes penales se metió al elevador con Obama sin que nadie se diera cuenta. Y ahora se sabe que en 2011 unos balazos rompieron una ventana del ala privada de la residencia justo cuando su hija menor Sasha estaba ahí.
El Servicio Secreto, la arrogante dependencia del gobierno que más se ufana de su profesionalismo, empezó a proteger a los presidentes en 1901 luego del asesinato de William McKinley, pero por primera vez hace 24 meses, los estadunidenses se enteraron de los festejos con exceso de alcohol que sus agentes llevan a cabo en los países que el mandatario visita. Tal fue el caso en Cartagena, Colombia, en 2012, cuando once de ellos fueron enviados de regreso por borrachos y divertirse con prostitutas. Incidentes similares se dieron en marzo pasado en Ámsterdam cuando un agente embriagado se quedó tirado en el pasillo de un hotel.
Y qué decir de aquella cena de Estado para el primer ministro de India cuando una pareja local se vistió para la ocasión y sin invitación acudieron, pero tampoco la necesitaron. Bebieron, comieron y saludaron al presidente de mano sin que el Servicio Secreto se percatara.
Pero no todos los acusan, hay quienes sostienen que la moral es baja entre los agentes y que todo empezó a ir mal cuando George W Bush decidió que dejaran de depender del Departamento del Tesoro para integrarse al de Seguridad Interna, donde el presupuesto y los recursos que les asignan son mucho menos. Además se les ha doblado el trabajo, ya que en la actualidad también están a cargo de investigar fraudes financieros y los delitos que se cometen en las plataformas cibernéticas. Tareas por el mismo sueldo que para muchos no son compatibles con proteger a los Obama.
Aquellos que defienden al Servicio Secreto argumentan que gracias a los seis mil 572 agentes que lo integran, en medio siglo no han asesinado a presidente alguno. Otros dicen que se necesitan reformas y cambios drásticos ante el nivel sin precedentes de amenazas procedentes de extremistas islámicos y de derecha que Obama recibe. Más del doble que sus antecesores. Públicamente la Casa Blanca insiste en que el presidente aún les tiene confianza, pero se sabe que en privado está furioso. ¿Y quién no lo estaría si su vida y la de sus seres queridos estuviera en riesgo?
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