Iraq: 10 Years of Shame and Impunity

Published in Juventud Rebelde
(Cuba) on 19 March 2013
by Juana Carrasco Martín (link to originallink to original)
Translated from by Kate Wheeler. Edited by Lydia Dallett.
Even today, 10 years after the beginning of the Iraq war, there is more than enough fresh evidence to disgrace it. The hangover of the invasion that George W. Bush Jr. initiated against Iraq on March 19, 2003 shows that the fratricidal war goes on. Just last Tuesday, on the eve of the anniversary, 56 people died and more than 200 were injured in a wave of car bomb attacks and explosions in Baghdad, Iskandariya and Mosul.

The names of these victims are unknown, a “normal” fact of life ever since the U.S. initiated a genocidal war under the pretext that this Mesopotamian country possessed weapons of mass destruction dangerous to the U.S. and Great Britain and their allies.

Casualties of daily violence now include workers, students, housewives and those who wrap themselves in explosives. There are mortar attacks and shootings — smaller versions of the attacks carried out 10 years ago as land and aviation forces launched the most deadly U.S. missiles to weaken a defense that could prevent a ground invasion, which ultimately happened. As in the case of Fallujah, the martyr city known as the Iraqi Guernica, combat and the fierce repression of any resistance have left behind an immense trail of blood.

And still today, governments are spreading lies from the Blair-Bush era. The BBC’s program “Panorama” revealed fresh evidence that the CIA and Britain’s MI6 knew months before the invasion that Iraq did not have weapons of mass destruction. However, the British prime minister told Parliament that he had intelligence proving that Iraq’s nuclear arms and chemical and biological weapons programs were "active, "growing" and "up and running."

The motives for the invasion were completely fabricated, turning young people into killing machines and letting them die in a slaughter that decimated a people and a nation — a nation that also lost stability, internal harmony, sovereignty and independence.

According to the Iraq Body Count project and British medical journal The Lancet, at least 112,000 civilians have died in Iraq.

While the U.S. says it is withdrawing its troops, its ominous presence continues under the same pretext of ushering and preserving democracy when in reality it has only brought death and destruction and caused severe division among Iraqis.

An entire decade in this country can be measured in extended suffering, towns in ruins and mutilated and tortured adults who also suffer from high unemployment and its consequences, as well as in children suffering mutations because of the uranium in weaponry carried by Americans and white phosphorus from napalm bombings. They join the thousands of U.S. soldiers suffering from everything from post-traumatic stress and unknown diseases that are a product of the toxins used in Iraq.

To this human cost, we can add the exploitation of Iraq’s oil wealth — a profitable sector in which earnings have not reached any of its country’s needy people.

And after 10 years, cynicism and hypocrisy have multiplied. Yesterday, Victoria Nuland, the spokesperson for the U.S. Department of State, stated: “The United States strongly condemns the terrorist attacks today that targeted innocent men, women, and children throughout Iraq...senseless violence such as this tears at the fabric of Iraqi unity.”

What is done remains for war historians to judge. History will condemn them, but for now they enjoy total impunity.


Iraq: Diez años de ignominia e impunidad

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Juana Carrasco MartínJuana Carrasco Martín • juana@juventudrebelde.cu
19 de Marzo del 2013 22:17:15 CDT

Todavía hoy, sobran las evidencias frescas de una infamia, a pesar de los diez años transcurridos. La resaca de la invasión —que iniciara George W. Bush, el hijo, contra Iraq el 20 de marzo de 2003—, se muestra en la guerra fraticida actual, que solo ayer martes, víspera de la sacrílega conmemoración, costó la vida a 56 personas y más de 200 heridas en una ola de ataques con coches bomba y artefactos explosivos en Bagdad, Iskandariya y Mosul.

De estas víctimas se desconocen los nombres, algo «normal» desde que se inició una guerra genocida bajo el pretexto de que el país mesopotámico poseía armas de destrucción masiva que ponían en peligro a Estados Unidos, a la Gran Bretaña y a otros de sus aliados.

Las bajas de la jornada de violencia de ahora también son trabajadores, estudiantes, amas de casa… y a los atentados con explosivos se unieron ataques de mortero y tiroteos, una versión reducida de aquellos llevados a cabo hace diez años con los más mortíferos misiles estadounidenses, lanzados desde su flota y su aviación, para reblandecer una defensa que pudiera impedir una invasión por tierra que al final se produjo, dejando un inmenso rastro de sangre, en combates o en feroz represión contra cualquier resistencia, como en Faluya, la ciudad mártir conocida como la Guernica iraquí.

Y todavía hoy, se airean las mentiras de la pareja G.W.Bush-Tony Blair. El programa Panorama de la BBC reveló evidencias frescas de que la CIA estadounidense y el MI6 británico sabían desde meses antes de la invasión que Iraq no tenía armas de destrucción masiva (WMD), pero el Primer Ministro inglés le dijo entonces al Parlamento tener informaciones de inteligencia mostrando que los programas iraquíes de armas nucleares, químicas y biológicas estaban «activos», «en crecimiento» y «en ejecución».

Los «motivos» para la invasión fueron totalmente fabricados, involucrando a jóvenes convertidos en carne de cañón para matar y morir en una masacre que diezmó a un pueblo y a una nación cuna de la civilización humana, que perdió, además, estabilidad y armonía interna y soberanía e independencia.

Según el grupo Iraq Body Count (Recuento de Cadáveres en Iraq) y la revista científica británica The Lancet no menos de 112 000 civiles murieron en ese país.

Y si bien Estados Unidos dice haber retirado sus tropas de combate, su presencia ominosa continúa con idéntico pretexto de llevar y mantener la democracia, cuando realmente entronizaron no solo la destrucción y la muerte, sino también la división sectaria que hoy desangra a los iraquíes.

Una década se mide en ese país por el sufrimiento más extendido, por pueblos todavía en ruinas, por adultos mutilados, torturados y padeciendo un altísimo desempleo y sus consecuencias, por niños mutados a causa del uranio empobrecido portado en los armamentos estadounidenses y el fósforo blanco de los bombardeos con napalm… y a ellos pueden unirse los miles de soldados estadounidenses que padecen desde el estrés postraumático hasta enfermedades «desconocidas» producto de los tóxicos que emplearon en Iraq.

A ese costo humano agréguese la expoliación de las riquezas petroleras del país, un sector floreciente que no se revierte en beneficio de un pueblo necesitado.

Y a diez años, el cinismo y la hipocresía se multiplican. Ayer, la portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland, en nula declaración que hizo coincidir prácticamente con este aniversario de oprobio, dijo: «Estados Unidos condena enérgicamente los atentados terroristas de hoy dirigidos a hombres inocentes, mujeres y niños en todo Iraq»… Esta violencia «sin sentido está desgarrando el tejido de la unidad iraquí».

Y dejó para los «historiadores» las valoraciones de esa guerra. Esa historia deberá condenarlos, pero por ahora gozan de total impunidad…
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