A few days ago, Irish journalist Ed Vulliamy declared that “the responsibility for the deaths of journalists and the suffering of the Mexican people falls directly on the financial sector of London and Wall Street.”* This statement, made during the presentation of his book [Amexica] in the Mexican state of Veracruz, raised a real clamor.
It’s no wonder. After more than two years, the result of his investigative journalism along the Mexican-American border has confirmed what many had been suspecting. From the start of the 2008 financial crisis, if not before, the banks have intensified their involvement in the laundering of enormous quantities of money associated with drug trafficking.
Vulliamy presented evidence from two specific cases. One was from Wachovia. This U.S. bank, with branches in major American cities, was fined for not monitoring the entry of billions of dollars into these branches. The money had come from currency exchanges on the southern border. The fine, although in millions, did not represent more than a fraction of the quantity of money deposited by the financial institution. “Not even one criminal case has been opened. Nobody will go to prison,” Ed told me.* “Meanwhile, thousands of women will be murdered along the border, the corruption will worsen and the recently elected PRI [Institutional Revolutionary Party] administration will try to reinstate the pax mafiosa, as they have in the past.”*
The second case, less known though more scandalous, involves the British bank HSBC. The self-identified “global bank” has advertisements that adorn the corridors of the entrance to Heathrow Airport in London. It was found guilty of turning a blind eye to the billions of dollars that had been entering its branches on Wall Street, coming from Mexico through their Caribbean office. This office is a virtual point. With no officials, its function seems to be to serve as the intermediary point for the transport of tons of cash.
Once more, the bank was limited to paying a relatively insignificant penalty. Its officials, meanwhile, made life miserable for the witness who pointed out the irregularities in the controls over money coming in. The witness was an official hired by the bank itself to strengthen its anti-money laundering controls.
In a press release, HSBC claimed to have “learned to work alongside the U.S. Department of State, in a manner so that in the future these types of irregularities do not occur again.”*
When someone is caught with contraband on the border, the penalty can be up to 15 years in prison. In return, those who deposit billions of dollars that are the profits of murder and corruption get off with a slap on the wrist. “What about the CEO of HSBC?” asked Ed. “They named him trade minister.”*
*Editor’s Note: The original quotation, accurately translated, could not be verified.
Améxica
Por: Oscar Guardiola-Rivera
El periodista irlandés Ed Vulliamy afirmó en días pasados que “la responsabilidad por las muertes de periodistas y el sufrimiento de los mexicanos recae directamente en el sector financiero de Londres y Wall Street”. Dicha afirmación, hecha en la presentación de su libro en el estado de Veracruz, levantó una polvareda.
No es para menos. El resultado de su investigación periodística de más dos años en la frontera mexicano-americana ha confirmado lo que muchos sospechaban: desde el comienzo de la crisis financiera del 2008, si es que no antes, los bancos han incrementado su involucramiento en el lavado de enormes cantidades de dinero asociadas al narcotráfico.
Vulliamy presentó evidencias de dos casos concretos: uno, el de Wachovia, un banco estadounidense con sucursales en las principales ciudades del país, que fue sancionado por no monitorear la entrada a sus sucursales de miles de millones de dólares provenientes de las casas de cambio de la frontera sur. La multa, aunque millonaria, no representó más que una fracción de la cantidad de dinero ingresada por la institución bancaria. “Ni un solo caso criminal se ha abierto. Nadie irá a prisión”, me dice Ed, “entre tanto, miles de mujeres serán asesinadas en la frontera, la corrupción se profundizará y el recién elegido gobierno del PRI intentará lograr de nuevo un acuerdo que imponga la pax mafiosa, como en el pasado”.
El segundo caso, menos conocido y más escandaloso, involucra al banco británico HSBC. El autodenominado “banco global”, cuya publicidad adorna los corredores de entrada al aeropuerto Heathrow de Londres, fue hallado culpable de hacerse el de la vista gorda mientras billones de dólares entraban a sus sucursales en Wall Street, provenientes de México y a través de su oficina en el Caribe. Dicha oficina es un punto virtual, sin funcionarios, cuya función parece ser la de servir de punto intermedio para el transporte de toneladas de dinero en efectivo.
Un vez más, el banco se limitó a pagar una penalización relativamente insignificante, al tiempo que sus funcionarios le hacían la vida imposible al testigo que denunció las irregularidades en los controles de entrada de dinero. Se trataba de un funcionario contratado por el propio banco para fortalecer los controles de lavado de activos.
En un boletín de prensa, el HSBC afirmó “haber aprendido al trabajar junto al departamento de Estado de los Estados Unidos, de manera que en el futuro este tipo de irregularidades no vuelvan a presentarse”.
Cuando alguien es atrapado contrabandeando en la frontera, la pena puede ser de hasta quince años de prisión. En cambio, quienes ingresan billones de dólares fruto de asesinatos y corrupción salen con una palmadita en la mano. “¿Y el director de HSBC?”, pregunté a Ed. “Lo nombraron ministro de Comercio”.
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The economic liberalism that the world took for granted has given way to the White House’s attempt to gain sectarian control over institutions, as well as government intervention into private companies,